1. MI HERMOSA PIEZA DE ARTE

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Eduardo era un joven de 28 años apasionado por las artes y todas sus formas de expresión, se ganaba la vida dando clases de pintura en la Ciudad de México, era muy querido en la comunidad y todos sus alumnos y alumnas lo apreciaban mucho ya que les ayudaba bastante a mejorar en sus pinturas.

Un sábado por la mañana una chica de cabello castaño se apareció por el lugar buscando inscribirse en dichas clases, su nombre era Bárbara, tenía 26 años y trabajaba dentro de una farmacéutica muy importante, estaba muy agradecida con su trabajo, pero de vez en cuando quería distraerse un poco de todo así que decidió tomar clases de pintura.

—Disculpe, ¿usted puede darme informes sobre las inscripciones? —preguntó la castaña.

—Por supuesto, yo soy el dueño del lugar, mi nombre es Eduardo, ¿en qué te puedo ayudar? —contestó Eduardo mientras terminaba de levantar la cortina del lugar.

—Básicamente quiero distraerme un poco y aprender lo básico sobre la pintura.

—Esta semana estamos viendo la técnica de pintura al óleo, si gustas puedes quedarte a la clase de hoy sin ningún costo, tómala como una clase muestra, si te gusta lo que ves te inscribes y si no puedes buscar en otro lugar.

—Me encanta esa idea, muchas gracias, me llamo Bárbara, por cierto —Se sentía cómoda.

—Un placer, Bárbara, como verás apenas estoy abriendo el lugar, tenía planeado mover algunas cosas de lugar —dijo Eduardo mientras se sacudía las manos—. Las clases inician en un par de horas, si gustas puedes esperar o volver en un rato.

—No me molesta esperar.

—Aunque si te parece, puedo invitarte a mi departamento, está a unas calles de aquí, ahí podrás ver muchas de las obras que pintamos... —comentó Eduardo con una voz amable.

—Claro, podría ser de ayuda para saber que puedo aprender aquí —dijo Bárbara muy despreocupada.

Eduardo bajó la cortina del lugar y guio a Bárbara hasta su departamento, la verdad es que Bárbara era una persona muy amable y confiada, es por eso por lo que no tuvo problemas en aceptar la petición de Eduardo, de cualquier forma, si algo salía mal ella siempre cargaba con algo en su bolso para defenderse.

—Y dime, Bárbara, ¿alguna vez has pintado algo?

—Si te soy sincera solo he pintado una vez y fue cuando estaba en la preparatoria, ya sabes un típico trabajo para la clase de artes, de ahí en fuera soy una completa amateur en el tema —contestó Bárbara con una sonrisa.

—Bueno siempre podemos aprender nuevas cosas, me alegra que hayas elegido la pintura, hoy en día mucha gente la desprecia... —Eduardo sonaba algo decaído.

—Me gusta mucho mirar las piezas de arte en los museos, en parte ese gusto también me impulsó a tomar esta decisión.

—No te vas a arrepentir, te lo aseguro.

Luego de caminar por unos cuantos minutos finalmente llegaron al edificio, cuando entraron los sonidos de los pasos se hacían notar bastante por el eco, la mayoría de los departamentos estaban desocupados y el soplar del viento causaba escalofríos en Bárbara, era una atmosfera algo lúgubre. Eduardo vivía en uno de los departamentos del último piso, cuando subieron todos los escalones y llegaron hasta arriba una silueta humana se veía al fondo del pasillo, poco a poco esta se fue acercando hasta que se hizo visible la persona, se trataba de un hombre de aproximadamente 35 años de edad, tenía ojos oscuros como la noche y una mirada que penetraba hasta el alma, su cabello era negro como el carbón.

—Buenos días, Eduardo —dijo aquella persona misteriosa con una voz ronca.

—Buenos días, Sergio.

Historias de TerrorWhere stories live. Discover now