Capítulo Diecisiete: Pequeños Destellos

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El sol brillaba alto en el cielo, arrojando una luz dorada sobre el campamento militar. Soldier y Torcher estaban sentados bajo un árbol tras un entrenamiento particularmente agotador. Mientras descansaban, Soldier, como era habitual, comenzó a hablar, llenando el silencio con sus historias y bromas.

Al principio, Torcher mantenía su mirada fija en el horizonte, escuchándolo sin mucho interés aparente. Sin embargo, algo empezó a cambiar. No fue inmediato, pero poco a poco comenzó a notar detalles que antes no había visto.

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Soldier, gesticulando con entusiasmo, relataba una de sus típicas anécdotas. Estaba tan metido en su relato que, en un momento dado, su cabello avellana se desordenó, cayendo sobre su frente y enmarcando su rostro de una manera que Torcher no pudo ignorar.

La luz del sol se reflejaba en sus ojos miel, haciendo que brillaran con un tono cálido, como si llevaran un pedacito del amanecer en ellos. Cuando Soldier se echó a reír al final de su historia, Torcher sintió algo extraño: una calidez que se extendía por su pecho.

"¿Qué?" preguntó Soldier, notando la mirada fija de Torcher.

Torcher desvió la vista rápidamente. "Nada. Solo intento entender cómo puedes gastar tanta energía incluso después de entrenar."

Soldier se encogió de hombros, sonriendo. "Es un talento natural. Además, ¿qué sería de este lugar sin un poco de diversión?"

Torcher resopló, pero no pudo evitar que las comisuras de sus labios se curvaran ligeramente hacia arriba.

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Con el paso de los días, Torcher comenzó a fijarse más en Soldier, aunque nunca lo admitiera. Había algo hipnotizante en la manera en que sus mejillas se sonrojaban cuando contaba algo embarazoso, o cómo su sonrisa parecía iluminar incluso los momentos más oscuros.

Un día, mientras ambos trabajaban en la limpieza de armas, Soldier comenzó a tararear una melodía alegre. Era un hábito que tenía cuando estaba concentrado. Torcher lo observó de reojo, notando cómo el cabello de Soldier caía ligeramente sobre su rostro, dándole un aire descuidado pero sorprendentemente atractivo.

"¿Siempre tienes que hacer ruido?" preguntó Torcher con fingida molestia.

Soldier sonrió, sin detener su tarareo. "Claro, general. Alguien tiene que romper el silencio, ¿no?"

Torcher negó con la cabeza, pero sus pensamientos lo traicionaban. "¿Cómo es posible que alguien se vea tan... bonito haciendo algo tan mundano?"

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Esa noche, mientras compartían la cena, Soldier empezó a contar otra de sus historias. Esta vez hablaba de un día particularmente caótico en casa, cuando su madre había intentado cocinar un pastel que terminó siendo un completo desastre.

"¡Era tan malo que hasta el perro se negó a comerlo!" exclamó Soldier, riendo.

Torcher observó cómo sus ojos se llenaban de lágrimas de risa, y algo dentro de él se removió. Era una sensación cálida, casi reconfortante, como si la risa de Soldier pudiera derretir el hielo que había llevado consigo durante tanto tiempo.

"Eres un completo idiota," murmuró Torcher, pero su tono carecía de cualquier dureza.

"Gracias, general. Lo tomaré como un cumplido." Soldier le guiñó un ojo antes de seguir contando más historias.

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Torcher se dio cuenta de que cada vez pasaba más tiempo observando a Soldier sin darse cuenta. No era solo su sonrisa, ni su risa, ni el brillo en sus ojos. Era todo. La manera en que movía las manos al hablar, la forma en que se esforzaba en todo lo que hacía, incluso en las cosas pequeñas.

No podía evitar sentir una creciente admiración, aunque se negaba a ponerle un nombre. Soldier era diferente. Especial.

Esa noche, mientras ambos se despedían para ir a sus respectivas habitaciones, Soldier se detuvo en la puerta, girándose para mirarlo.

"Buenas noches, general. Gracias por soportarme otro día."

Torcher lo miró fijamente, como si buscara algo en esos ojos miel. Finalmente, asintió, su voz más suave de lo habitual. "Buenas noches, Soldier."

Cuando la puerta se cerró, Torcher suspiró profundamente, pasando una mano por su rostro. Estaba claro que algo estaba cambiando dentro de él. Soldier estaba empezando a ocupar un lugar que nadie más había tenido.

Y eso lo aterraba... pero, al mismo tiempo, no podía evitar querer saber qué vendría después.

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( Se acerca lo chido. )

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