𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟓: 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂

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—Habéis llegado justo a tiempo.

Carol abrió los brazos a la vez que esbozaba una sonrisa enorme, moviendo las manos para que fuese hasta ella. Me abrazó y me frotó la espalda con entusiasmo, como si yo fuese la invitada especial de ese día. Mientras, Noah esperaba a mi espalda con las manos en los bolsillos de su pantalón corto deportivo azul, impaciente.

—Gracias por invitarme, señora Wilson.

—No hay de qué. ¿Vienes conmigo a preparar el almuerzo? —Ofreció con una sonrisa, sujetándose las manos delante de su cuerpo.

—Mamá, no seas tan... —Suspiró Noah, reprendiendo a su madre mientras negaba con gesto serio—. Chapada a la antigua.

—Ah, ¿ahora los jóvenes no hacéis de comer? —La señora Wilson se puso las manos en la cintura.

—No se preocupe, señora Wilson, me hace ilusión preparar el almuerzo.

—Bueno, mientras preparamos la comida... Noah, ¿podrías encargarte de Robin? Está en el jardín.

Noah no parecía muy feliz por cuidar de su sobrino. Sé que prefería sentarse en el sofá del jardín frente a la playa mientras yo le acariciaba los rizos al sol, pero le tocaba ocuparse de esa parte que ella no había pedido: ser tía.

Me besó en la sien y miró a su madre con el ceño fruncido, señalándola a modo de advertencia con el ceño fruncido.

—Nada de preguntas incómodas, nada de preguntar por su intimidad, nada de...

—No te preocupes, Noah. —Le di un apretón en el brazo, bajando mi mano hasta que mis dedos se enlazaron con los suyos—. Te puedes ir tranquila.

—Venga, no seas terca como tu padre, al jardín.

Se fue farfullando en voz baja y me hizo gracia ver toda su envergadura encorvada como si fuese una niña enrabietada. Con las deportivas blancas, el pantalón corto azul, la gorra negra y la sudadera ancha gris desapareció hacia el jardín trasero.

Seguí a Carol hacia la cocina y se giró hacia mí con una sonrisa orgullosa al mostrármela con emoción. Era una de esas cocinas con muebles de madera, fogones de gas y adornos con motivos marinos, al igual que toda su casa. Pero a pesar de ser una cocina amueblada en los noventa, era acogedora y limpia. La encimera, las espátulas y demás utensilios de cocina relucían como si nunca se hubiesen usado, como si todo lo que allí reposaba fuese recién sacado de su embalaje.

—Tiene una cocina preciosa —sonreí, mirando a mi alrededor.

En la puerta de la nevera, fotos del que presumía ser su nieto, Robin; de Noah con uno de sus trofeos de vóley, con su tabla de surf y el puño en alto; y de la que suponía que era Abby. Era guapa, rubia, ojos azules y aparecía en la nieve con su hijo, una foto en el hospital con su bebé recién nacido y otra graduada en la universidad.

—Gracias. Toma. —Me tendió un delantal con una sonrisa—. Para que no te manches ese vestido tan bonito.

—Muchas gracias.

—Mira mi hija cómo viene a verme, en chándal. ¿Tú te crees? —Se puso las manos en las caderas, negando—. Y mira tú, preciosa. —Sacó de la nevera la carne picada envuelta en papel y la dejó encima de la mesa.

—Noah siempre viste en traje —expliqué, ayudándola a sacar la cebolla y el ajo del último cajón de su nevera, poniéndolos junto a la tabla de madera.

—¿Sí? No lo sabía —respondió su madre con el ceño fruncido, dándome un cuchillo para que yo pelase el ajo.

—Solo se pone chándal y sudaderas en sus días de descanso. Normalmente va en traje —añadí, observando cómo la señora Wilson pelaba la cebolla encima de la mesa y agarraba el cuchillo.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora