Capítulo Tercero - Las Cinco Puntas.

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De la nada el ambiente se tornó turbio, el cuarto no dejó de hablar, no con palabras, no eran necesarias, pero si con esas pequeñas señales que brotan cuando algo cambia. Una reverencia de Trete, la mirada al piso y un escalofrío por su columna me dejaron claro que aquella mujer era especial.
La bruma se desvanecía mientras aquella figura avanzaba hacia la escalera, Trete la miró como un bebé a su madre, y dando pasos atrás, mientras me quitaba del camino con su mano izquierda, dio paso libre al caminar de esa mujer tan bella. Su cabello caía como cascada suave y eterna, cubierto por una delgada corona de oro negro con incrustaciones de rubíes, esmeraldas, diamantes. Un rostro hermoso que era difícil observar sin sonrojarse, la piel de un tono que cambiaba constantemente, como si todas las razas vivieran en ella. Su figura delgada resaltaba en un vestido negro, que estaba cubierto por una capa morada que se transformaba; como si hubiera sido creada de la parte más delgada del humo, con un contoneo que hipnotizaba a Trete; como aquellas serpientes que danzan de lado a lado al compás del pungí, y dominan la mente de la cobra. La mano de Trete temblaba ligeramente y yo… solo quería observar a aquella mujer.
Bajó las escaleras paso a paso, pero sus pies no tocaban el suelo, aun así, el movimiento de estos asemejaba el andar; segura estoy que no lo requería, pero era parte central de aquel encantamiento maravilloso.
Avanzó hasta la primera silla, parándose detrás de esta, Trete y yo la escoltamos a la distancia. De la nada, una bruma negra y aterradora se desprendió de aquella mujer, cánticos oscuros y tenebrosos dieron forma a un monje druida, con capucha de un color verde muy oscuro, que no permitía ver su rostro, pero sobresalía su barba pelirroja con trenzas al estilo nórdico. Se quedó allí, parado frente a la silla, sin tomar asiento.
Lo mismo con la segunda silla, donde la bruma negra, (ahora con sonoros tambores que aceleraban el corazón y obligaban a sacar y a meter el pecho a un ritmo semi-lento), descubrió un hombre muy alto del color del ébano, solo la mitad derecha era tangible, la otra era humo, y se alcanzaba a ver que sostenía un cetro ceremonial con un diamante gigante en la punta, una gema negra que reflejaba tanto la luz del salón como el humo de su parte izquierda de una forma extraña.
Aquella mujer continuó rodeando la mesa, en el tercer asiento la bruma dejó ver una calavera carcomida por el tiempo, de huesos gruesos, con un penacho alto de plumas de color verde, y en cada pluma varios ojos que se movían libremente, nada se escapaba a sus miradas. Tenía un hacha en su mano izquierda y un libro incrustado en su pecho, con símbolos de color magenta que cambiaban constantemente.
La cuarta silla en la que se detuvo la mujer dejó ver la figura de un dragón azul que se perdía en el humo, tan azul como el más hermoso mar conocido. No tenía cuerpo en realidad, era solo una nube que proyectaba en su interior aquel animal, como si dentro de ella hubiera un mundo escondido y el dueño navegara por él con total libertad.
La última silla estaba junto a la cabecera, y le pertenecía a la mujer, que había cambiado totalmente su cuerpo. Ahora vieja y senil, con manos tan delgadas como una rama seca de rosal, un color negro transparente dominaba al verla, sus ojos tenían el color de pequeños carbones de madera encendidos al rojo vivo, toda su piel parecía madera vieja. Que extraño ser que no parecía tener forma ni color, pero al mismo tiempo, era tan común su cuerpo, que podría pasar inadvertida en cualquier asilo para ancianos.

Todos permanecieron de pie hasta que ella tomó asiento. De inmediato una vibración en la tierra se sintió, un temblor ocasionado por la acción de estar reunidos desató un sentimiento de poder, un poder que me carcomía el alma, me absorbía la vida lentamente sin que pudiera hacer nada al respecto.
Era cuestión de minutos para desvanecerme, para abandonar este mundo, entre monstruos o dioses, o sabrá la vida en realidad qué eran aquellas cosas.

Mi vista se nublaba cuando entre imágenes borrosas observé a Trete, con una lengua enorme me llenaba de saliva, recorría todo mi cuerpo de manera rápida y sin parar, una sensación tan desagradable. En cuanto mi conciencia volvió, corrí a un rincón y empecé a vomitar, sentí que la garganta escupía navajas, el dolor era inmenso, tan fuerte que no me percaté que estaba totalmente desnuda, dando un espectáculo asqueroso; aunque eso era nada en comparación con el sentimiento de haber sido violada, por dentro y por fuera. Trete me cubrió con su saco, despacio, abandonamos la habitación.
Al estar fuera, de nuevo un chasquido y mi atuendo volvió, solo que ahora era idéntica a Trete, pudimos confundir a cualquiera, a no ser por su altura, podría decir que era un clon suyo.

- ¿Qué pasó Trete?, Sigo perturbada por todo eso, ¡explícame!, ¿qué está pasando?.   - le grité de forma desesperada golpeando su bello rostro.

- Primero que nada, ¡cierra el hocico! Agradece que estuve allí para no dejarte caer en sus embrujos. Tuve el error de no sellarte antes de entrar. Por eso te cubrí con mi saliva, para reclamarte mía, aunque me arriesgué a que no lo permitieran y me castigaran por mi estupidez. Es la razón por la que te salve.

No esperaba su visita sino hasta el cumplimiento de los cien años de abandono. Esto es algo muy extraño.

Esas figuras que viste son las cinco almas que hace tres mil años vendieron el mundo, y lograron la victoria de la oscuridad sobre la luz. Casi nada existe más poderoso que ellos, se distribuyen por el planeta y cumplen las órdenes de nuestro señor, del líder de todo, el creador de la utopía terrestre.
Ahora ven, tenemos poco tiempo antes del Conciliábulo.-

Me llevó a la habitación con la chimenea, entramos en cuatro patas y me ordenó sentarme junto a la estatua sin cabeza. Al fondo, Dritte, Velte y Trite, se pararon frente al ventanal que deja ver el jardín y el árbol, con una voz ronca, casi un gruñido, Trite dijo...  - llegaron, no queda mucho tiempo para el amo -

Un suspiro de preocupación brotó y aquella ventana se empañó dejando ver una figura desconocida.

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Amigos, Feliz Navidad a todos.
Gracias por seguir leyendo mi historia; sé que cada capítulo les va a gustar.

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