XXI

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Los fragmentos del teléfono de Gojo, ahora inservible, se esparcieron por el suelo de su habitación en un hotel de Ámsterdam. Abrió y cerró la mano varias veces, adolorida por la fuerza con la que lo había destrozado, pero no se le ocurrió que podría sanarla con su técnica. En ese momento, no podía pensar con claridad. Su mente estaba a kilómetros de distancia.

Rara vez prestaba atención a los correos electrónicos del trabajo. Siempre que podía, le pedía a Ijichi que se los leyera y luego le transmitiera la información relevante para él. Sin embargo, desde hacía días tenía un mal presentimiento y, aunque le habías asegurado que todo iba bien, tu comportamiento apático y distante tras la misión en Toshima no había hecho mucho por disiparlo.

Así que cuando vio la notificación del nuevo informe, firmado por Nanami, hizo clic en el archivo de inmediato y se congeló al ver confirmadas sus peores sospechas. Te habían hecho daño. Solo se percató de la fuerza con la que había estado sosteniendo el teléfono cuando este se desmoronó en mil pedazos entre sus manos.

Nunca había recorrido una distancia tan larga, pero no podía esperar al vuelo que lo llevaría de vuelta a Japón esa noche. Desplegó todo su poder y la habitación de su hotel en Ámsterdam se transformó hasta convertirse en otra muy distinta: la tuya.

Estabas de pie junto a tu escritorio, sana y salva tal como lo habías prometido, y finalmente sintió que podía respirar de nuevo. Podía sentir tu energía maldita fluir con fuerza por toda la habitación, como una prueba innegable de que estabas allí y de que te encontrabas bien.

Sin embargo, mientras saboreaba esa sensación, experimentó algo que no debería haber sentido. Algo estaba mal. 

Había vestigios de una energía maldita que no deberían estar en tu habitación.

Era un rastro tenue, casi imperceptible. Con suerte, solo era un espejismo en su imaginación. Con un dedo, retiró la venda negra y exploró la habitación con sus seis ojos hasta localizar la fuente de la energía. Esta emanaba en oleadas desde un conjunto de tu uniforme, como si fuera un gas tóxico, y sintió cómo sus entrañas se retorcían al verla con tanta claridad.

Pero había más.

Giró la cabeza nuevamente hacia ti, ahora con los ojos descubiertos, y se quedó paralizado. Había más vestigios de esa energía emanando de tu cuerpo: de tu cabello, tus manos, tus brazos y...

Gojo apretó la mandíbula con fuerza. Había rastros de esa energía maldita en forma de huellas de manos en cada una de tus mejillas.

Y no tenía ninguna duda. Era la energía maldita de Suguru Geto; podría distinguir su esencia entre un millón.

Gojo pronunció tu nombre con un gruñido.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó.

Al escuchar su voz, te enderezaste y te giraste con una sonrisa apaciguadora, colocándote un mechón de cabello detrás de la oreja.

— Satoru — lo saludaste e intentó ignorar la dulzura con la que pronunciabas su nombre—. Ya estoy bien, de verdad.

Lo miraste con ojos de ciervo, y Gojo tuvo que apartar la mirada, sintiendo que estaba a punto de perder la cabeza.

No podía entender por qué no le habías avisado de inmediato, por qué había tenido que enterarse por un informe de Nanami. Si habías visto a Geto, ¿por qué no se lo decías de una vez? Volvió a fijarse en las marcas de sus manos y arrugó la nariz al pensar en qué posición habrías estado para dejar un rastro como ese.

De pronto, Gojo deseó estar en cualquier otro lugar excepto frente a ti. Preferiría regresar a Ámsterdam, continuar con su misión y acabar con la maldición de grado especial con sus propias manos.

Pero se estaba precipitando; aún no te había dado la oportunidad de escuchar tu explicación.

— ¿Qué te ha hecho? — preguntó.

Llevaste las manos a tu abdomen, señalando tu lado derecho.

— Ese hombre horrible ha tenido la suerte de encontrarme desprevenida en la calle y me ha clavado un puñal aquí. Pero Shoko ya lo ha curado — explicaste, rozando el lugar donde te había herido.

Gojo asintió, animándote a contar el resto de la historia.

— Al parecer, era un cazarrecompensas. Han puesto precio a mi cabeza, pero no tengo ni idea de quién ni por qué.

— ¿Un cazarrecompensas? — preguntó Gojo con una voz oscura y profunda.

— Claro — aseguraste frunciendo el ceño—. ¿Quién si no?

Pasó un latido, y luego otro, sin que ninguno añadiera nada más, y Gojo confirmó lo peor.

No ibas a decírselo; lo estabas ocultando.

Habías visto a Suguru y se lo estabas ocultando.

Encontró tu mirada y diste un pequeño paso hacia atrás. Te había asustado, pero no era capaz de racionalizarlo; lo único que podía sentir en ese momento eran las pulsaciones enloquecidas en su sien y su visión se había vuelto completamente roja.

Le estabas mintiendo. Justo frente a él, en ese preciso instante, le mentías.

¿Por qué?

¿Por qué siempre lo elegías a él?

— Satoru —murmuraste; su nombre era dulce como la miel en tus labios, pero esta vez sonaba envenenado—. ¿Estás bien?

No, no estaba bien; su mundo entero se tambaleaba ante él. Deseaba creer que se equivocaba y que sus ojos le engañaban, pero sabía con certeza que estaba en lo cierto. Solo regresó a la realidad cuando lo agarraste del brazo con urgencia.

— Satoru —volvió a enfocar la mirada en ti, pero solo podía ver las dos marcas en tus mejillas.

Sujeto tu mentón entre su pulgar y dedo índice, movió tu cabeza a un lado y al otro, observando los rastros de energía con atención.

— ¿Eso es todo? —preguntó con tono distante.

Asentiste, sellando tu destino. Entonces, Gojo soltó tu rostro y dejó caer la mano, derrotado.

— Bien —murmuró—. Tienes prohibido salir de la escuela hasta nuevo aviso.

Lo miraste sin comprender durante unos instantes. Al darte cuenta de que era una orden, abriste la boca para protestar, pero él te silenció con un simple gesto de la mano.

— Si te han puesto un precio, el hombre de hoy no será el único que vendrá a por ti —explicó Gojo en un tono neutro, como si estuviera leyendo la lista de la compra—. La escuela es el lugar más seguro.

Se percató de que aún no estabas convencida, así que te miró directamente a los ojos y te sorprendiste al ver lo vacíos de vida que estaban.

— Te estaré vigilando, _____ —te advirtió—. No hagas ninguna tontería.

Gojo desapareció de tu habitación tan rápido como había llegado, dejándote con la duda de si su último comentario había sido una amenaza.




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NOTAS:

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¡Gracias de nuevo por leer la historia! 🥰

Quiero contaros que solo faltan unos seis capítulos para terminar la historia y ya están casi listos. No creo que tarden más de dos semanas en salir todos. ¡Espero que disfrutéis un montón de lo que queda y, como siempre, os estaré leyendo en los comentarios!

Old Beats | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora