Capítulo 4 - Mimado

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◆ALLIE◆

05 DE JULIO DEL 2011

El segundo piso de la casa consta de un amplio pasillo con cuatro puertas de madera, tres son habitaciones y la última es el baño común. Las paredes tienen un desgastado papel tapiz color hueso con un patrón de flores color palo de rosa que probablemente tiene más años que yo. La casa le ha pertenecía a mi abuelo paterno antes de pasar a manos de mi padre.

Muerdo mis uñas con ímpetu, caminando de ida y vuelta a lo largo del pasillo. Me detengo en la pared donde hay una marca rectangular y un clavo del cual colgaba un retrato familiar que mi padre se encargó de destrozar ya varios años atrás. Niego con la cabeza, sintiendo la punzada en mi pecho, y trato de no pensar en ello.

Lo que necesito es concentrarme en mis problemas actuales, como el hecho de que debo enfrentar al idiota de Matthew Adams cuando salga de la habitación de Elena. Odio el hecho de que él se encuentre en ese espacio que le pertenecía, y siempre le pertenecerá, a mi hermana.

¿Qué hay de malo con las termitas atacando el ático? En mi opinión él podría estar allí perfectamente bien, pero mamá se empeñó en que no era una buena idea y decidieron enviarlo sin más a la pieza de Elena. ¿Es que a nadie le duelen las cosas como a mí?

Mis puños se aprietan con fuerza, las uñas se me entierran en la carne de las palmas y siento la tensión en mi mandíbula cuando pienso que él ha dormido en la cama de mi hermana. Me embarga la frustración de no poder hacer nada, que él se quedará aquí durante aproximadamente dos meses y es algo que no puedo evitar por mucho que quiero.

Estoy pasando justo frente a la puerta de esa habitación cuando él sale sin previo aviso, tomándome por sorpresa. Nos encontramos de cara, cosa que me saca de mi área de confort momentáneamente. No lleva pijama ya, viste unas bermudas de mezclilla y una camiseta beige con mangas rojas, su cabello castaño, que es más corto de los lados que de la cresta, está hacia atrás en una onda extraña que le luce absurdamente bien.

—Buen día All... Alexis —se corrige antes de llamarme Allie, dándome una fatua sonrisa ladeada—. ¿Venias a buscarme?

Ruedo los ojos y suspiro, cruzando los brazos sobre mi pecho. Él me mira divertido, cruzando los fuertes brazos también mientras muerde su rosado labio inferior y entorna sus piedras azules hacia mí con lo que da la impresión de ser curiosidad.

Adams siempre luce cómodo y confiado, pero yo odio que él parezca de esa manera estando en mi casa mientras yo siento todo lo contrario a comodidad con su presencia allí.

—Entiendo que Luke te mencionó que debes cooperar con las tareas del hogar —comienzo a decir, advirtiendo la forma en la que la noticia lo toma por sorpresa, lo que me da seguridad para continuar—. ¿O no lo hizo, niño mimado?

—Efectivamente no lo hizo —admite, frunciendo los labios mientras me recorre con apreciación. Imbécil.

Mi falsa sonrisa se amplía mientras me trago las ganas sacarle los ojos o, en su defecto, cambiarme de ropa. Me gusta usar shorts y blusas o camisetas frescas porque aquí hace un calor endemoniado, además de que es mi casa y no tengo razón para reprimir mi vestimenta. En la universidad es otra cosa, papá pareció satisfecho cuando compramos esos trajes serios que me hacen lucir como una mujer de mayor edad, creyó que era una buena idea para conseguir que los chicos me respeten. La realidad es que ellos no se acercan a mí, aunque esto honestamente no me molesta, pero tampoco es que les imponga respeto. Sé perfectamente que la mayoría dice que soy una perra engreída a mis espaldas.

—Bueno, ahora lo sabes —suspiro, enarcando una ceja—. Para comenzar, las ocho de la mañana no es una hora adecuada para levantarse. ¿Sabes que vamos atrasados el día de hoy por tu culpa?

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