Capítulo 9: Es como todos

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Ali

Me dirigía felizmente a la fiesta en casa de Los Gonzalez. Había dejado en casa todo preparado porque mañana volvía a Barcelona y no quería madrugar.

Estaba feliz por que pese a volver a Barcelona, sabía que seguiría viendo allí a la gente que había conocido aquí. Pedri, Fer e incluso a sus padres. También quería volver a casa porque echaba mucho de menos a mi familia y a mis amigas, las cuales me esperaban en Barcelona con un interrogatorio de porque me vine aquí sin avisar.

En cuanto a Pedri, estaba confusa pero a la vez feliz. Es decir, se ha portado genial conmigo estas semanas, he conocido una versión mas personal de el y eso me hace estar feliz. Le he contado miles de cosas mías y el a mí miles de cosas suyas y hace dos días casi me besa en el sofá. Después seguimos viendo la película, cenamos y se fue.

Al día siguiente fuimos a pasar el día a la playa y vimos atardecer en una cala en la que estábamos solos. Comimos pizza al mediodía mientras charlábamos, me describió a cada uno de los miembros del equipo y me hablo de su buena relación con algunos de ellos. Sobre todo con Gavi, a quien cuida como si fuese su hermano pequeño. Aquello me pareció tierno y le dije que tenía la obligación de presentármelo a la vuelta de Barcelona.

Después de pasar el día en la playa fuimos a cenar con su familia, donde su madre saco lo que llama mi madre: "El pasa vergüenzas". Ese álbum de fotos que recopila todos los momentos vergonzosos de tu vida. En casa hay fotos mías de todo tipo, fui hija única hasta los ocho años por lo que en ese álbum hay fotos mías hasta sentada en él váter. Ese álbum de fotos que todos odiamos pero que por alguna razón que aún desconozco las madres aman enseñar. Así que pese a las plegarias de Fer y de Pedri, Rosi lo colocó delante mio y después de mirarme con media sonrisa maligna, añadió: Todo tuyo.

Al día siguiente, Pedri me ayudo a terminar de recoger mis cosas. Comimos con Marta y Pablo en el bar de los padres de Pedri y después fuimos a un centro comercial a comprarnos algo para la fiesta de hoy. Compras que derivaron en una cena de comida basura en un acantilado de la isla mientras hablábamos de cosas totalmente insignificantes.

Y después de todo esto, cuando llegue a la casa, me duche, leí un poco y me acosté en la cama me di cuenta de una cosa: Me gusta Pedri. Y hoy estaba dispuesta a contarle mis sentimientos porque estaba bastante segura de que era recíproco. El me miraba de una manera que... no se.. me hacía sentir bien.

Así que, si, hoy estaba feliz. Me sentía radiante, me había comprado un vestido que me quedaba genial, el pelo se había dejado domar en unas ondas que me favorecían un montón y el maquillaje había salido perfecto, era tan perfecto que había conseguido una simetría perfecta en el eye-liner de cada ojo.

Es que nada podía salir mal.

— ¡Ali! Que bien que estes aquí para ayudarme —Fernando me sobresalto al hablarme de espaldas. Me gire hacia el con media sonrisa.— ¿Me ayudas a coger estos hielos?

— Pues claro

Me acerqué a el y cogí varias bolsas. Debido al frescor de estos enseguida note como me comenzaban a quemar los brazos pero Fernando llevaba muchos mas que yo así que no podía quejarme. Ande rápido hacia la puerta esperando que alguien por obra de magia se diese cuenta de que dos personas cargaban cantidades industriales de hielo en sus brazos y abriesen la puerta para minimizar la agonía.

— Ala ala, pero pedid ayuda

Al parecer mis suplicas fueron escuchadas por el chico castaño al que le iba a confesar mis sentimientos en cuanto pudiese.

— ¡Abre por favor! Agiliza esto —Pedí de manera delirante.

— Trae dame algunas

Calculé la probabilidad que había, detenerme a que el cogiese unas cuantas bolsas de hielo solo alargaría mi sufrimiento. Porque ya empezaba a notar como los hielos anestesiaban mis brazos.

La chica de las flores  [Pedri Gonzalez] Where stories live. Discover now