Llanto

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 Pareja: Uvogin x Shalnark

 Au normal

 Parte dos de dos, final de short fic.

Los doctores veían con alegría el crecimiento rápido de los tres bebés en sus incubadoras, y no eran los únicos; los padres de los trillizos inflaban su pecho de orgullo al mirar cómo sus hijos pataleaban llenos de energía

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Los doctores veían con alegría el crecimiento rápido de los tres bebés en sus incubadoras, y no eran los únicos; los padres de los trillizos inflaban su pecho de orgullo al mirar cómo sus hijos pataleaban llenos de energía. Pocos meses fueron necesarios para estar bajo vigilancia médica, la doctora Cheadle dio de alta a los menores de la familia y así los trillizos salieron del hospital en brazos de sus progenitores.

Al principio fue muy difícil, ya que se trataba de cuidar a tres criaturas y trabajar, al menos para Uvogin. ¿Cómo podría dejar a su esposo cuidando de sus hijos solo? Eso sería muy cansado para Shalnark, quien se había agotado por el embarazo.

En las primeras semanas ambos padres los cuidaron sin descanso, corriendo por biberones, pañales, talco y lo que sea que los bebés necesitaban; se fueron acostumbrando y entendiendo a cada pequeño, su horario de sueño y de comida, que por suerte era el mismo en los tres casos. Pero incluso así era cansado.

Por eso, y para su propio bien, el más alto contrató a dos amigos como ayudantes y niñeros de medio tiempo: Pakunoda y Nobunaga. 

Frente a ellos, el corpulento hombre sonrió, con notorias ojeras —. Ahora sí puedo irme —dijo, después de haberse despedido de su esposo y sus niños —. Recuerden: no permitan que Ryu meta cosas a su boca, a ese chiquillo le gusta babear todo lo que está a su alcance, sólo denle sus juguetes limpios —señaló, continuando con sus indicaciones —. Akiro debe estar muy vigilado, suele revolcarse en su cuna y atorarse fácilmente; por último, cuando Aiko llora, cántenle una canción.

—¿Una canción? —repitió el de cabello negro, conteniendo la risa al imaginar a su amigo cantando. La mujer sí soltó una risita enternecida, causando que el moreno enrojeciera.

—Funciona con Shalnark, él le canta y-

Un rubio aclaró su garganta desde el umbral de la puerta, con su teléfono en manos —. ¿Alguien quiere escuchar la nana que mi querido esposo entona cada noche? —preguntó, aumentando el rubor del hombre fornido, que negó con la cabeza y sonrió nervioso.

—Creo que ya me voy —susurró, y se acercó a darle un dulce beso en la mejilla a su pareja, despidiéndose luego de sus amigos y retirándose de la casa, dejando a los tres adultos cuidando a sus adorados críos.

Y así su vida se iría acomodando, recuperando el tiempo de trabajo perdido para poder sustentar a su gran familia.

Shalnark y los nuevos niñeros se quedaron, subiendo mientras hablaban como viejos amigos a la habitación de los bebés, cada uno en sus cunas. Mantuvieron a los bebés tranquilos por largas horas hasta que Pakunoda levantó a la niña rubia, encantada por lo adorable que era. Lo que no esperaba era que Aiko se pusiera a llorar.

Y el llanto de la pequeña fue contagioso, ya que pronto sus hermanos se hallaban igual de entristecidos, siendo escuchados por el padre y Nobunaga, quienes no parecían muy felices.

—Perdón —se disculpó la mujer —. Quería cargarla y ver si necesitaba un cambio, no esperaba que llorara. —El de ojos turquesas comprendió y tomó a la niña en brazos, dejando que los demás cargaran a los otros dos bebés; intentó arrullarla, cantarle una canción como Uvogin lo hacía, pero el llanto no cesó y la desesperación caló en los tres adultos.

Echaron a los niños en sus cunas y fueron por juguetes, pañales y biberones, buscando una respuesta para tan estruendoso lloriqueo. El de dorados cabellos no sabía qué hacer, sólo su marido era capaz de ayudarlo a calmarlos, pero él no estaba aquí. 

"Cántenle una canción". Recordó, junto a sí mismo haciéndole una broma por una grabación que hizo días atrás. Un foco se iluminó sobre su cabeza, y fue a su alcoba por su móvil.

—¿A dónde fuiste? —Le preguntó el más alto, sacudiendo un sonajero de pollito para intentar calmar a los trillizos. 

El más bajo suspiró —. Creo que esto puede funcionar, hagan silencio —pronunció, viendo a sus hijos en un mar de lágrimas. Buscó en su teléfono un audio y presionó el botón de reproducir, la melodía lentamente invadió la habitación, al igual que la voz del hombre ausente:

Estrellita, ¿dónde estás?
Me pregunto si ya dormirán.
Se hace tarde y oscuro está.
Tengo sueño de verdad.
Estrellita, me caes mal.
Vamos, niños, duerman ya.

La letra modificada y la voz cansada de Uvogin hicieron que los adultos contuvieran una carcajada muy justificada, pero se quedaron callados por la paz de los trillizos, quienes dejaron de llorar y se quedaron quietos, escuchando el canto de su padre mientras pataleaban y movían sus brazos con ánimo. Pakunoda y Nobunaga estaban impresionados.

«¿Cómo es posible que...? ¿Qué clase de pacto con el diablo hizo ese idiota para que los niños nos odien?» Se preguntó el de cabello negro, viendo con recelo al bebé moreno, Akiro, quien chupaba uno de sus dedos.

«Nunca creí que Uvogin sería un buen padre... A su manera.» Pensó la mujer, mirando al bebé rubio a punto de dormirse.

El de ojos verdes marinos sonreía orgulloso, tanto de él por su gran idea como de su pareja por permitir ser grabado. El audio siguió durante muchos minutos más hasta que el otro padre llegó, escuchando aterrado los intentos de nanas que les cantaba a sus hijos.

Ser padre no era nada fácil.

Día dieciocho terminado, tuve un bloqueo de escritor, perdón por el capítulo tan corto TvT

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Día dieciocho terminado, tuve un bloqueo de escritor, perdón por el capítulo tan corto TvT

Mes de paternidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora