C U A R E N T A Y U N O

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Abigail

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Abigail.

El día había sido agotador, tal como cada miércoles.

Parecía que estar a mitad de semana era peor que el comienzo, pues todos esperábamos el final con tantas ansias que parecía no llegar nunca.

Así me sentía mientras arrastraba una bolsa de supermercado conmigo, devastada, como si mil camiones hubiesen pasado por mi cuerpo luego del entrenamiento y los exámenes que había rendido durante la mañana. Solo quería que llegara el viernes y lanzarme libremente sobre mi cama, sin ninguna preocupación ni alarmas que arruinaran mi sueño.

Anne estaba a mi lado, charlando sobre las clases de cocina que había comenzado esta semana, tan animada que me irritaba, sin embargo, me mantuve en silencio y subí las escaleras una tras otras, sintiendo como mis muslos pedían a gritos algún masaje o agua caliente para relajarme.

— ¿Me estás escuchando? –Preguntó mi hermana y soltó un suspiro exasperado, tirando de mi cabello para que mi rostro volteara hacia ella. –

— Sí, las clases de cocina. –Respondí con un asentimiento de cabeza mientras levantaba mi pierna derecha para subir otro escalón. – algo sobre una crema que no resultó ser tan simple como esperabas.

— Sí, mis mini pastelitos quedaron horribles. –Bufó ella y no hice más que soltar una carcajada. – no llegué a probarlos porque realmente lucían muy mal.

— No esperaba menos de ti. –Musité e intenté sostener la bolsa con más ímpetu, para así no terminar con las compras en el suelo. – nunca se te dio muy bien la cocina, siempre era yo la que debía preparar la cena cuando mamá llegaba tarde y Greta no estaba.

— Y aun con todos los años de experiencia sigues cocinando asquerosamente mal. –Se burló Anne. –

Noté que iba a reírse de mí como siempre lo hacía, no obstante, una tos se apoderó de ella y ambas nos detuvimos al llegar al segundo piso, con la ex castaña recargando la palma de sus manos contra sus muslos mientras se encorvaba para intentar respirar en medio del ataque.

Mi mano fue rápidamente hasta su espalda y la otra buscó la bolsa pequeña de pañuelos individuales que siempre cargaba conmigo, entregándole uno de inmediato.

— Ten, toma esto. –Dije y ella lo aceptó, presionándolo contra su boca para seguir tosiendo, al mismo tiempo en que intentaba ingresar aire a sus pulmones. – ¿Tomaste la medicina esta mañana?

Mi melliza asintió con su cabeza y se enderezó tras unos segundos, con los ojos brillantes por el esfuerzo reciente y el pañuelo aun ocultando gran parte de su rostro. Lo primero que presencié fue el miedo en sus ojos, luego como el pedazo de papel era alejado de su boca y me enseñaba el color rojo que ahora estaba allí.

Anne estaba sangrando.

El mundo se me vino abajo rápidamente.

Una lágrima cayó por su ojo izquierdo y velozmente la acerqué a mi cuerpo, permitiendo que su rostro se ocultara en mi cuello y pudiera llorar, soltando el miedo, la tristeza y la negativa que ambas teníamos de que este momento llegaría. Mis brazos se apoderaron de su cintura y nos balanceé suavemente, al mismo tiempo en que mi mente maquinaba todos los movimientos que tendría que hacer ahora.

When I fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora