2. Marco

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— Y entonces haces todo esto, porque sino no podrás tener esas acciones — señaló Marco.

Habíamos quedado para conocernos un poco más, llevábamos ya tres días quedando y la verdad es que la idea había funcionado muy bien.

Hablábamos de nosotros, de nuestros gustos, de nuestra vida y también de lo que tendríamos que hacer durante los días que estaríamos en mi casa.

— Sí, eso es. Ya que gracias a ellas, o sea, a mi parte de la empresa, podré viajar como siempre he soñado.

— ¡Vaya, que bien! ¿Y de qué es la empresa familiar?

— Unos grandes almacenes — le respondí — Los llevan entre mi padre y mi hermano y mi hermana y yo sólo tendremos acciones, nada más.

— ¡Oh, vaya! Pero 4¿no es un poquito machista eso?

— ¡Ah, no! Es que ni a mi hermana ni a mí nos han gustado nunca la administración de empresas, ambas hemos preferido dedicarnos a otra cosa, yo me decanté por la historia y el diseño de joyas y mi hermana estudio lenguas y es traductora e interprete.

— Ya entiendo.

— Mis padres fueron muy comprensivos en eso, la verdad. ¿Y tú? Dime, ¿cómo perdiste a tus padres? — le pregunté.

— Mi madre murió el día que yo nací por complicaciones durante el parto, y mi padre se suicidó unos días después, por una grave depresión — me contó.

— Vaya, qué pena — me lamenté.

— Sí, pero bueno, no puedo quejarme. A pesar de todo, pude estudiar y sacarme la carrera.

— Ya veo. ¿Y como te hiciste... esto...? — me costaba llamarlo de aquella manera, no me gustaba la palabra, me parecía un tanto despectiva, sobre todo para un chico como él, tan guapo, simpático, educado.

— Chico de compañía. Bueno, pues estaba en un momento en que iba a empezar la carrera, vivía en un piso con un amigo y necesitaba un trabajo, ganar dinero para pagar esas cosas. Un día en una fiesta se me acercó una mujer de unos 50 años, guapa, muy bien vestida, elegante, y con un aire muy glamuroso, me dijo que si me había planteado dedicarme a dar placer a las mujeres, me dio una tarjeta y me dijo que si necesitaba trabajo que la llamara allí, que ella podía ofrecerme un trabajo en el que ganar bastante dinero dando compañía a mujeres como ella. La llamé un par de días después, y aquí estoy.

— ¿Y nunca te has planteado hacer otra cosa? — le pregunté curiosa.

— Sí, la verdad es que sí, cuando terminé la carrera estuve un tiempo buscando algo de ingeniero de Telecomunicaciones, pero nada, no encontré nada, o pedían experiencia, o me ofrecían algo que no me satisfacía, y como gigoló ganaba lo suficiente para poder vivir.

— ¿Y te acuestas con todas la mujeres con las que sales? — le pregunté.

— No, no, algunas solo solicitan mis servicios para que las acompañe a alguna fiesta o a alguna cena. Solo me acuesto con las que lo solicitan expresamente. — Me explicó, lo que supuso cierta frustración para mí, no sé por qué. — ¿Qué te parece si vamos a comprar los vestidos para la boda? — me propuso entonces.

— Vale — acepté, pues a pesar de que tenía muchas ganas de saber cosas sobre las mujeres con las que se acostaba, creo que ninguno de los dos quería, en realidad, hablar más de aquel tema. Yo por miedo a que lo que me contara no me gustara y él, porque supongo que se sentía incómodo.

 Fuimos al centro comercial Porta di Roma, Estuvimos visitando varias tiendas y finalmente él se compró un traje oscuro, muy elegante y yo un vestido largo, de terciopelo, rojo granate. Cuando terminamos con las compras él se ofreció:

UN NOVIO PARA NAVIDADWhere stories live. Discover now