Fanfic Tarzán

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Rachel.

Bajo del vehículo y sujeto mi gorro tipo safari, mientras miro los enormes árboles que se ciernen sobre mí, el calor es agobiante y las especies a mi alrededor me distraen. 

Mi padre recoge el equipaje con sus ayudantes en lo que descendemos de este. Mi esposo se quedó en Londres, es un caballero de la alta alcurnia la cual esta vez no pudo acompañarnos.

—Andando cariño —me pide.

Levanto mi falda para que no entre al barro, cuidando de que mis botas no se unten. Estamos en los más recóndito de la selva de Brasil y nos adentramos a esta con los caballos que nos ayudan iniciando la expedición, ya que mi padre es botánico y andamos en busca de plantas medicinales que nos ponen a caminar con subidas y bajadas maravillados con el entorno que nos rodea. Compartimos el espíritu aventurero y no nos da miedo adentrarnos a lo más recóndito, me sumerjo entre los árboles, la noche cae y, tanto a mi padre como a mí, nos emociona que esta sea nuestra primera vez acampando al aire libre.

Los dos ayudantes nos ayudan con el fuego, no hemos llegado al corazón de la selva, pero sí estamos bastante adentro. La carretera ya no se escucha y la aldea desapareció hace unas horas. El terreno es peligroso, hostil y me siento sobre una de las rocas encandilada con la noche, «Hay tantas cosas por descubrir». Paseo la vista a mi alrededor absorbiendo el olor de la naturaleza, todo es tan maravilloso que…

El corazón me salta cuando levanto la vista notando el par de ojos que veo y desaparecen en la oscuridad.

—Creo que hay algo ahí —Me levanto señalando y todos voltean, pero se fue muy rápido.

—Aquí hay muchos animales, señorita.

—Pero no eran los ojos de un animal —digo con una mano en el pecho.

—Siéntese y cálmese, los pobladores quedaron medio día atrás y aún no conocen todas las especies salvajes que habitan en el planeta.

Papá me devuelve a mi puesto, pero me siento un poco aturdida a decir verdad y por ello poso la mano en mi pecho recibiendo el tazón de agua fresca, «no eran los ojos de un animal». Dejo que la noche continúe y a la mañana siguiente me despierto temprano a seguir con la caminata. Me aseo, con mi pañuelo bordado me seco el sudor de la frente agachándome a recoger mi cantimplora y…

Las ramas crujen detrás de mí y volteo, pero no hay nadie, ya que papá está saliendo de la tienda.

—Vámonos —pide y durante el trayecto no puedo evitar sentirme observada. Me apoyo en el hombro de mi padre y alzo la vista cuando las ramas sobre mí se sacuden.

La misma sensación la siento durante los tres días siguientes de nuestro viaje y siento que cada vez me vuelvo más paranoica, ya que es una sensación que no se quita. Al cuarto día bajamos la carga en el sitio donde nos vamos a instalar temporalmente, es de noche y a la mañana siguiente papá prepara su mochila para partir, mientras que yo mantengo mi libro de especies entre las piernas.

—Volveré más tarde —me avisa—. Habrá mucho barro y no quiero que te ensucies.

Asiento tranquila dejando que se vaya con sus ayudantes, bajo la vista a mi libro pasando la página, el cantar de los pájaros me relajan, pero el sonido de las ramas hacen que vuelva a voltear notando el reflejo que se esconde. Varias aves vuelan a lo lejos y siento que esta vez no estoy loca, hay alguien observando y no es un animal.

Piso las hojas secas adentrándome entre los árboles, tomo una rama mirando a todos lados a la defensiva en lo que me acerco al río que yace a lo lejos y donde… me congelo con el hombre que está desnudo y de espaldas, el cual me hace esconder detrás de los árboles sin poder dejar de observarlo. Está frente a la cascada y cambio de sitio al notar lo que hace, ya que…

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