PRECUELA DE: EL OMEGA Y EL EMPERADOR
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Sin atreverse a decir algo más que tragar duro, Shen Qingqiu simplemente obedeció.
La alfa colocó cuidadosamente aquel pétalo sobre la lengua de Shen Qingqiu. Cuando el pétalo se asentó como debía sobre la superficie, Yu WeiXi lo instó delicadamente a cerrar la boca.
―Muy bien, ahora voy a frotar un poco tus orejas. Como dije antes la naturaleza de Qingqiu parece ser la de un zorro que ha nacido algunas veces como un felino. Ambas especies tienen reacciones similares. Por lo que tal como hice contigo para revisarte también debo pedirle permiso a tu bestia interna, ¿me permitirías?
Sin aun entender muy bien Shen Qingqiu asintió notando la bonita sonrisa de Yu WeiXi cuando sus manos pasaron por los lados de su rostro buscando sus orejas.
Honestamente no entendía que podría sentirse bien que tocaran eso, no era como si fuera un gat-
―Te tengo.
Oh...
Ooh...
¡Ooooh!
Oh, eso se sentía tan bien, era tan agradable y cómodo como si su cuerpo hubiera sido bañado con las aguas de una cascada de absoluta relajación.
Con gentileza los dedos de Yu WeiXi masajearon el borde de sus oídos en círculos. Sus uñas cortas rascaron suavemente detrás de estas sin lastimarlo en ningún momento.
El ronroneo fue inevitable. Como la sonrisa dulce y satisfecha de Shen Qingqiu, Yu WeiXi no pudo evitar sonreír alegre ante esa reacción.
Los felinos y los zorros eran tan tiernos, siempre reaccionaban así cuando buscaba tener contacto con la conciencia animal.
Y tal como Yu WeiXi explicó en algún momento su vista se oscureció, sus ojos se cerraron y su rostro se relajó.
Cuando los ojos verdes se abrieron nuevamente un par de frías pupilas rasgadas le miraron seriamente con un bonito gesto de molestia en medio de un brillante esmeralda parecido a un par de luciérnagas. El ronroneo se había detenido abruptamente, dándole paso a los gruñidos profundos y territoriales.
―Y ahí estás. Es un placer conocerte.
Aun cuando la bestia interna de Shen Qingqiu apareció mirándole de esa manera y apuntando sus feromonas contra ella como lanzas entre hojas y troncos de bambú y tallos de narcisos, junto al aroma del té verde frio echado a perder, la alfa no se inmutó. Por el contrario, miró maravillada esa mirada tan gélida que le decia "tú no eres mi alfa, explica porque me llamaste"
Ah, así que tenía razón.
Dominantes. Ambas conciencias eran dominantes. Criaturas que amaban controlar a otros, someter a las naturalezas débiles. La vida animal no solo se trataba de aspectos sexuales. El dominio y la sumisión no solo eran comportamientos guiados por el sexo, aun cuando era algo que si podría presentarse en cualquier ser vivo durante la cúpula.
