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Nota. Nomás les voy a decir que lloré un chingo. Bay.

*Se va a tomar clorox*



El cotilleo de las gemelas junto al chico de manos grandes se volvía cada vez más molesto, como si entre todos ellos desearan fastidiarla por la simple razón de que ya no era considerada oficialmente una compañera suya, pero si un peón que Kurama utilizaría después.

—¿Pueden callarse de una maldita vez? —habló irritada, sin dirigir la mirada al pequeño grupo por no querer verles el rostro más tiempo. Estaba harta de tenerlos ahí.

Pero fue ignorada y lo único que recibió fue el doble de fastidio que ya tenía. Lo más conveniente sería marcharse de la sala de estar de aquella casa abandonada, sin embargo, estaba atada a una silla con cuerdas que parecían cortarle la circulación de sus extremidades. Un bonito regalo de Haru, una de las gemelas.

—¿Tú puedes dejar de ser un estorbo? —cuestionó Hana a los minutos, notando la mirada fastidiada de Amaya—. De no ser por ti podríamos estar en las calles divirtiéndonos, pero a la chica con complejo de heroína se le ocurrió abrir la boca.

—No me explico por qué Kohaku no te mató tras saberlo —murmuró la otra.

Y, a pesar de ser un comentario lleno de veneno, le generó la duda de saber el por qué. Si bien sabía que la usaba para cumplir sus intereses, tras enterarse de su traición pudo haberla asesinado para quitarse un peso de encima, ese que cargó durante varios años. No quería pensar que había una pizca de bondad en aquel hombre que mataba a diestra y siniestra a varios héroes quedándose con sus particularidades que solo duraban un tiempo en su cuerpo.

—Vamos niñas, no la molesten —se presentó Kurama ante ella con elegancia, observando el reloj de bolsillo para comprobar la hora y saber cuándo debía marcharse luego de hablar con Kohaku—. Merece respeto a pesar de ser nuestro conejillo de indias. Pues resulta que fue muy benéfico que nos traicionara —puntualizó observándola desde su altura, con una sonrisa déspota que le causaba repudio a la peliazul.

—¿A qué te refieres? —cuestionó el líder al llegar detrás de él.

—Ya supe los planes de la policía para detener el robo —dijo dando media vuelta, apreciando la gran fisionomía del peligris—. Una estrategia simple, pero que nos hubiera tomado por sorpresa, debo reconocer, pero ahora que la sé, tengo la completa libertad de crear un nuevo plan.

—Te escucho —demandó saber Kohaku al tomar asiento en el sofá individual disponible, observando a los tres chicos que jugaban cartas y, finalmente, a la chica que le observaba con recelo.

—¿Quieres que ella escuche? —Kurama la señaló, pero supo que no le importaba al mayor cuando hizo un ademán lleno de repudio—. Bien. Como primer plan pretenden custodiar el camión de valores, suponiendo que ese es nuestro objetivo. Si eso no sucede, lo escoltarán hasta el centro comercial, donde habrá más héroes en cubierto a los alrededores. Así de simple —zanjó el hombre entrelazando sus dedos detrás de sí para continuar—: Antes de decir nuestra nueva estrategia, quisiera saber qué deseas hacer, Kohaku, imagino que no solo quieres el dinero.

Una sonrisa jocosa se dibujó en el rostro del hombre—. Es un hecho que lo quiero, pero no estaría demás provocar problemas en la ciudad.

—Perfecto —felicitó—. Entonces, nuestra estrategia es la siguiente...


(...)

Quizá el destino tenía planeado cada suceso de sus vidas y sabría el momento en que (Nombre) se decidiría a confesar sus sentimientos a Katsuki Bakugo, solo para después desvanecer las oportunidades que tendrían para verse a la distancia o marcharse a casa teniendo a Izuku como acompañante cuando optó por crear misiones un poco largas y exhaustivas para cada pareja. Había sido así en las dos semanas posteriores a la confesión de la chica, mirar su teléfono no estaba en sus planes al tener tanto trabajo estando en la agencia del número uno.

Diario perdido  •Katsuki Bakugō•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora