Capítulo 25.

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Samanta se congela en el sitio y siente pasar los segundos como si fueran horas. Sus ojos no se separan del retrato que le ha mostrado Mariana, es una evidencia de que la joven está enterada, mucho más de lo que imagina ella, de cosas que pensaba tenía lo suficientemente ocultas a las hermanas. Sus pulmones empiezan a reclamar oxígeno y opta por apartar la mirada de la fotografía, la imagen muestra a Gloria y ella sentadas, charlando tranquilamente como si se conocieran de años.

—¿Desde cuándo me vigilas? —pregunta mostrando un enfado falso, actuar es lo único que puede hacer en estos momentos.

—No respondas con otra pregunta, lo detesto y deja de actuar, que esto no es una filmación —Samanta la mira fijamente.

—Ella es una conocida de años. ¿Qué problema tienes con ello?

—Este es mi problema —replica Mariana sacando otra foto, donde aparecen Eleonor, Gloria y Samanta y otra donde aparecen solo Eleonor y Gloria. La actriz mira la foto y sonríe.

—¿Qué hay de raro ahí en esas fotos? Yo solo veo tres mujeres que comparten, es normal eso.

Mariana bufa y deja la botella vacía que tiene en la mano y toma otra, da un largo trago y centra su atención en Samanta.

—Casualmente esa mujer que las acompaña, fue la que recibió la puñalada en vez de Lidia. No creo en casualidades, Samanta. Algo importante están ocultando tú y mi abuela y necesito saber que es.

Samanta siente que empieza a sudar y mira el agua de la piscina como única salvación. Aferra sus manos a su pantalón para que Mariana no vea que está temblando. ¿Cómo decirle que Gloria no es otra, que la madre de su hermana?

—Responde Samanta, por favor.

—Esa respuesta te la puede dar tu abuela, ella está más enterada que yo. Además, no me corresponde a mí, hablar de ese tema —dice la verdad a medias, al final no es ella la que debe de decirle a Mariana lo que quiere saber.

—Ahora resulta que no puedes hablar de un tema que nos involucra a Lidia y a mí, curioso ¿no? Somos tu prioridad, lo que más te importa y resulta que ahora es todo lo contrario. Estás siendo una hipócrita —la voz de Mariana se muestra alterada.

—Respeta Mariana.

Samanta se pone de pie.

—Falta de respeto no es, decir la verdad —Mariana la imita y se pone a su altura a un palmo de su cara—. También me parece hipócrita de tu parte no presentarte ante nosotras todo este tiempo.

—¡No podía hacerlo! —Samanta se exaspera— Tu padre era un desequilibrado mental, era capaz de hacerles cualquier cosa, preferí cuidarlas de esa manera.

—No entiendo.

—Fue uno de los acuerdos que acordamos. Y tiene que entender, porque la realidad es que nunca estuvieron solas y deberías comprender eso también. Estás siendo egoísta.

—¿Egoísta yo? Ja lo que me faltaba por escuchar. No es ser egoísta querer tener compañía, protección, cariño, apoyo.

—Mariana.

La joven se ha acercado más de lo debido y Samanta pone una mano en su pecho.

—Te necesité tanto, Samanta —los ojos verdes son inundados por lágrimas—, necesitaba tu calor, tu fuerza, tu confianza. Sé que hiciste lo correcto manteniéndote cerca de lejos y más si querías protegernos. Pero, la falta de cariño me lastimaba mucho.

—No llores, por favor.

Samanta recoge una lágrima que caía liberada por la mejilla de la joven y sonríe ante el estremecimiento de esta.

—Fue difícil criar sola a Lidia, me traumatizó mucho. No sé lo que es disfrutar la pubertad, ni las locuras que se cometen a esa edad. Perdí mi niñez bajo el yugo de mi padre y la corta juventud la dediqué a cuidar de mi hermana. Siento que la vida se me pasa muy rápido y ha sido demasiado dura conmigo.

Samanta la abraza sin decir nada, ella fue testigo de los derrumbes emocionales y llantos de la joven adolescente en aquella solitaria casa.

—Lo sé, cariño, pero ya no estás sola y aunque no pudiste hacer las cosas que se suelen hacer a los quince años, las puedes realizar ahora.

—Parecería tonto —Mariana sonríe y la mira fijamente. Permanece entre los brazos de la actriz y se siente demasiado bien.

—Tonto sería si no lo hicieras —Samanta la acaricia.

—¿Cómo sabes tanto de nosotras, si no solíamos salir mucho? —la joven se separa, siente que el calor de Samanta la empieza a marear.

—Las veía desde dentro.

—¿Colocaste cámaras?

—Perdón por eso —sonríe la actriz de forma inocente—, pero la vida me ha enseñado a no fiarme de nadie.

—Te involucraste con nuestra intimidad, eso es algo fuerte.

—Ustedes se involucraron en mi vida, de la manera menos esperada, pero lo hicieron. Soy obstinada a morir y no me fiaba de tu padre, así que perdón por eso.

—Eres tú la que me tienes que perdonar a mí —Mariana rompe el impulso y la acaricia—. He sido muy cabezona y me comportado de una manera horrenda contigo.

Samanta sonríe y besa su frente, recorre su rostro con la mirada y la mirada se le ilumina.

—Estás hermosa, con razón muchas andaban loca por ti.

—Es una etapa de mi vida que no me gusta recordar mucho.

—Solo es eso, una etapa. Te quedas un rato más, me gustaría que cenaras conmigo.

—No puedo demorar mucho, pero no me pierdo por nada, algo que salga de tus manos.

—No he dicho que voy a cocinar.

—Despediste a tu personal, obvio que te toca —Mariana se acerca más—, extraño tu comida.

—Me convenciste.

—Que fácil eres.

Samanta la mira y se muerde le labio inferior.

—Lidia anda como loca por lo de mi cumpleaños —la joven cambia el rumbo que iba tomando la conversación, es lo mejor para las dos.

—Está ilusionada.

—Más lo estoy yo, en esta ocasión estarás presente y pienso cobrarme todos los regalos que tienes pendiente.

—Eso es trampa.

Samanta camina hacia el interior de la casa y va directamente a la cocina.

—Sabes que no, así que piensa bien que me vas a regalar —la joven la sigue de cerca.

—¿Qué se le puede regalar a una joven millonaria que lo tiene todo?

—Casi todo, Samanta.

Mariana la mira con intensidad y se acerca a ella, besa su mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios y se queda allí varios segundos más de lo normal.

—Será mejor que me vaya —dice la joven respirando con dificultad.

—No —susurra la actriz.

Mariana clava sus pupilas dilatadas en la boca semiabierta de Samanta y siente que las piernas le fallan.

—¿Qué quieres que te cocine?

Samanta toma la rienda de la situación y suspira cuando ve a Mariana sonreír de forma pícara.

—Siempre se te dio muy bien la lasaña.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora