7 - Segunda parte

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7

Segunda parte


Con esfuerzo y cuidado logré vestirme. El uniforme me quedaba holgado, pero ese no era un inconveniente para mí. Me calcé los zapatos y antes de salir dejé la mochila con el diario debajo de la almohada para que nadie pudiera verla o sentir ganas de hurgar en ella.

Exen esperaba en el pasillo. Estaba recargado en la pared con la mirada perdida en el vacío, pensativo. Hasta ese momento me parecía un muchacho intrigante, pero también algo entrometido.

Me echó un repaso tan obvio que puse mala cara.

—Qué buen esqueleto —silbó.

—Espero que eso sea una broma —le advertí.

—Todo mi mundo está hecho de bromas, Drey —dijo, divertido—. Y estás muy delgada, no esperes que no te fastidie por eso. Aquí todos nos fastidiamos por todo.

Entorné los ojos.

—¿Con qué te puedo fastidiar a ti?

Exen se encogió de hombros.

—Ya encontrarás algo, huesos. Ahora, andando.

—No me llamo Huesos —me quejé.

—De acuerdo, Huesos —canturreó.

No me molesté en discutir con él. Me pareció incluso gracioso, pero no se lo demostré.

Avanzamos a través de los mismos pasillos que vi al salir de la habitación médica con intenciones de huir. Llegamos hasta un ascensor y nos detuvimos a esperar. El hecho de que hubiera un elevador hizo que me preguntara cómo proporcionaban electricidad a la ciudad subterránea.

—¿Cómo tienen...? —intenté inquirir, pero Exen fue más rápido.

—Hay un par de centrales eléctricas y eólicas por aquí cerca. Está todo conectado a ellas. Mandan trabajadores para allá todo el tiempo, con trajes protectores, claro. La electricidad se usa para lo necesario.

El ascensor nos llevó a algún piso más arriba. Seguimos esa vez por un pasillo más largo. Cruzamos una puerta doble y por fin salimos del edificio.

La intensidad de la luz me cegó por unos segundos, pero cuando mis ojos se acostumbraron experimenté una oleada de emoción e impresión. Las personas iban y venían frente a mí, caminando alrededor de cabañas y siguiendo por calles de tierra que conducían a lugares que no alcanzaba a ver.

Al alzar la mirada descubrí que nos cubría un majestuoso cielo de piedra semejante a una bóveda. De él colgaban unas inmensas lámparas que proporcionaban toda la luz al lugar. Al fondo, a donde todas las miradas podían llegar, se erigía un gran reloj digital que marcaba la hora, y según él eran apenas las dos de la tarde. Debajo de esa misma estructura, cayendo con fluidez y agresividad, el agua en forma de cascada le robaba todo el protagonismo al entorno.

Me sumí en la enormidad de La RAI y en la grandeza de los muros que se alzaban en las esquinas.

—Podrías disimular un poco —me susurró Exen—. Ya sabes, haz como si lo conocieras todo.

Salí de mi embelesamiento y asentí porque tenía razón. De nuevo la cascada llamó mi atención. El agua que caía se perdía hacia algún lugar.

—¿Esa agua está limpia? —indagué.

—No del todo —contestó él—. La purifican para que se pueda ingerir.

—¿El gas la contamina?

ASFIXIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora