VEINTINUEVE

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— ¡Eres un pendejo! — grita Martín cuando me ve entrando a mi casa — ¡¿Es que no tienes capacidad de razonamiento?!

Respiro ondo tratando de calmarme. Pero mi intento de tranquilidad se va al carajo cuando veo las dos maletas de Jules en la entrada.

Así  que es definitivo, pienso. Pero creo que aun existe una pequeña parte de mi que espera a que ella no se vaya de mi casa. Que no se vaya del país. Qué no de vaya de mi lado.

— Así que Jules sí tomó la decisión de irse ¿No? — pregunto a los hermanos esperando que me digan lo contrario.

— ¡Por supuesto que se va y se irá con la amarga desilusión de no tener nada con el imbécil al que le entregó todos sus miedos!

— Tranquilo, Marto — Simón se le clava enfrente tomandolo de los hombros.

— ¡Nada de tranquilo. Este idiota hizo las cosas mal! — me sigue gritando señalándome con el dedo — ¿Una relación a distancia no iba a funcionar? ¡Solo eran tres estúpidos años, Juan Pablo!

— ¡Deja de gritarme que estás en MÍ casa! — me acerco furioso hasta él pero Simón me detiene poniendo una mano en mi pecho y la otra en el pecho de su hermano menor — ¡Lo hice porque si no funcionó con Amaya mucho menos iba a funcionar con Jules!

— ¡Ella no es una ramera que se iba a meter con alguien más!

— ¿Y cómo me lo aseguras?

Suelto las palabras que no quería decir.

Simón levanta las cejas asombrado y baja las manos poniéndose frente a mí.

— Me decepcionas, Juan Pablo — me dice negando con la cabeza — no te creí capaz de esto. La pobre chica te entregó cada pedazo de su roto corazón. Te entregó el alma lastimada confiando cada rincón de su ser en ti. Rompió el caparazón que se interpuso solo para amarte a ti y a nadie más de una forma tan bella y pura.

Cierro los ojos trayendo su mirada llena de lágrimas a mi mente.

— Váyanse de mi casa — susurro — ¡Largo de aquí AHORA!

— Reacciona y piensa con claridad si estás dispuesto a dejar ir la vida que tenías por unos tontos kilómetros que no significan nada cuando amas de verdad.

Es lo último que dice antes de salir con Martín que pasa golpeando mi hombro con el suyo a propósito. Y entonces escucho el arrastre de las maletas fuera de mi casa.

Quiero esto. Pero también quiero estar contigo.

Su voz, sus palabras me dan vueltas en la cabeza toda la tarde y noche. Me es imposible dormir porque cada que cierro los ojos veo los suyos llenos de  entusiasmo, tristeza y lágrimas.
Doy vuelta en la cama y su almohada esta vacía pero su aroma aún sigue entre las sábanas.

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Al día siguiente me voy temprano al trabajo para no pensar ni sentir el vacío de la casa.
Me concentro en checar y firmar autorizaciones de la maquinaria y algunas veces le hecho una ojeada al celular esperando tal vez un mensaje de ella pero al no verlo sigo con lo mío.

Me levanto a servirme café. Esta es la séptima taza que tomo para no quedarme dormido.

Vuelvo a mis deberes pero la maldita cabeza no me deja de dar vueltas. Harto, abro el correo que no cerré y vuelvo a leerlo una y otra vez.
Según Isaza se fue desde ayer por tarde.
Quito la vista del portátil al escuchar los gritos de Ana, mi secretaria, y seguido la puerta se abre bruscamente dejando ver a la protectora de Jules.

La Última Noche de DiciembreWhere stories live. Discover now