3- Recuerdos perdidos

10 7 1
                                    

“Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.”

                                 George Santayana


Con cada sábado llega una esperanza, pero también una decepción. Precisamente porque es el día en que intento recordar, y vez tras vez, no lo logro.

Recorro sin prisa los pasillos la clínica, mientras pienso en cosas a las que no les puedo dar explicación, más precisamente, a recuerdos que no llegan. Frente a mi está la puerta del Dr. Angelo, inhalo, exhalo y doy dos toques.

—Adelante —reconozco la voz de mi médico, y como no hacerlo si llevo 10 años escuchándola—. Oh, eres tú. Pensé que no vendrías.

—Sabes que no me pierdo ninguna consulta, Angelo.

—Soy consiente de ello, pero con todo lo que estás pasando con tu madre, no lo sé.

—Ya veo que te ha venido con el chisme —pronuncio a la vez que ruedo los ojos con cansancio.

—Solo se preocupa por ti, Alicia. Entiende que para ella no es fácil.

—¡Para mí tampoco! ¿Crees que quiero esto? Angelo, estoy cansada, quiero saber quién soy y tal parece que a ella no le interesa.

—Puede que no —responde con simpleza, ganándose mi atención—. Ella ya sabe quién eres, eres su hija, una muchacha increíble en todo sentido, eso eres, solo que no te das de cuenta.

—Sabes que no me refiero a eso —desganada me dejo caer en la silla frente a su escritorio—. Quiero recordar, Angelo, quiero saber cómo fue mi niñez, quienes eran mis amigos, cómo aprendí a montar en bici. Quizás a ti te parece absurdo, pero para mí es importante.

—Intento entenderte, Ali. Pero te pido que también comprendas a tu madre, ella piensa que estás queriendo alejarla de tu vida. Cree que solo intentas reemplazarla.

—Jamás haría eso —me sincero con él.

—¿Ella lo sabe? —noto un deje de rol paterno en su voz—. Venga, no viniste a charlar con un tipo cuarentón, que se esconde detrás de una bata blanca —bromea y logra hacerme reír.

—Cierto —le sigo el tono de broma—. Angelo, necesito hacerte una pregunta —el tono de broma ha quedado atrás.

—Claro, las que quieras.

—¿Qué posibilidad hay de que recupere mis recuerdos? —mueve los labios para contestar pero le interumpo—. Quiero la verdad y que seas sincero.

—Alicia, hacemos todo lo posible porque tus recuerdos vuelvan —ya con eso lo sé todo—. Pero... del 1–100, las probabilidades son de de un 45%.

—¿Eso incluye los efectos de la medicación?

—No, con los efectos de la medicación, podría llegar a ser un 50%.

—¿En serio?

—Si, Ali. Lo siento mu...

—No no, o sea, pensé que eran menos las probabilidades —anuncio feliz—. Vale la pena luchar por ese otro 50%, y lo haré.

—Oh, ¡valla!. Pensé que reaccionarias diferente —admite rascándose la nunca—. Bien, me parece bien.

—¿No te emociona que tú paciente no se rinda? —cuestiono un poco dislocada.

—Si si, claro, es solo que no esperaba una buena reacción, solo eso—. Te recetaré unos medicamentos que llegaron nuevos a la clínica, son más eficaces que los anteriores.

Después de la consulta, me sentía lo bastante animada como para visitar a mi madre.

—¡Hija! No sabía que venías, no me avisaste, ¿quieres algo? ¿agua, jugo, té, café? —habla a una velocidad increíble tan solo abrir la puerta.

—Con que me dejes pasar estaría bien —al darse cuenta se hace a un lado para dejarme entrar.

—Sientate, iré a por una tasa de café. ¿Quieres?

—Si, ¿te ayudo?

—No no, yo puedo sola.

«Como siempre», pienso. Mi madre es una mujer de 40 años, solo que aparenta la mitad, gracias a su elegante figura y su rostro libre de arrugas. Claro, ¿qué persona sin preocupaciones tiene arrugas? Ninguna.

No me quejo de mi madre, simplemente, no nos parecemos en nada, ella es demasiado estética y yo demasiada sencillez. Por eso nunca hemos tenido una buena relación, y eso empeoró cuando hace unos años descubrí que...

—Por aquí una taza de café para la señorita independiente —lanza una indirecta mientras pone delante de mi el café.

—Mamá —digo a modo de advertencia porque se por donde viene.

—Vale, vale. Solo se me hace extraño el hecho de que ya no vivas aquí, la casa se siente sola. Y pues, no lo sé, estás creciendo...

—Mamá, que me valla de casa no significa que deje de quererte. Simplemente quiero tener mi espacio y no lo sé, tener algo mío, un lugar donde ser yo.

—¿Acaso no lo eras aquí?

—No es eso...

—Entonces, ¿qué es?

Aquí vamos de nuevo

Nada, solo olvídalo. Ya me tengo que ir —anuncio mientras miro el reloj colgado en la pared.

Hasta un reloj es capaz de mantenerse en pie, aún estando en el aire. Y sin embargo, yo estando en tierra firme siento que en cualquier momento me caeré, pienso tontamente antes de pararme.

—Sabes que siempre puedes volver, esta es tu casa —intenta convencerme.

—Ambas sabemos que hace mucho tiempo, dejó de serlo —con esto, cierro la puerta y me dispongo a ir a casa, mi casa.

A veces pienso, ¿qué tan diferente fuese todo si nunca me hubiesen abandonado?









~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Mucho tiempo sin actualizar, ya sé, pero entre la escuela, uno que otro malestar, en fin, que no había podido escribir. Pero aquí está otro capítulo de Identidad Incógnita.

Vamos poquito a poquito desenvolviendo el nudo del pasado 😏, ¿pérdida de memoria?, ¿diferencias?, ¿abandono?

Dejen sus comentarios, opiniones y sugerencias, los leo :)))



𝙄𝙙𝙚𝙣𝙩𝙞𝙙𝙖𝙙 𝙄𝙣𝙘ó𝙜𝙣𝙞𝙩𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora