Capitulo 4: ¡La princesa a vuelto!

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—¿Vienes con nosotras Sifo?—pregunto Kaskarina, Sifo miró hacía ella y negó con la cabeza.

—Si el destino lo quiere, nos volveremos a reunirnos. Pero yo tomaré otro camino.—y fue así, que Sifo marchó solo.

Amalia se sentía nerviosa, tuvo que tomar coraje para cruzar el portar Zaap junto a Dathura, Kali y Kaskarina.

Temía oír la noticia que quería evitar más que nunca, no quería oír que su padre habría muerto.

Cuando cruzó el portar, vio como unos centinelas bajaban de los árboles y al verla, se arrodillaron ante la princesa.

—Esta bien, pueden levantarse.—pronuncio ella.

Los centinelas hicieron lo dicho y sonrieron con alegría al verla.

—¡Nos da gusto tenerla de vuelta, princesa!—grito uno, Amalia sonrió sintiendo la calidez de su pueblo en esas simples palabras.

—¡Vamos, vamos, todos deben saber que regreso!—grito otro aún más entusiasmado.

Kaskarina sonrió ante esto, pues nunca presenció la llegada a un reino, era su primera vez y se la veía emocionada.

Amalia fue jalada entre risas por los centinelas y comenzaron a caminar por la espesura del bosque, hasta llegar al pueblo donde estaban los aldeanos.

—¡La princesa a vuelto!—se oyó gritar con alegría, cuando todos los ciudadanos posaron su vista en ella.

Todos comenzaron a rodearla, abrazarla, incluso preguntarle cómo le fue, también recibieron a sus invitadas de la misma manera. Kali se mostró un poco incómoda por ese afecto.

Pero luego, las personas hicieron un camino y dejaron pasar a una persona, Amalia abrió sorprendida los ojos y se le iluminaron como las estrellas en el cielo. Chillo completamente fuera de si, pues la alegría la lleno completamente.

—¡PAPÁ!—grito sin importarle el protocolo, abrazo a su padre en un fuerte abrazo que él mismo gustoso acepto. Amalia se sujetaba con fuerza de él, esperando que no fuera una ilusión.—No sabes... lo feliz que estoy de verte.—revelo ella entre lágrimas.

—Oh, mi pequeño retoño.—pronuncio el hombre sonriente.

Dathura sonrió ante esto, pero no espero ver a Otomai ahí y menos a...

—Ogrest...—murmuro ella.

El pequeño ogro la miró, esos hermosos ojos color cielo los había visto antes. De alguien que amo, con una locura arrebatadora, que incluso hizo lo impensable por ella.

Ella era...

Ella...

Su...

—¡DATHURA!—grito Ogrest con una sonrisa. Dathura acepto el repentino abrazo del pequeño, quién la abrazo con fuerza.

Dathura podía sentir su corazón latir, latir como siempre debió hacerlo, por qué obviamente su corazón fue creado para amar. Ella sentía en este momento, que su corazón fue creado para hacer amado por Ogrest.

Un amor tan suave pero tan temerario a la vez.

—Te extrañe, Dathura.—pronuncio Ogrest con una sonrisa.

Dathura sonrió y acarició suavemente la mejilla del ogro, este se sonrojo por el tacto pero soltó una risa alegre.

—Yo también te extrañe, Ogrest.—pronuncio ella.

Haciendo que los sentimientos de Ogrest explotarán.

Sin duda...

Era bueno reunirse con la persona que más deseabas ver en este momento.

—Deberás contarme todo, pequeña hojita.—pronuncio el rey, mientras cargaba a su hija.

—Y luego dices que no la malcrias mucho, padre.—pronuncio Armand, al lado del rey.

Este al igual que su hija le sacaron la lengua al príncipe.

—No lo escuches, es envidia.—pronuncio el rey entre risas.

Armand carcajeo por lo dicho.

—¿Podrías bajarla para al menos darle una abrazo a mi hermana?—pregunto el príncipe.

El rey sadida se puso a pensar seriamente esto o eso aparentaba él, al final dejo a su querida hija en el piso, para que recibiera el gran abrazo de su querido hermano.

—¡Vamos, vamos a hacer un banquete por qué mi hija a vuelto!—grito el rey alzando a su hija denuevo por los cielos.

Esta rió contenta por todo, sonrió alegremente mirando a todos sus súbditos que reían y gritaban en acuerdo con el rey.

—¿Vendrán?—pregunto Amalia a Dathura, Kali y Kaskarina.

—Eh...—Kali iba a negarse, pero al ver la mirada de Kaskarina, sentía que si decía no cometería un grave error.—Iremos.—agrego ella.

Dathura miró a Ogrest con una sonrisa.

—¿Vamos?—pregunto ella.

Ogrest asintió animado, pues le encantaba comer al baúl sin fondo.

Y mientras, en un portal alejado, específicamente en la bella ciudad de Bonta, salían unas sombras un tanto misteriosas, las cuales entraron a una tienda en particular de las calles de Bonta.

—¡Bienvenidos! ¿En qué puedo servirles?—pregunto un gato de pelaje blanco con una sonrisa.

—¿Esta el maestro Joris?—pregunto una de las figuras, la cual era lo que parecía un cliente.

—Él est-

—Es raro que me vengan a buscar. ¿Hay algo que requiera mi presencia?—pregunto Joris, sacándole un infarto al gato blanco.

—¡Ya deja de aparecer de esa manera!—grito el gato en cólera.

—En realidad si, maestro Joris.—pronuncio la figura, sacándose la capa que llevaba puesta.

—Tranquliza ese humor, Kerubim. Te saldrán más canas.—solto Joris.

—¡Qué yo sepa quién tiene más años eres tú!—grito el mencionado Kerubim.

—Ja, eso sí no contamos tus otras vidas.—pronuncio Joris, quién se alejó de la esquina donde estaba y se acercó a sus clientes.—Vengan conmigo, hablemos más en privado.—pidio él hacia los clientes.

Los cuales acataron la orden y lo siguieron.

Kerubim soltó un suspiro seguido de un chasquido, en eso se abrió la puerta, revelando a su hermano, Atcham, quien acaba de ir a comprar pescado cerca de aquí, al ver el humor de su hermano soltó una risa.

—¿Buena clientela?—pregunto él. Kerubim alzó los brazos sin saber.

—Me parecían conocidos, pero no se, nunca los vi.—respondio él.

Atcham no le dio importancia y dejó las comprar en una mesa para así descansar un poco y llevarlas a la cocina luego.

—Pues si papá los dejo pasar será por algo.—pronuncio Atcham, quién se sentó a descansar junto a su hermano.

Todo allá abajo parecía muy tranquilo, parecía que se llevaban muy bien, pues no era muy común esto, su padre si sabía hacer negocios, pero no era muy bueno en la comunicación, por eso casi siempre terminaba con alguien con un diente afuera o un ojo morado.

Pero eso claramente era por culpa de los clientes que se ponían furiosos por un trato, si la tienda no estuviera abierta hoy, su hermano y él estarían participando en lo que parecía una conversación de lo más agradable, según el criterio de los hermanos zurcarák.

La semilla de un Dios. [Wakfu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora