Capítulo 21

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Las palabras que me dijo la profesora Alena el día de ayer no han dejado de resonar en mi cabeza, pero no estoy segura de querer indagar más

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Las palabras que me dijo la profesora Alena el día de ayer no han dejado de resonar en mi cabeza, pero no estoy segura de querer indagar más. Ya he tenido suficiente con la rubia. Lo mejor es mantenernos separadas. Terminaremos el trabajo pendiente y después cada una se irá por su lado.

«Aja, y la luna es de queso.»

—Alexa —Daya agita su mano enfrente de mi rostro, sacándome de mis pensamientos—. ¿Qué te pasa? Estás como ida.

Cómo me gustaría poder platicarle lo que me pasa, pero no puedo. Bárbara no solo me ha hecho daño a mí, sino también ha lastimado demasiado a Daya. Por lo que el que esté enamorada de ella no sería más que un punto de quiebre en nuestra amistad.

—Nada, estoy un poco cansada —miento, sintiéndome la peor amiga del mundo—. ¿Cuál cantaremos?

Llevamos ya casi tres horas tocando en el bar de Julio. Hoy hay mucha más gente, al parecer les está gustando mucho cómo tocamos, y eso me hace feliz.

—La que tú quieras, pero decídete ya, que si no nos linchan —dice, viendo cómo la gente pide a gritos que regresemos a tocar. No hemos parado apenas y nos tomamos los primeros 5 minutos y ya nos quieren de vuelta.

—Tendrán que esperar. Em fue al baño —le respondo mientras me encamino rápidamente por un trago de whisky para aclararme la garganta.

Regreso con la copa en mano. Veo que Em ya regresó, por lo que suspiro pasándome mi trago al hilo.

—¡No puede ser! —suelta Daya, rodando los ojos. Volteo hacia donde está mirando y la veo: la maldita pesadilla que no puede dejarme un día en paz. Para colmo, llega con el homofóbico de su novio. La tiene pegada a él, haciendo que la sien me palpite y la boca se me reseque.

Jamás me había sentido de esta manera. La he visto durante años con él, por lo que estaba acostumbrada, pero ahora es diferente. Ahora que pude tener un pedacito de ella, que he probado sus suaves labios, no puedo evitar enojarme.

El solo pensar que el imbécil la toque, que la haga suya como yo quisiera, me enferma de gran manera. Bien dicen que uno no sabe que es celoso hasta que vive el infierno en carne propia, y es justo lo que estoy sintiendo en este momento. La sangre me hierve y el corazón se me va a salir del pecho.

Siento que me quemo por dentro al verla besarlo, pero no puedo dejar de mirarla. Ella voltea a verme y la maldita suelta una sonrisa ladina que me provoca náuseas. Los veo irse a una de las mesas reservadas y al ver que ella se sienta sobre su regazo, aprieto los puños enterrándome las uñas en las palmas.

«No es nada tuyo, no es tuya, Alexa.» Me repito un sin fin de veces.

—Alexa —me habla Em, haciéndome voltear—. Vamos que se están impacientando. ¿Cuál tocarás?

—This Love —le contesto. Ellas me miran confundidas pero asienten.

Las chicas empiezan a tocar y todos, incluyendo a la rubia, nos observan. Siento el ardor en mi garganta, paso saliva tratando de aliviarlo, pero es insoportable.

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