𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟕: 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒘𝒆 𝒈𝒐 𝒂𝒈𝒂𝒊𝒏

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Después de la ducha, después de comer y dar buena cuenta del buffet, volvimos a la intimidad de la habitación. Decidí meterme en la piscina para observar el mar con los brazos apoyados en el bordillo de madera y la idiota de Noah dijo que iba a jugar con la estúpida maquinita a los bichos japoneses. Me tenía ahí, sin sujetador del bikini y ella decidía que era buena idea quedarse tirada en el sofá en lugar de tener sexo en la piscina.

¿Me estaba castigando? ¿Era eso lo que estaba pasando por lo de la barca? Estaba segura de que sí, pero yo no iba a darle el gusto de verme suplicando por sexo. Oh, no. Si quería hacerlo ahora tenía que trabajárselo muchísimo más que antes. Ahora era yo la que estaba enfadada en cuestión de minutos y si se me acercaba iba a darle tal bofetón que...

Sentí sus brazos rodearme la cintura y pegarme contra ella mirando al mar. Dejó un beso en mi hombro, otro en mi nuca, su pecho desnudo pegando contra mi espalda y mi culo pegando contra su bañador. Solté un suspiro en mitad de una sonrisa al notar el grosor duro del arnés entre mis nalgas.

Me retractaba de todo lo que había pensado hacía unos segundos.

—¿Estás enfadada porque Grace no ha salido de la habitación aún y tú sí?

—Sí. Porque en lugar de estar así te has puesto a jugar con la maquinita. —Su mano retiró el tanga de mi bikini, bajándolo por mis muslos hasta que cayó al suelo de la piscina, que se agachó para recoger.

—Me estaba poniendo el arnés. ¿Sabes lo difícil que es encajarlo dentro de un bañador y que no parezca una tienda de campaña? —Me giré para quedar de cara a ella y de espaldas al mar, aunque su rostro no miraba el mío, se dirigían directamente a mis pechos, esos por los que había estado salivando en esa barca hinchable.

—No, no lo sé, pero me gusta hacer esto. —Me coloqué encima de la protuberancia de goma que recubría el bañador verde de Noah, frotándome contra ella lentamente.

—Me vas a matar —masculló, besándome la barbilla, siguiendo por la garganta hasta bajar entre mis pechos—. ¿Puedo? —Sostenía uno de ellos en su mano, acariciando mi pezón con su pulgar. No entendía cómo podía preguntar, cuando estaba totalmente entregada a ella, pero esa discusión la dejaría para más tarde.

Cada vez que mi clítoris frotaba un poco más con la punta del arnés, me hundía un centímetro en la piscina. Ella se ensimismaba con mis pechos, ni siquiera le hacía falta separarse para tomar aire, ni siquiera hizo el intento de abrir la boca para separarse de ellos. Estaba enganchada y su lengua no hacía más que acariciar las protuberancias de mis pezones, chuparlos, jugar con ellos hasta que los gemidos se me escapaban sin querer.

Aprendí con su lengua que mis pechos no eran algo inútil que otros podían mirar, también me daban placer. Me hacían sentir tan bien que, unido a mi entrepierna frotándose contra la punta del arnés creí llegar al orgasmo y ella también lo sintió. La velocidad con la que salían mis jadeos de la boca era cada vez más rápida, hasta que solté un gemido suave y agarré el pelo de su nuca con fuerza.

Supo que era hora de parar, era hora de mirarme, bajarse la goma del bañador y dejar el arnés libre para mí.

Yo no tuve que hacer nada, porque cuando quise darme cuenta ella ya estaba dentro de mí, embistiéndome como hacía rato que deseaba hacer. Me aguantaba los gemidos e intentaba minimizarlos besándola, cubriendo su boca con mi aliento jadeante, quedándome sin respiración durante un par de segundos cada vez que cambiaba el ritmo de las embestidas.

Cuando Noah sabía que yo estaba a punto de llegar, paraba y casi se salía de mi interior, moviéndose tan lento que me daba rabia, pero el placer se estiraba aún más. Entendí que el punto del sexo no solo era llegar al orgasmo y terminar, era la sensación de placer continuo en todos tus órganos más sensibles.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora