Capítulo 4

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Era entrada la mañana cuando el teléfono de la casa sonó. Terry, quien estaba metiendo una carga de ropa a la secadora, dejó su labor para contestar. Antes de levantar el aparato, fue a echarle un ojo a sus sobrinos, quienes veían la televisión en la sala.

— ¿Diga? — Inquirió el castaño al contestar — Si… lo tengo apagado, se está cargando… no… ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Ahora? ¿Están seguros que es el? Ok, ok, ¿Ya tienes la orden? De acuerdo… si, si, voy para allá, no, mejor ven por mi, así no perdemos tiempo, voy a cambiarme y a llamar a la niñera… te espero en media hora Sánchez.

"¡Maldición!" Exclamó él hombre en un susurro después de colgar.

Su compañero acababa de decirle que, un hombre al que tenían en la mira por un homicidio, había sido visto entrando a un lugar donde se distribuían drogas. El ayudante del fiscal había firmado la orden de registro, y la comisaría había armado una redada. Él, como asignado al caso, debía ir al operativo; así que ahora, debía buscar con quién dejar a sus sobrinos.

La primera persona que le pasó por la mente fue Lauren. Ella siempre estaba dispuesta para cuidar de los niños, además de la ventaja de vivir al lado y que no le aceptaba la paga que ofrecía cuando Allison los cuidaba. El problema era Candy. Ella no estaba al tanto de su situación, y no sabía cómo lo tomaría cuando se enterara.

La adolescente no podía ir. Le recomendó a otras dos chicas, pero no las pudo localizar. Sin más opciones, una vez vestido para ir a trabajar, salió por la puerta lateral, la que daba de frente a la casa de Albert y Lauren Ardlay.

La dama lo invitó a pasar al verlo.

— Buenos días Terry — Saludó la rubia.

— Buen día Lauren, yo… — Se rascó la cabeza — Quería saber si puedes… si no es molestia… — Miró hacia su derecha, a las escaleras que daban a los cuartos de arriba.

— Vas a trabajar ¿Cierto?

— Si… Allison no puede quedarse con los niños pero… si tú no puedes… si no quieres… yo… lo entenderé…

— No te preocupes por ella — Señaló hacia arriba — Todavía está dormida, cuando despierte hablaremos con ella, tiene muchas cosas que contarnos.

El se miró la mano herida.

— Tu ¿Estás bien? — Inquirió Lauren, sin necesidad de explicar a qué se refería.

— Todavía estoy algo confundido, no sé qué pensar, no sé qué haré cuando la vea.

— Lo resolverán hijo, estoy segura de eso — Afirmó la mujer.

El asintió no muy convencido, y tras reiterar la ayuda,  fue en búsqueda de los niños.

Mary Sue sonrió cuando supo que se quedaría con Lauren, al igual que Rosie, a ambas les gustaba quedarse con ella, pues se ponían a hacer galletas. Jordan solo asintió, tan serio como siempre.

El castaño solamente necesitó dejarle las llaves a su vecina. Si los niños necesitaban algo, tenía la confianza que ella entraría a la casa a tomar lo necesario sin más.

Con ambas niñas tomadas de su mano, entraron a la casa de los Ardlay.

Ya que Albert estaba en la sala leyendo el periódico, el niño se fue a sentar junto a él, quien le dio la sección de caricaturas al tiempo que le hacía un saludo a Terry con la cabeza.

Mary Sue se sentó en la silla del desayunador, pues Lauren les estaba sirviendo frutas en un plato.

Rosie, en su todavía poco comprensible lenguaje, preguntó por Cris, el hijo de Karen, quien se había convertido en el amigo de juegos de la pequeña.

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