*Capítulo 34*

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*Malik*

Mientras conducía mi moto por la playa maldije por centésima vez, en vista de que había tenido la temeridad de formular a Isabella es absurda promesa de ir despacio, y no solo eso, sino también había accedido a eso del "punto medio".

-Trataré de ser un punto medio-repetí con burla y disgusto mientras aceleraba con más fuerza. Había tomado mi moto muy temprano en la mañana antes de que alguien me encontrara en la cama con Isabella. Ella se había quedado ahí, después de que yo me deslizara lentamente fuera de la cama para no despertarla. Al menos ella parecía haber pasado bien la noche, para mí había sido una tortura. Tener su cuerpo endemodiadamente muy femenino a mi lado, con su piel sedosa y su cebello desprendiendo un delicioso aroma, no era algo que me provocara dormir y sin embargo no podía faltar a mi promesa.

-¡Maldito sea, maldito sea una y mil veces!

¿Qué estaba hacienda aquí todavía? Debí irme hace tiempo. Debí irme en cuánto no obtuve lo que había venido a buscar. Sólo quería sacármela de la cabeza acostándome con ella y en cuánto tuve la oportunidad debí convencerla. Sé que podía convencerla. Ella quería esto tanto como yo, lo sabía, y por alguna razón no podía continuar si no es de la manera en que ella me lo pedía.

Sin embargo, a pesar de lo tortuoso que había sido pasar la noche en la misma cama, no me moví de ahí. Debí irme. Pero no lo hice. Mientras la tenía acurrucada en mis brazos pensé varias veces en simplemente tentarla a desear más. Ardía por ella. Realmente me sorprendía las reacciones que Isabella desperteba en mí; nunca me había sentido tan susceptible con una mujer. La ansiaba con tal avidez que bastante hice con no tumbarla de espaldas allí mismo para descargar toda mi lujuria entre sus piernas con una ferocidad más propio de una bestia que de un hombre.

Lo que me detuvo fue la forma en que confiaba en mí.

De haber estado en su lugar, yo nunca habría confiado en el hijo de una familia enemiga, pero ella no parecía pensar mucho en esas cosas. Y de algún modo extraño sentía la necesidad de convertirme en el hombre que ella probablemente creía que era, aunque no lo era en absoluto. ¿Por qué? ¿realmente estaba dispuesto a llegar tan lejos para acostarme con ella cuando ella lo quisiera?

Sabía perfectamente que las mujeres me encontraban atractivo. Me había llevado a la cama a tantas mujeres que había perdido la cuenta, y por supuesto, nunca había tenido que obligarlas. Ellas siempre accedieron gustosas. Pero Isabella era mucho más cuidadosa en ese sentido, y esa parte de mí que deseaba complacerla finalmente se lo atribuí al hecho de que, aunque la mayor parte del tiempo lograba olvidarlo, había nacido caballero y me había criado como tal.

Aunque por mi lado, yo no había olvidado quien era ella. Simplemente que cada vez me parecía menos probable que me estuviera mintiendo.

Pensé eso mirando sus ojos grises y ese bello rostro de sirena que me cautivó desde el primer día.

Los recuerdos de la noche volvieron a mí.

-¿Tengo una mancha en la nariz para que me mires así? -me preguntó, y estuvo a punto de sacarme una sonrisa por ello. Definitivamente ella no pensaba en mí como un enemigo o alguien en quien no podia confiar.

Respondí sin pensar levantando una mano para pasar un dedo inquisitivo por el puente de su nariz. Isabella la arrugó. Adorable.

-De hecho, parece que te está saliendo un grano.

-¡No, Dios!

Su mano voló de inmediato a la nariz.

Esta vez sí que sonreí. Estaba la misma cama con alguien que podría matarla en segundos...y su mayor preocupación ¿era que le saliera un grano? Me quedé helado. Si supiera las cosas que he hecho, ¿me vería diferente?... me preocupó un poco el hecho de que aquello me importara.

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