Capítulo 23: demasiados secretos a la luz

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CAMERON

Me puse cómodo y me relajé aún más. No sabía hacía cuanto tiempo no pasaba un rato tan divertido, relajante y con buenas vistas. Creía que la azotea se había convertido en mi lugar favorito, con todas las lucecitas brillantes de las estrellas por encima de mi cabeza, con la ciudad dormida....y con Atenea al lado mío.

Tragué saliva y la seguí mirando. Habíamos estado unos minutos callados, retándonos con la mirada. Sus ojos estaban brillantes y había una mezcla de curiosidad y duda en ellos que quería averiguar, pero no quería forzar las cosas cuando ya estaban fluyendo tan naturalmente. Aunque, el hecho de que se sepa mis facciones de mi memoria me daba un poco de escalofríos.

Así que, tomando la decisión por ella, comencé a acercarme lentamente. Al principio, lució confundida y me miró con un poco de recelo, pero sonreí y me acerque más, hasta que nuestras narices se tocaron. Moví la mía suavemente sobre la suya.

- ¿Qué haces?-susurró con un hilo de voz.

Esta vez, no tuve ningún problema en decirle la verdad.

-Ni puta idea.

Atenea rio y yo no pude evitar imitarla. Cuando nos calmamos, arrimé más mi cuerpo al suyo y hablé en voz baja:

-Solo sé que quiero probar tus labios.

Sentí como su respiración se aceleró.

-Cameron...-dijo y se relamió la boca, como si supiera exactamente el efecto que tenía eso en mí. Tuve que abrir un poco las piernas-. Ya los probaste.

Asentí y moví mi cabeza. Ahora respirábamos el mismo aire. Mi corazón se aceleró debido a la cercanía y supe que, de nuevo, estaba en problemas. En grandes problemas.

Pero los volví a ignorar.

-Lo sé. Pero creo que hace falta toda una vida para que me canse de ellos.

La besé. No quería que procesara lo que acababa de decir, porque ni yo sabía muy bien lo que significaba.

Al principio, la besé lento, saboreándola a cada paso. Coloqué una mano en su mejilla y le hice caricias. Era increíble lo bien que sabían sus labios. Era como probar el paraíso y hacerte adicto en un instante. No pude evitar mordisquear su labio de abajo suavemente.

Mi corazón estaba a punto de estallar. Todo era tan intenso...tan...raro. Atenea soltó un gemido cuando mi lengua se abrió paso por su boca y casi acabo con mi existencia aquí mismo.

En ese instante, hice lo que quería hacer hacía mucho tiempo: la devoré. Nuestras lenguas estaban enredadas, saboreándose mutuamente. Los besos se volvieron más rápidos e intensos y nuestras manos estaban por todas partes. Ella me acariciaba por debajo de la remera, pasando por mis abdominales hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón. Mi respiración pareció detenerse cuando sus dedos recorrieron el borde de mi bóxer. Dejé de besarla y apoyé mi frente contra la suya. Los dos estábamos agitados.

Alejé mi cabeza de ella y la miré. Tenía los labios rosas e hinchados y las mejillas sonrojadas. Quería sacarle una foto y guardármela para siempre. Se veía tan hermosa...tan única...

Intenté eliminar esos pensamientos y la miré fijamente mientras deslizaba mis manos por debajo de su remera, para desabrocharle el sujetador. Solo que...abrí mis ojos, sorprendido, cuando mi mano se encontró con solo piel en su espalda.

-No me había dado cuenta de que no llevabas sujetador-dije y maldije que mi voz sonara tan ronca, tan necesitada.

No quería que viera cómo me afectaba.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora