Capítulo 35_ Equinácea.

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Dioses, estaba tan cansada. Tan malditamente cansada. Se recostó en su cama, y pasó la jornada sin ganas de hacer ninguna actividad.

Al pensarlo detenidamente cayó en cuenta de que ése era un signo más de que algo no estaba bien con ella. Agregando su reciente falta de apetito, los mareos y las náuseas.

Sumando también que últimamente la comida del palacio ya no le sabía tan bien cómo antes. Ni siquiera sus preciados pastelillos. De hecho tan sólo el aroma de éstos hacía que su estómago se encogiera, ya que, el mínimo olor a comida avivaba las náuseas.

Por un momento se lo atribuyó a todas las tensiones sufridas últimamente, pero joder... hasta el simple aroma de un tónico de rosas la ponía enferma.

Nada de eso la había preocupado, sin embargo.

No hasta la mañana siguiente se levantó de sopetón de su cama al sentir un desagradable retortijón en el estómago.

De inmediato corrió fuera de su camastro, frenéticamente abriéndose camino hacía la cubeta de plata que utilizaba para asearse el rostro.

No se había posicionado correctamente antes de vomitar dolorosamente en el cuenco.

Detrás de ella, escuchó pasos apresurados acercarse.

—¿Princesa? —La voz de Milufer sonaba preocupada  —¿Se encuentra usted bien?

No pudo responder de inmediato, no hasta que su estómago estuvo completamente vacío. Incluso entonces se enderezó, respirando con pesadez.

—No lo sé. —dijo ásperamente, dando la vuelta y dirigiéndose otra vez a su cama.—Creo que en verdad he enfermado.

Milufer se acercó a ella y la volvió a arropar. Salió de la habitación un momento pero regresó al instante con agua, té de jengibre y fruta fresca. Héoleth se las arreglo para tragar algo del té. Pero la visión de las frutas le dio nauseas, así que Milufer las apartó de ella.

—En serio, princesa, necesita que un Maestre la examine. Puedo llamarlo ahora.

—Milu, estaré bien. Solo necesito descansar.

—Al menos trate de comer algo de la fruta y el agua que le traje. —exigió. Algunas veces la morocha sonaba como una madre gruñona. —No ha estado comiendo correctamente y... —Sus cejas se fruncieron, y Héoleth pudo ver que de verdad estaba preocupada por ella.

La morocha se arrodilló a su lado. Una de sus manos fueron a su frente y comprobó su temperatura, al no encontrar calentura su cejo se frunció.

—¿Y qué, Milu? —pregunto Héoleth, alarmada.

—Está enferma, alteza. Por favor, déjeme llamar a alguien. —acotó la joven de manera tosca. Cómo si hubiese borrado de su mente lo que en verdad quería decir.

—Estoy bien. —dijo la princesa, empezando a enojarse por su insistencia. No necesitaba a nadie que la examinara, mucho menos un Maestre.

—No lo está. —insistió Milufer. —Está demasiado pálida, débil ... y delgada. No ha estado ingiriendo sus comidas cómo se debe. —Preocupación inundaba el marrón de sus ojos.

—Milufer, por favor no insistas. A lo mejor sólo he pescado un resfriado. Estaré bien.

Contrarrestó haciendo un movimiento desinteresado con la mano. Sin embargo, el rostro de su concubina no abandonó la preocupación.

—Princesa, quiero que me sea sincera.
—agregó en un susurro luego de debatirse si hacer aquella pregunta o no. —¿Cuándo fue la última vez que sangró? —soltó.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Where stories live. Discover now