Post parto

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➡ Pareja: Knuckle y Shoot

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A Shoot no le gustaba estar en un hospital, nunca le gustó, porque fue en centros médicos donde tuvo muchos malos momentos

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A Shoot no le gustaba estar en un hospital, nunca le gustó, porque fue en centros médicos donde tuvo muchos malos momentos. 

Recuerda cuando despertó sin un brazo y lo difícil que fue asimilarlo, aprender a vivir sin una extremidad importante; cuando perdió al único familiar que le quedaba y se quedó sin consuelo en los pasillos fríos de aquella clínica, con todas las miradas de lástima sobre él; también tiene las horribles imágenes de sus amigos a punto de morir en una camilla, las horas de insomnio que pasó con esas memorias; y por último el infierno que vivió al momento de dar a luz.

A Shoot no le gustaba ir a un hospital, porque sabía que si cruzaba esa puerta sólo le esperaría un largo tiempo de sufrimiento. 

Aunque en esta ocasión no era algo tan malo.

Al amanecer, y viéndose con una bata blanca, supo que estaba recuperándose de toda la energía perdida durante el parto. Su cuerpo aún le dolía, su cabeza daba vueltas y el olor del hospital nunca le pareció agradable, sólo agradecía la presencia de su esposo y suplicaba tener a su hija, a quien pudo abrazar poco después de que ella naciera.

La conoció, su amado también, lloraron de alegría y aún lo recuerda lo pequeña que esa criatura lucía, lo bonita que era. Se la llevaron y, cuando eso sucedió, volvió a odiar al hospital por arrebatársela, a pesar de que sabía lo peligroso que era no estar bajo cuidado médico durante los primeros días de su vida y que sólo podía estar con ella unos minutos.

El hospital no sólo no le gustaba, también le daba miedo a veces.

—Saiko —murmuró, llamando la atención de su pareja por el murmullo del más alto, quien nombraba a su hija —. Quiero a mi niña. —Knuckle se levantó.

El de largo cabello estaba sentado e intentaba pararse, siendo detenido por el azabache, quien lo detuvo presionando sus hombros —. Espera un momento —dijo, sabiendo de lo mal que se sentía Shoot en una camilla.

Un ataque de ansiedad, la respiración del contrario se volvió más pesada —. Necesito verla, es mi hija y tengo el derecho, quiero irme de aquí. —El moreno suspiró, abrazando al hombre pálido y acariciando su espalda.

—Ella está muy bien, nació saludable, pero tanto ella como tú necesitan observación por hoy y mañana; prometo que a penas el doctor les dé de alta saldremos, ¿de acuerdo? —El menor dejó de removerse con el pasar de los segundos y por las palabras de su marido, comprendiendo poco a poco y aceptando a realidad: aún no podía volver a casa.

—Pero... Quiero verla —repitió —. Puede tener ham-

Se vio interrumpido por la puerta abriéndose, mostrando a una enfermera con un carrito en frente, un carrito con una cuna de vidrio y mantas arropando a un bebé. Sus ojos se iluminaron al observar a la mujer entrando, sonriente —. Buenos días —saludó —. Miren a quién tenemos aquí, la pequeña Saiko está hambrienta. —Y dicho esto ya estaba al lado de la cama de hospital, dejándole al padre moreno levantar a su hija. Se retiró una vez cumplida su labor, una hora y media después volvería.

—¿Lo ves, cariño? Ya nos trajeron a la bebé —comentó alegre el de cabello negro, viendo a la criatura en sus brazos; Shoot estiró su mano hacia ella, rogando tenerla y atenderla como debía, alimentarla y detener sus quejidos. Knuckle lo notó, así que acomodó a la menor en el brazo de su papá.

El de cabello púrpura la apreció, entristecido por no poder acariciar su rostro sin tener que soltarla; acercó su cabecita a sus labios y depositó un gentil beso, escuchando los gorgoteos de su primogénita —. Knuckle... Ayúdame a desatar mi bata, no puedo alimentarla así —pidió, apenado por su discapacidad.

El contrario se ruborizó y cumplió con el pedido sin rechistar, haciendo que el más alto coloque su pecho en la boquita de Saiko para darle de comer. Se sintió útil para alguien, como nunca antes se sintió.

El mayor lo conocía, leía sus pensamientos como nadie o, al menos, era bueno descifrando lo que sentía. Conocía a su esposo, lo que le gustaba y lo que no; también sabía que no le gustaba el hospital, por eso se preocupaba por un colapso de emociones más grave. Aunque estar en el hospital ahora no era tan malo, después de todo se trataba del nacimiento de su hija.

—Es muy linda —habló, sonrojando a su pareja, a quien amaba con todo y miedos, los cuales se encargaría de eliminar con el tiempo.

Se llevaron a Saiko otra vez, el hombre pálido se aburrió mucho y quiso irse en más de una oportunidad; pero ahí estaba él, apoyándolo y buscando distracciones, ayudándolo también a comer, siendo regañado por su amado al no querer ser visto como alguien inútil.

Sin embargo, para Knuckle no era así.

Las cuarenta y ocho horas pasaron, los padres volvieron a casa con la nueva integrante de la familia y su vida volvió a la normalidad, con simpleza y cariño. El tiempo de post parto culminó con un Shoot tranquilo, pensando que quizás el hospital no era tan malo.

 El tiempo de post parto culminó con un Shoot tranquilo, pensando que quizás el hospital no era tan malo

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Día veintiuno terminado, cada vez falta menos pwp

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