11 - Reducida a cenizas II

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¡Hola, familia!

Me encontré con más comentarios de los que esperaba en el capítulo anterior. ¡Qué emoción! Hoy les traigo otra parte de lo que en principio sería un capítulo, pero que terminará siendo tres. Veamos si alimenta sus teorías... Esperaré sus comentarios con ansias. 

¡Muchas gracias! Feliz inicio del finde. Un besote.

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Reducida a cenizas II

ANA

No he dormido muchas horas últimamente. Desde mi encuentro con Aiko en la azotea del instituto, mi bucle de desesperación ha ido en aumento. Tengo la sensación de que me vigila, de que me acecha desde la oscuridad que la caracteriza. Entre la multitud, detrás de una columna, al doblar una esquina, al otro lado de una puerta, sentada en una mesa cercana, siendo mi propia sombra... Ella podría estar en cualquier parte. Siento que podría abalanzarse sobre mí y atentar contra mi vida cuando menos me lo espere.

—Ana, ¿me puedes prestar más atención cuando te hablo? —me ruega Flor, con quien he salido a dar un paseo—. Te noto muy ansiosa. No dejas de mirar a todos lados como si estuvieras huyendo de alguien. Cuando te animé a regresar al mundo, no imaginé que empeorarías tanto.

—No me siento cómoda entre tanta gente. Ella es capaz de estar escuchando. Algún desconocido podría ser uno de sus peones. Por ejemplo, el chico de la camiseta azul celeste lleva un rato siguiéndonos con el teléfono en la mano —le indico con disimulo—. Tal vez nos está tomando fotos o pretende grabarnos.

—Ana, ¿te estás oyendo? Suenas como una paranoica. Estamos al lado de la playa, es normal que haya mucha gente yendo y viniendo. Mira, para. —Flor me frena y discretamente señala al chico sospechoso. Este nos alcanza, pasa de largo y, unos metros después, saluda a un grupo de jóvenes acampados en la arena—. ¿Ves? Estás viendo fantasmas donde no los hay.

—Vale, tal vez estoy perdiendo la cabeza, pero vamos al bosque, por favor. Allí estaré más tranquila. Cuando te cuente lo que pasó, entenderás por qué estoy así.

—Está bien, pero me deberás un baño en la playa porque me puse el bikini para nada —bromea—. Relájate, Ana. —Me frota el hombro con cariño—. Estás con la capitana del equipo. Estás a salvo conmigo. Llevo merienda en la mochila para nuestra supervivencia, ¿sabes?

—Boba... —Esbozo una tenue sonrisa.

Flor y yo nos alejamos de la zona turística hasta aventurarnos en el bosque, otro de mis refugios. Rodeadas de naturaleza pura, respiro paz al instante. Necesitaba apartarme del bullicio para que mi mente se calmara. Por experiencia, sé que casi nadie transita por aquí, lo que significa que podré charlar sin barreras con mi amiga a la vez que la complazco con su petición de salir de casa. Tras acomodarnos en un tronco, le cuento con detalles la pesadilla que me hizo vivir Aiko.

—Flor, que es una maldita trastornada. ¿Cómo no me voy a volver loca yo también? ¿Crees que una persona normal habría tenido entre sus planes tirarme de la azotea o tirarse ella misma para luego culparme? ¡No le tiene miedo a la muerte ni le importan las personas! ¡Ella misma me lo dijo!

—Me quedó claro que esa cabeza perdió varios tornillos desde que me contaste que te estaba esperando en la azotea. Se comporta como una loca obsesiva... —Flor guarda silencio por un pausado segundo—. A ver... Es evidente que la chica tiene un pantano putrefacto por cerebro porque hasta intentó suicidarse, pero dudo de sus verdaderas intenciones contigo. Pienso que solo quería asustarte y que te dijo todas esas fantasías perturbadoras para intimidarte. Seguro que ha visto muchas películas y se ha hecho muchas empanadas mentales. Si de verdad hubiera querido hacerte más daño, se hubiera ahorrado el discurso de dictadora y ni la habrías visto venir en la azotea. Directamente te habría pateado por la espalda y te habría tirado de la azotea.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora