Cuando se atesoran las buenas nuevas

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Hola a todos, ¿qué tal? primero que nada, debo decir que este capítulo es el final de este fanfic, así que saquen sus pañuelos :( 

***

Damian calló por unos instantes, pero recuperó el habla en unos segundos después. Debía decirle sí o sí, su suegro, después de todo no resultó ser tan celoso con Anya como pudo haber imaginado, pues aceptó la relación sin comentarios despectivos. Así que validando eso, habló.

—Qui-quiero casarme con Anya cuando salgamos de la academia.

Silencio sepulcral.

Lloid, si bien sabía que el hijo del difunto objetivo se había enamorado de Anya de forma irremediable, e incluso siendo consciente de que este momento ocurriría tarde o temprano, se sorprendió de igual manera. Pero pudo notar el nerviosismo de Damian, así que le sonrió con afabilidad para disminuir el malestar de su yerno.

—Me parece perfecto —dijo Lloid con una sonrisa natural. Luego, su estado de ánimo cambió un sombrío y oscuro para decir otra clase de palabras—. Pero, a lo que la vea llorar por ti, considérate hombre muerto, Damian.

Damian sintió como le daba un escalofrío por el cambio de actitud de Lloid, pero no le quedó más remedio que asimilar todo.

—Le prometo que la haré muy feliz —dijo Damian con sinceridad para aligerar el ambiente.

Suegro y yerno siguieron con su caminata y volvieron a hablar de trivialidades. Estaban de regreso, al llegar al departamento, Damian le avisó a Anya que mañana quería ir a un restaurante, porque quería decirle algo importante y que, por ende, debía ir elegante, ella asintió. Luego se despidieron con un tierno beso y Damian se fue. Tanto Lloid como Yoru se fueron a dormir a sus respectivas habitaciones. Y Anya igual fue a la suya, con una intriga de niveles colosales. Lo único que quería era saber de que habían hablado su padre y su novio, sin embargo, no quería que Damian se enojara con ella, pero eso no quitaba su curiosidad. En fin, ella aceptó que era mejor sorprenderse ante saber a escondidas, a pesar de todo. Y con ese pensamiento se quedó dormida.

Al otro día, ya había llegado el momento de la verdad. Pues almorzarían en un restaurante famoso por ir muchos idols y estrellas. Anya, quien usaba un vestido sin mangas, verde metálico con escote circular que le llegaba tres centímetros arriba de la rodilla, estaba entrando al restaurante junto con Damian, que vestía un traje de color gris.

Conversaban acerca del clima, pues hacía un calor insoportable, por lo que esperaban que el restaurante tuviera aire acondicionado. Cosa que fue así. Se adentraron en el restaurante y se fueron a la zona VIP, en donde las mesas estaban más alejadas unas de otras que las del pasillo común. Se sentaron, ordenaron, y cuando llegó la comida, Damian comenzó a preparar su discurso. Para ello, se levantó de la silla y se paró enfrente de Anya.

—¿Qué pasa, Damian? —dijo Anya intrigada.

—Anya, yo quiero...yo quiero decirte que te amo con toda mi vida. Has sido mi primer y único amor en toda mi existencia y es por ello que a estas alturas no podría imaginar ni un segundo una vida sin ti —dijo Damian inspirado mientras se arrodillaba ante ella—. ¿Así que, Anya Forger te casarías conmigo? —. Damian sacó la cajita de terciopelo azul de su bolsillo derecho y la abrió.

Silencio.

Anya se sorprendió. Como no solía ver películas de romance, jamás esperó algo como lo que acababa de presenciar por parte de su novio. Entonces, quedó en un shock en donde los ratones le habían comido la lengua, pero se despabiló al ver el cambio de expresión de felicidad a preocupación en el rostro de él. A punto de llorar de la emoción y con una sonrisa de oreja a oreja Anya cortó el silencio.

El amor siempre floreceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora