6: primera parte.

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Primera parte



Cuando desperté por tercera vez, la habitación era más grande y no me encontraba sola en ella.

Incluso con la vista borrosa, reconocí al doctor Julian situado cerca de la puerta. Parecía estar teniendo una charla con otras dos personas: una mujer de espesos y rizados cabellos rojizos; y un hombre alto, fornido, de cabello castaño y postura recta. Ambos vestían pantalones verdes y camisas negras cuyo estampado en el pecho mostraba las iniciales que ya sabía que representaban a La RAI.

No tuve intenciones de moverme para avisar que había despertado, así que solo parpadeé esperando que mi vista se esclareciera por completo. A pesar de eso, ellos no notaron que ya estaba consciente y continuaron su charla:

—¿Y Carter cómo reaccionó? —escuché.

Mis sentidos despertaron apenas escuché ese nombre, y dirigí mi atención a la conversación que se llevaba a cabo.

—No dijo nada, solo se fue —respondió Julian negando con la cabeza—. Cuando lo supo no tuvo más que marcharse.

—Su reacción no es para menos —intervino el hombre de cabello castaño. Tenía los brazos cruzados—. Él está encargado de interrogar a cualquier prisionero, y más aún a cualquiera que se le descubra infiltrándose en la ciudad. Solo hacía su trabajo.

—¿Ustedes en verdad creen que El Imperio enviaría a alguien a infiltrarse de esa forma tan obvia? No lo subestimen —repuso el doctor, utilizando un tono más bajo.

El hombre de torso fornido sonrió.

—Pues en eso tiene razón. Creo que a Carter le faltó usar más la lógica. Desde que estamos aquí ha querido torturar a alguien y no ha podido. No es que nos llegan infiltrados muy a menudo.

La mujer de los rizos le dedicó una mirada fulminante a su compañero de uniforme. No le habían agradado sus palabras.

—Los métodos de Carter son brutales, muy efectivos si somos conscientes. Pero como dice Julian, al ser la primera persona que se encuentra queriendo infiltrarse, debió haber llamado al comandante sin perder tiempo —puntualizó ella.

—¡Pudo haberla matado! —exclamó el doctor con cierta indignación—. ¿Se imaginan? La primera persona inmune y... Carter pudo haberla asesinado. —Suspiró con algo de culpa—. Lo peor es que ella suplicó que le creyeran. Me siento culpable en cierto modo, yo dejé que se la llevaran por segunda vez. Tampoco le creí en un principio.

—Nadie le habría creído en un principio, y si no actúas rápido nadie le habría creído nunca. Habría pasado como infiltrada y de seguro terminaríamos por eliminarla —dijo la pelirroja. Sonaba severa—. No tienes que sentirte culpable, porque si lo pensamos bien suena absurdo, ¿un inmune a ASFIXIA? Parece muy irreal.

Julian miró al suelo.

—En tres años no hice esta búsqueda. Nunca escuché de tal proyecto, ni de un grupo de personas sometidas a experimentos contra ASFIXIA, pero al buscar en el sistema fue como... como si mi mente me dijera qué era lo que tenía que encontrar —confesó, pensativo. Luego alzó la cabeza y mostró una sonrisa triunfal—. ¿Lo ven? Fue una magnífica idea reactivar el sistema de archivos extraoficiales.

—No lo dudamos, doctor —asintió el hombre fornido.

La puerta de la habitación se abrió de golpe y un hombre entró al lugar. Por un pequeño instante pude jurar que el brillo en sus ojos se me hacía familiar, pero tenía la mente tan revuelta y los pensamientos tan confusos que no quise detenerme a saber la razón de la familiaridad que me inspiró.

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora