Barriga

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➡︎ Pareja: Killua y Gon

➡︎ Mundo sin nen, ser mitológico

➡︎ Au con referencia al Japón antiguo

➡︎ Capítulo único, idea random

Killua es la luna, el astro que alumbra en la oscuridad de la noche, ser omnipotente y divino que ha vivido siglos tras siglos viendo la evolución humana, manteniendo su apariencia intacta y magnífica

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Killua es la luna, el astro que alumbra en la oscuridad de la noche, ser omnipotente y divino que ha vivido siglos tras siglos viendo la evolución humana, manteniendo su apariencia intacta y magnífica. Un ser que parecía no tener sentimientos o empatía alguna por tantas maldades y tragedias observadas desde lo alto.

Fue en una noche cuando demostró que no era así.

El astro lo recuerda como si fuera ayer, en aquella luna llena de primavera, cuando vio a un hombre rubio avanzar hasta las profundidades del bosque con un bulto envuelto en mantas; la sonrisa aterradora de ese pálido señor le asqueaba, más al saber la razón de ese semblante tan enfermo y demente. El albino había escuchado poco tiempo atrás los gritos desgarradores de un pobre joven enamorado, casado a la fuerza con su asesino, quien murió después de cinco apuñaladas en el cuerpo propinadas por su marido.

Pariston era el nombre de aquel infeliz, fue él quien mató al hombre de blancos cabellos por traición. ¿Cómo en una sola y aparentemente tranquila noche se podrían cometer tantos pecados? Killua se preguntaba en el firmamento estrellado, interesado en la historia presentada a sus ojos.

Comprendió que el de oscura mirada estaba loco y no aceptaba al bebé en sus brazos, lo odiaba. Inocente criatura, ¿cómo pudo haber tenido tan poca suerte al estar con la persona equivocada? Porque no era necesario verlo dos veces para notar que no se parecía en nada a los supuestos padres. No tenía la piel clara como se esperaba, ni los ojos negros a los que estaba destinado a poseer, mucho menos el cabello blanco o rubio de la pareja arreglada en un tiempo tan cruel y equivocado. En cambio, ese pequeño y fuerte niño relucía una piel morena cálida, unos cabellos azabaches y, ahora que los abría para confirmar toda sospecha, ojos de un brillante color marrón.

La luna lo conocía, al fin y al cabo, podía escuchar cada acontecimiento en la tierra, incluyendo el último suspiro de Kite.

Suspiraba con lástima por el bebé con un futuro incierto, ahora abandonado al pie de un árbol. ¿Cómo fue que se animó a bajar esa noche y levantar al crío en lugar de dejarlo morir?

No supo en qué estaba pensando, solamente descendió cuando unas nubes pasaron delante de él, permitiéndole camuflarse de los humanos y sostener al recién nacido, un contacto que él se había prohibido durante milenios.

—Gon —susurró, recordando el nombre del niño que fue revelado en el último aliento de su padre, percatándose de la calma que tuvo el morenito con su voz. Y con el pasar de los años quedó enamorado de un mortal risueño, al que cuidó desde su abandono en el bosque.

En los días permanece a su lado, tomando su forma humana, y en las noches cumple con su obligación de ser uno más en el cielo; pero siempre resguardando la vida de su amante y la criatura que crece dentro de este en la actualidad.

—Killua, ¿tú nunca duermes? —Le preguntó el joven una mañana, acariciando su barriga sobre la tela roja de sus anchos pantalones; no le parecía extraño saber que su pareja era la luna, pero sí el hecho de que este no durmiera.

El mayor aclaró su garganta —. No necesito dormir, ni comer —agregó, viendo el puchero que hizo el más bajo, quien terminaba de comer un gran trozo de carne.

—Qué aburrido —opinó —, comer es lo mejor del mundo, y dormir también. —Sus ojos brillaron al decirlo, como un simple hombre que nunca había tenido más placeres que los comunes, un chico que no era analfabeta, ya que su amado le enseñó todo lo que pudo en sus dos décadas de vida.

Las ropas blancas del más alto se removieron, el albino rascó su nuca con total confianza —. Bueno, sí puedo comer, pero no lo necesito; y tampoco estoy acostumbrado a dormir. —Sus ojos se abrieron en grande al ser bruscamente jalado sobre las suaves piernas del humano, quien acomodó su cabeza sobre su regazo —. ¿Gon?

—Me gusta que digas mi nombre —confesó sonriente, pasando sus dedos por la sedosa cabellera —. Y también me gustas tú, Killua, por eso haré que duermas para que veas lo increíble que se siente. —La mirada azul se plantó en él con asombro, para luego transformarse en duda.

—¿Cómo logro dormir? Nunca lo he intentado —contó, hundiendo su nariz en el vientre ajeno. Las manos del gestante seguían recorriendo su cara, haciendo que este riera cuando las mangas anchas de su túnica tapaban por completo la cabeza del mayor.

—Sólo cierra los ojos —indicó —, cierra los ojos y relájate, así como yo lo hago contigo en cada abrazo. —Se sonrojó, con una sonrisa de oreja a oreja —. Respira profundamente y quédate así, durmiendo sobre mí. ¿Sabías que antes no quería dormir en las noches porque ansiaba verte brillar en el cielo? Había tenido curiosidad de dormir contigo alguna vez durante la luz del día, pero no quería porque no podría pasear o... simplemente apreciarte.

El calor en las mejillas pálidas no impidió que Killua hablara —. Gon, podemos hacer todo lo que quieras, estoy contigo siempre y- 

—Shh, duerme. —Lo calló el moreno, sin dejar de acariciar al contrario. Y la luna no dijo más, obedeciendo las órdenes del hombre. Poco a poco consiguió sentir algo parecido al sueño, quedando dormido hasta el atardecer mientras era cuidado por su amado, quien lo despertó al ver el sol ocultarse.

Un día pacífico, Gon ya no era tan inquieto últimamente, de seguro por su avanzado embarazo, el cual le impedía explorar el bosque tan profundamente como antes. Killua se despidió de su amante con un cálido beso, prometiendo despertarlo mañana temprano como todos los días antes de subir a su lugar.

Y ahí, desde el manto lleno de estrellas, observaba la figura del moreno adulto al pie de aquel árbol. No es que no tuviera una cama, simplemente el de puntiagudos cabellos solía escoger dónde dormiría, y en ese árbol era donde más frecuentaba en las tinieblas.

Era un caluroso azabache, según el de piel blanca, quien lo miraba desde arriba. Su aguda visión le permitía ver su rostro apacible y su barriga cada vez más grande. ¿Qué sería lo que crece allí? Se preguntaba, dudando si adentro habría un bebé normal o un ser extraño como se consideraba Killua a sí mismo.

No le importaba en realidad, y a Gon tampoco. 

La luna llena se encargaba de alumbrar al humano que robó su existente corazón, quien descansaba protegido por su amado y las estrellas. Tan puro era él, que hasta los animales del bosque se acercaban sin malas intenciones, dejando al astro cada vez más asombrado por aquella criatura. 

¿Qué sería de él una vez su hijo nazca? ¿Cómo estaría en unas décadas más? Era lo que en verdad le preocupaba, sabiendo que, a pesar de ocultarlo de la maldad de su raza, aún existía un mal que no podía evitar.

Killua encontraría una solución.

Día once terminado, a Katy se le fue el internet

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Día once terminado, a Katy se le fue el internet.

Mes de paternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora