5

388K 47.2K 43.4K
                                    

(***)

5



Desperté tan asustada que casi hice caer los implementos médicos conectados a mis extremidades.

Me encontraba en la habitación médica de nuevo, pero esa vez con el cuerpo hinchado y la mente plagada de dudas. Me incorporé con cuidado. No había nadie más ahí, solo las máquinas y yo. Agobiada, traté de rememorar lo ocurrido.

No había sido una pesadilla, en verdad había pasado. Estaba en peligro. Debía escapar de ese lugar, pero tenía miedo de poner un pie afuera y ser llevada de nuevo a la habitación de las pesadillas. Además de eso, una docena de preguntas revoloteaban por los compartimientos de mi mente: ¿En dónde estaba? ¿Por qué me habían interrogado como si fuera una enemiga? ¿Cómo podía huir?

Me exalté cuando la puerta de la habitación se abrió. Automáticamente me deslicé hacia atrás y me acurruqué cerca de la cabecera de la camilla. Era inevitable, mis sentidos estaban descontrolados, por lo tanto, mi cuerpo reaccionaba ante cualquier sonido o movimiento desconocido.

Un hombre atravesó el umbral de la puerta para hacerse visible.

Era él, el doctor. Vestía una bata blanca y sostenía una libreta.

-¿Cómo te sientes, Drey? -se apresuró a preguntar en tono afable.

Lo estudié con mayor detenimiento. Su cabello era ondulado y veteado en canas, entre las cuales se veían restos de un color rubio oscuro. Aunque su presencia no me intimidaba en lo absoluto y no me infundía miedo, no quise responder a su pregunta. Por alguna razón, como si no dominara el habla, mis cuerdas vocales no emitieron sonido alguno.

-No voy a hacerte daño, ese no es mi papel aquí -arguyó. Luego de un minuto de silencio, sumó-: Permíteme presentarme, soy el doctor Julian Palafox.

No parecía que fuese a lastimarme, pero ya era consciente de que no podía confiar en las personas de ese lugar.

Mirándome a través de sus gafas, esperó a que contestara. Un momento después de que mi cerebro diera la orden, hablé:

-Quiero irme -murmuré con voz seca.

-Entiendo, pero no estás en condiciones -dijo el doctor. Anotó algo en su libreta y luego volvió a observarme-. Mira, Drey, lo que pasó fue... fue terrible, lo sé. Pero si hay algo que debas decirnos, puedes confiármelo a mí y yo me aseguraré de que no vuelvan a lastimarte.

-Es que no sé qué es lo que quieren que diga -respondí con lentitud, mirando a mi alrededor como si en cualquier momento fuese a aparecer de nuevo el especialista Carter-. Ese hombre me hizo preguntas que no puedo responder porque no las entiendo.

El doctor Julian soltó una pequeña y falsa risa, sin embargo, aquel gesto no le hizo perder el brillo de afabilidad en sus pequeños ojos.

-No creo que esa actitud te ayude. ¿Por qué no dices la verdad? Quizás vaya contra la lealtad que te pidieron jurar, pero vale la pena si hace que no te maltraten más, ¿no lo crees? Piensa en ti, Drey, vamos -razonó.

-Eso es lo que he estado haciendo, he dicho la verdad -sostuve.

Un cosquilleo de impotencia me recorrió el cuerpo, como cuando se era culpado injustamente por algo que en realidad había hecho alguien más.

-¿Quieres mantener ese engaño? A Carter no le importará acabar contigo.

Tragué saliva y la garganta me ardió.

-¿Por qué no me creen? -inquirí con voz trémula-. Esto es tan confuso, tan...

Me vi incapaz de completar las palabras por la rabia. El hombre se quitó las gafas, y con su dedo índice y su dedo pulgar se frotó los ojos en un gesto de frustración. Luego se cruzó de brazos y me miró con cierta diversión, como si mi actitud fuera una buena función de circo.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora