Once

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EVIE

«La he matado. He matado a Dasha Weiss». No puedo dejar de pensar en ello. No hace falta ser médico como para saber que la puñalada que le he dado, es una muerte segura. Sobre todo si no tiene alguien a mano que la atienda de urgencia. Vamos rumbo al siguiente hotel que reservé. Milo conduce en silencio. He conseguido deshacerme de las sábanas llenas de sangre, y me ha costado veinte minutos quitarla del suelo. Mi marido se ha encontrado la habitación totalmente ordenada y limpia cuando ha vuelto. Estoy tensa. Y esa tensión se puede ver en mi cuerpo. Media hora después, llegamos al siguiente hotel. Nos instalamos en una habitación mucho más agradable que la anterior. A pesar de haber reservado los hoteles a lo loco, y casi sin mirar, he hecho buenas elecciones.

«Puedo respirar con normalidad. Aquí no va a venir. Estamos mucho más lejos. Y ella... bueno, seguro que a estas alturas ya ha dejado de latir su corazón», pienso mientras deshago la maleta. Estoy terminando de organizar la ropa, cuando mi móvil comienza a sonar. Es Maika.

—¡Hola!

—Hola, hola —suena alegre al otro lado—. ¿Qué tal te va?

—Muy bien —cierro los ojos al decir esto. Quizá no va tan bien como quiero aparentar. Pero bueno—. ¿Qué tal estás tú?

—No mejor que tú —se queja—. Me he enterado que vas a hacer una mini ruta, ¿verdad?

—Eso es. Se nos ha ido un poco la cabeza. Es un viaje sin organizar.

—Esos son los mejores —dice mi amiga—. Ya verás como es uno inolvidable.

«Sí, inolvidable va a serlo», pienso, recordando todas las sábanas manchadas de sangre y a Dasha Weiss disparando como una loca para matarme.

—No te molesto más, Evie. Solo quería saber si te iba a bien.

—Muchas gracias por tu llamada. Nos vemos pronto.

—Claro que sí. Una cerveza de bienvenida, nos tenemos que tomar.

El resto del día transcurre con normalidad. Milo y yo salimos a pasear, disfrutamos de las instalaciones del hotel: el spa, la piscina, el gimnasio. Y por supuesto, no dudamos en ir a tomar un cóctel al bar de abajo. He conseguido desvíar a Dasha de mis pensamientos. Lo estoy pasando bien con mi marido, como si no hubiera clavado un cuchillo en su cuerpo. Milo hoy está más cómico que nunca y no paro de reír a cada tontería que sale por su boca. Nos vamos a comer a un caro y prestigioso restaurante, y cuando llega la hora de cenar, nos ponemos lo más elegante que tenemos, y salimos a otro restaurante, que Milo se ha encargado de reservar, pues está muy solicitado. Al volver al hotel, lo único que nos apetece es acostarnos en la cama. Estamos agotados. Por el viaje y por todo lo que hemos hecho hoy. Milo no tarda en dormirse, así que, aprovecho para coger el móvil y buscar información sobre ella. ¿Y si han encontrado el cadáver por ahí? Es posible que la noticia esté recorriendo internet. Una muerte por apuñalamiento, es motivo para salir en las redes.

Nada.

Ninguna novedad, de momento.

«¿Seguirá viva? ¿Estará debajo de cualquier puente y aún no la han encontrado?» No puedo vivir con este desconcierto.

Me meto a twitter. Siempre es el primer sitio al que llegan las noticias. Busco palabras clave. Nadie habla de ninguna rusa muerta o apuñalada. No sé si me alegro o no de que no haya ninguna noticia. Dejo el móvil en la mesita y quedo mirando al techo, en la oscuridad de la habitación. No voy a poder dormir, por más que quiera, no voy a poder. No va a salir de mi cabeza.

Se hacen las cinco de la mañana mirando al techo. Milo sigue durmiendo plácidamente, sin percatarse de que tiene un búho a su lado. Sin hacer mucho ruido, me levanto, me visto y decido ir al gimnasio del hotel. Es veinticuatro horas. Quiero descargar energía, voy a correr sobre la cinta, o a darle puñetazos al saco de boxeo. Me desahogo durante un buen rato. Mientras estoy corriendo a máxima potencia, las lágrimas llegan a mis ojos. La imagen y la terrible sensación de hundir el cuchillo en su estómago, no sale de mi cabeza. Es lo peor que he hecho en la vida. ¿Soy yo también una asesina? ¿Me he transformado en alguien como ella?

Dasha WeissWhere stories live. Discover now