𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟗: 𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂

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No me lo dijo, pero sé que estaba nerviosa. Yo también lo estaba, era una oficina nueva y eran compañeros nuevos. Aunque yo contaba con Grace, Noah y la bendición de la jefa, me causaba un resquemor agradable el conocer mi despacho por primera vez.

Era grande, más grande que el que tenía en Nueva York y las vistas no eran las mismas. El ventanal que tenía por pared a mis espaldas me regalaba las vistas al Downtown de Los Ángeles cuando apenas eran las ocho de la mañana. Me encantaba mi trabajo. Todo era igual que en Nueva York excepto la oficina y los nuevos clientes.

La primera clienta era una señora de unos sesenta años, residente en Calabasas, que quería hacer la fiesta de cumpleaños de su marido, Orlando. Setenta años, agente de bolsa, cuatro hijos y un amor por los coches que, según su mujer, en ocasiones sobrepasaba al amor que tenía por ella.

Quería algo grande, pero elegante. Sin mucha parafernalia, serio, pero alegre. No me dio más detalles que ese y que quería servilletas personalizadas con las iniciales de su marido, OL, Orlando Langstrom.

—Una cosa más, señorita Archer. —Apuntó con su dedo inicial, cargado con un enorme anillo de oro con un rubí cargando sobre este.

—Dígame, señora Langstrom.

—Ha mencionado usted la opción de un vídeo conmemorativo. ¿Sería posible integrar también esa opción en la oferta? —Asentí con una sonrisa—. ¿Cómo sería?

—Ese no es mi campo, señora Langstrom. La persona que lleva eso es nuestra directora gráfica, lo mejor será que ella se lo explique y luego le haremos el presupuesto.

Era emocionante saber que la persona que ocupaba el despacho en la otra punta del pasillo era Noah. Por el cristal de las paredes del despacho se podía ver cómo estaba al teléfono, frotándose la frente con los dedos en un gesto de estrés. Nos vio llegar de lejos y se apresuró a despedirse justo cuando llamé con los nudillos a la puerta. Hizo un gesto para que entrásemos en el despacho. No era tan grande como el mío, pero tenía las mismas vistas al Downtown, un enorme escritorio de madera maciza oscura, un Mac encima de la mesa que no se parecía en nada a su portátil polvoriento que parecía recalentarse y tener el motor de un avión dentro.

—Noah, esta es la señora Langstrom. —Dejé que entrase la señora con su bolsito delante de ella.

Noah levantó toda su envergadura de la silla, pantalón de traje burdeos y camisa blanca por dentro, y alargó el brazo para estrecharle la mano a la señora con una de sus mejores sonrisas. Esa sonrisa de buena con la que sus mejillas parecían llamarte para que las pellizcases era una ventaja con los clientes, sobre todo con señoras como ella.

—Encantada de conocerla, soy Noah Wilson. Siéntese. —Señaló con amabilidad la silla frente a su escritorio, tomando ella asiento en su sillón.

—Yo me voy, en cuanto termine...

—No, no. Siéntate, yo no me manejo bien explicándome. —Hizo un gesto con la mano para que me sentase a su lado.

Nuestras miradas se cruzaron durante una décima de segundo antes de que Noah se dirigiese de nuevo a la señora Langstrom.

—Dígame, señora Langstrom. —Cruzó las manos sobre la mesa, atenta a ella.

—Querría uno de esos vídeos conmemorativos para mi marido, Orlando. También querría las servilletas, cubiertos y ropa de inmueble serigrafiados con su nombre.

—Está bien. ¿Sabe cómo quiere el vídeo?

—Sí, sobrio, serio, elegante. Mi marido no es el mayor amante de la fiesta. Lo mismo para las iniciales.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora