*Capítulo 50*

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*Malik*

Crucé la calle sin perderla de vista y un auto frenó en seco cuando me interpuse en su camino. El conductor se asomó por la ventilla «¡Imbécil, mira por dónde vas!» gritó. Yo no le presté atención. Todo lo que me importaba, lo que me había mantenido noches enteras sin dormir, lo que me torturaba por dentro, se encontraba al otro lado de la calle, y estaba huyendo de mí.

Llegando a la vereda, me topé con una multitud de personas caminando del lado contrario al que quería ir y las esquivé, algunos, quizá, hasta los empujé, abriéndome paso como fuera para llegar a ella. Mis ojos estaban permanentemente sobre la chica, todavía seguros de haber visto correctamente y temerosos de volver a perderla. Todavía me parecía una locura. Mi lado más razonable todavía dudaba y necesitaba comprobarlo desesperadamente. Las probabilidades eran muy bajas. Yo vi cuando el agente le apuntó el arma a la cabeza y oí el disparo.

Si esto era sólo un espejismo, ya estaba durando demasiado. Por otro lado, si era ella, ¿por qué estaba huyendo de mí? ¿Me habría buscado? O quizá pensó que yo también quería hacerle daño.

—¡Isabella! —grité de nuevo, pero ella no se detenía.

Dobló en la esquina. De pronto tuve el camino libre y avancé rápidamente a la misma esquina. No estaba por ningún lado.

«No, no, no... Tiene que estar por aquí»

No había forma de que desapareciera tan rápido salvo que haya sido un fantasma. Y yo no creía en los fantasmas. Mucho menos en fantasmas que salen corriendo.

Seguí caminado mientras la buscaba con la mirada.

Comencé a preguntar a la gente que pasaba por ahí: —Disculpe, ¿vio a una chica de esta altura, cabello negro, blanca, con camiseta azul...?

Repetí la misma pregunta a dos o tres extraños, sus respuestas fueron negativas, y uno casi me reconoce «¿Te han dicho que te pareces mucho al príncipe?». Me aparté antes de que se diera cuenta de que lo era.

Entonces ella cometió un error.

Se asomó por la vitrina de una tienda de dulces, tal vez queriendo asegurarse de que me haya ido, pero la vi.

La joven se dio cuenta que empecé a correr hacia la tienda por lo que ella intentó salir antes para seguir huyendo, pero en cuanto cruzó la puerta hacia la calle y avanzó unos pocos metros, yo la atrapé del brazo, la halé hacia un lado a un callejón poco concurrido entre dos edificios, y la giré.

Antes que cualquier otra cosa, antes de siquiera preguntarme cómo esto era posible, o por qué había huido de mí, lo primero que sentí al verla tan de cerca y reconocer ese rostro, esos ojos, esas pestañas rizadas, esos labios... no fue más que un profundo alivio. Era real. Isabella estaba frente a mí. Mis ojos no se apartaron de su rostro y levanté mi mano hacia su mejilla como si estuviera en medio de un sueño, ella intentó alejarse, pero hice lo que me proponía de todos modos. Isabella también me miraba y por su expresión no estaba muy contenta de verme.

—Malik...—profirieron sus labios. No terminó la frase, pero al parecer quería que la soltara. No pensaba hacerlo. No quería que volviera a escapar. Pero había dicho mi nombre, al menos con eso ya sabía que la pérdida de la memoria no había sido una de las razones por la que se había ocultado tanto tiempo. Ella sabía perfectamente quién era yo.

Continué acariciando su rostro, su piel tan tersa como la recordaba, delineando su quijada con la yema de mis dedos...ella reaccionó dejando escapar un leve suspiro. Aquello me confirmó que definitivamente no era un sueño. Me permití creer.

—Santo cielo, si eres tú ...estás viva.

—Ma...Malik...no... —balbuceó como queriendo decirme algo, pero sin saber cómo. Sin duda debía darme una explicación para esto. Después de todo, yo creí que estaba muerta mientras ella sabía perfectamente que yo estaba vivo. Aunque podía deberse a que no sabía como encontrarme, pero ¿qué hay de sus padres? ¿por qué nunca contactó con ellos? ¿Podría ser que tenía miedo de que mi padre la hallara de nuevo? Y tal vez pensó, cuando me llevaron de vuelta al palacio, que yo había vuelto a estar del lado de mi padre. Tal vez ya no quería confiar en ningún Escarlata y no la culpo por eso.

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