Capítulo 6 - Delirios de princesa

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◆ALLIE◆


Sacudo ambas manos en el aire, despidiéndome de Ryan con una sonrisa que amenaza con dividir mi rostro. Él hace sonar la bocina y saca la mano por la ventanilla, haciendo la señal de paz, mientras se aleja en la oscuridad de la noche.

No puedo estar más contenta después de tremenda tarde que he pasado. Y mucho más después de las increíbles noticias que recibí. Estoy casi segura de que nada podría arruinar mi humor, sin embargo cuando doy la vuelta para entrar a la casa me encuentro con mi padre de pie en la puerta. Su figura robusta obstruye el camino. Él está cruzado de brazos y ceñudo, cosa que es usual desde hace ya varios años en él, dándole caladas a su cigarro.

Entorna los ojos hacia mí, lo que me hace contener el aliento.

—¿Era ese Ryan? —me pregunta, su voz suena estudiada y hasta diría que pacífica. No logro deducir segundas intenciones en sus palabras, si es que las tiene.

—Así es —asiento, formando puños con mis manos a los lados para evitar que los temblores de mis manos—. Lo encontré en el pueblo y se ofreció a traerme.

Papá me estudia con la mirada, con desconfianza, y asiente.

—Ryan es un buen muchacho —dice—. Pero no me gusta que andes tan tarde vagando por ahí. Podrían haber malos entendidos —se aclara la garganta, incómodo, y luego enseria el semblante—. La gente no se tentará el corazón para decir que eres una ramera a la primera oportunidad Alexis. Así que más vale que tengas cuidado con lo que haces. ¿Entendido?

Mi mandíbula se tensa, muerdo el interior de mis mejillas y mis puños se aprietan con más fuerza hasta conseguir que las uñas se me entierren en la carne de las palmas. El dolor ayuda a contener los sentimientos dentro de mí y a mantenerme firme delante de mi padre. Claro que sé que la gente no se inmutará para despotricar sobre mí cuando es él, mi propio padre, quien siempre está a la espera de que cometa un error para ser el primero en enjuiciarme.

Él deja escapar unos anillos de humo por la boca y se saca el cigarro de la boca, dando un paso hacia mí. Su estatura y el hecho de que es un hombre corpulento siempre me hizo sentir protegida, sin embargo ahora me amedrenta, me hace sentir demasiado pequeña.

—¿Entendido? —repite, frunciendo el ceño.

Giro la cara hacia un lado, odiando el olor a cigarro, y asiento.

—Entendido —escupo la palabra—. Iré a ver a mamá —le informo, apresurándome a entrar a la casa.

Tragándome las inútiles lágrimas, me esfuerzo por componer la expresión de mi rostro y voy en busca de mi mamá, que sé que se encuentra en el comedor.

Las voces me alertan de que ella no está sola. Su risa suave y la grave de Luke resuenan por el pasillo, instándome a averiguar qué los tiene de tan buen humor. Porque, vamos, una inyectada de su alegría no me vendría mal en este momento para disipar los malos sentimientos que la corta charla con mi padre depositaron en mí.

Lo terrible es que el motivo de que ellos estén riendo es ni más ni menos que nuestro inquilino indeseado. Matthew Adams está sentado a la mesa comiendo a toda prisa como un troglodita sin modales. Lo veo troceando el pan y remojándolo en lo que me parece ser la deliciosa crema de zanahoria de mamá para luego llevárselo a la boca a las prisas, justo unos segundos antes de darle una gran mordida a la chuleta. Luke sigue sus movimientos y ríe, negando con la cabeza. Mi tío también está comiendo, solo que él lo hace civilizadamente.

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