Reuniones en Grinmauld Place

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Ginny demostró sus genes Weasley en la cena que organizó en Grinmauld Place.

Preparó la enorme mesa de la cocina porque dijo que era un evento familiar y que, en familia, la cocina era el lugar de reunión por antonomasia.

A nadie se le ocurrió contradecirla, ni siquiera a las serpientes, quienes se adaptaron a la situación como si siempre hubieran estado comiendo en las cocinas de sus enormes hogares ancestrales, aunque Hermione supuso que ninguno de ellos las había pisado siquiera alguna vez. A excepción de Pansy quien, debido a los reveses que había sufrido en la vida, tuvo que acostumbrarse a su nueva situación y se dedicó a ayudar a Ginny a servir el pan y a poner la mesa, ataviada con un mandil rosa y una enorme sonrisa satisfecha.

La cena resultó ser un feliz caos de conversaciones, risas, bromas y chistes regados con el buen vino de Zabini y la maravillosa comida de Ginny.

Lavender encontró en Luna una conversadora magnífica y, tras pedirle perdón por las veces que la llamó lunática y la encontró rara y controvertida, se dedicó a hablar con ella de cientos de plantas medicinales y sus usos en humanos.

Por su parte, Ron, Harry y Blaise se pasaron la mitad de la cena discutiendo sobre quidditch, sobre la liga nacional y la europea mientras Ginny y Pansy intercambiaban recetas y la morena le contaba las nuevas ideas que tenía para su firma de ropa en cuanto pudiera salir de la mansión de Blaise y volver al mundo real. La pelirroja, de cuando en cuando intervenía en la conversación sobre quidditch, dejando en claro sus propias opiniones y recordando a los hombres que ella era la única en aquella mesa que se había dedicado profesionalmente a ese deporte y que además continuaba viviéndolo de cerca porque había aceptado el trabajo de reportera deportiva que le habían ofrecido al dejar su puesto en las Arpias de Holyhead.

En medio del maravilloso caos que creaban todos sus amigos, Hermione se sintió feliz por primera vez en las últimas semanas.

—Espero que sigas haciéndolo más a menudo —dijo Theo a su lado.

—¿El qué?

—Sonreír —él agarró su mano por debajo de la mesa para darle un cariñoso apretón — creía que se te había olvidado como hacerlo.

—No seas tonto —respondió ella devolviéndole el apretón antes de apartar la mano para tomar un sorbo de jugo de calabaza — el mundo no se ha terminado y además después de ahogarme en la autocompasión me he dado cuenta de que ni todo está perdido ni debería haber dejado de creer... ¿Cuándo hemos tenido las cosas fáciles? —rió sin humor —no voy a rendirme Theo, creo que aún hay esperanza.

—Ahí está de nuevo, ese carácter Gryffindor tan incomprensible para mi —murmuró Theo mirándola con una mezcla de admiración y confusión.

—¿Es malo ser optimista, tener valentía o coraje? —dijo burlona

—No, siempre y cuando no roce la enajenación, el fanatismo o la insensatez.

—¿Crees que somos insensatos, serpiente?

—Creo que sois excesivos en muchos aspectos, querida —replicó guasón.

—Vencimos una guerra con nuestra valentía —rebatió con una sonrisa maliciosa.

—Vencisteis una guerra con más pelotas que sentido común —dijo entre risas —insensatos, como decía.

Ella le golpeó juguetonamente el hombro.

—En el fondo piensas que soy una crédula inocente.

—Sí —respondió con brutal sinceridad.

Hermione rió, aquella vez una risa sincera que hizo que Theo sonriera en respuesta.

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