Capítulo 28.

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Mariana suspira en busca de alivio emocional para poder enfrentar el caos que ha formado Lidia el día de su cumpleaños. Escucha el bullicio que hay en la parte baja de la casa y de pronto se le cruza por la mente que no ha sido buena idea que su hermana haya montado una fiesta, hubiera sido mejor celebrarlo como lo hacían antes, ellas solas.

—¿Bajas o no? —la voz de su abuela la sorprende a su espalda.

—Solo espero unos segundos.

—Que cumpleañera más rara eres.

—No soy rara, solo que es la primera vez que me hacen una fiesta de cumpleaños con más de dos personas presentes, ¿la verdad?, tengo las emociones alborotadas.

—Oh, cariño —Eleonor la abraza y por extraño que sea, esta vez Mariana lo agradeció—. Solo te digo que mientras más pronto bajes, más rápido lo enfrentas y te adaptas a ello.

—Gracias —dice la joven bajando el rostro.

—Vamos, bajaré contigo, si no ya sabes cómo es tu hermana, es capaz de llevarte por los moños. Ya han llegado todos, solo faltas tú.

El salón principal de la casa está adornado con varios objetos de fiestas, sin llegar a sobrepasar lo exuberante, algo sencillo y acogedor, cosa que Mariana agradeció al entrar seguida de su abuela, en él. Desde una esquina Samanta contempló con atención, mientras daba un trago largo de vino, las reacciones de Mariana al saludar a Maritza. Su amiga es toda una profesional en fingir que no ha sucedido nada, cuando se trata de ocultar los roces íntimos que ha tenido con alguna mujer. Maritza tiene esa exquisita ética, de no ir divagando nada, pero al ver la foto de la cumpleañera no le pudo ocultar que había tenido más de un roce cariñoso con la empresaria, cosa que molestó mucho a Samanta, pero ella no tenía razones para reclamar nada, por lo que se tuvo que tragar la mirada cómplice entre ambas mujeres al saludarse. Le sorprende que la ojiverde se muestre relajada delante de su amiga y eso le causa un pesor en el estómago. Un cosquilleo extraño le recorre todo el cuerpo y tiene que apartar la vista cuando ambas féminas se sonríen.

—Quita esa cara —pide Eleonor acercándose a la actriz.

—¿Cuál cara?

—Parece que quieres matar a alguien.

—La que va querer matar a alguien va a ser tu nieta cuando se de cuenta del parecido físico que tienen Lidia y Gloria, yo tú voy cavando la fosa.

—Serás bruta.

Samanta no dice más y centra toda su atención en la cumpleañera que ahora se acerca a Lidia que no se ha despegado de Gloria desde que esta apareció por la puerta. El parecido que hay entre madre e hija es catastróficamente perfecto, hasta un ciego se daría cuenta que ahí los genes gobiernan sin titubear.

—Menuda bomba —susurra Eleonor que también observa el primer encuentro de su nieta mayor con la madre de Lidia.

—Menuda no, grandísima bomba, fíjate como la mira.

—Mariana actúa tan raro a veces, que se vuelve misteriosa —Samanta mira a Eleonor y sonríe.

—Es una cualidad atrayente en tu nieta.

—¿Te atrae mi nieta?

—He dicho cualidad, señora.

En el otro extremo del salón Gloria siente que sus órganos vitales van a colapsar por tanta tensión. Los ojos verdes que la estudian no dejan dudas a titubeos, cualquier error de su parte sería agónico para sus planes de acercarse a su hija y obviamente también a su hermana.

—Gloria, ¿verdad? —Mariana la mira seriamente.

—Así me pusieron mis padres —Mariana fuerza una sonrisa.

—Suerte que sea plural y no singular.

Mariana no da entrada y Gloria lucha para no sacar su lado profesional. Como psicóloga sabe cómo entrar por esa coraza fuerte que muestra la joven, quiere que todo fluya con naturalidad, ya se encargará el tiempo o destino de poner las cosas en su lugar.

—Tienes razón.

Ninguna sabe cómo continuar la presentación tensa que llevan y Lidia empieza a ponerse nerviosa, Mariana observa a su hermana y sonríe.

—Gracias —dice dirigiéndose nuevamente a la psicóloga—, no cualquiera habría hecho lo que usted hizo, exponer en peligro su vida por la de Lidia, eso no tiene precio que se pueda pagar.

—Instinto protector —deja salir son querer Gloria y ve un extraño brillo en la mirada de Mariana.

—Demasiado protector diría yo, como para emplearlo en una desconocida.

—No es la primera persona por la que he actuado con ese impulso.

—¿Impulso o instinto? —Gloria suspira.

—Ambos.

—Así que es usted toda una heroína, me agrada saber que hay personas así en este mundo.

—Mariana —intervine Lidia—. No te preocupes Gloria, ya te dije que es pesada y muy intensa.

Mariana mira fijamente a la mayor, ambas lo hacen, hasta que la menor opta por no echar a perder la fiesta que con mucha dedicación le ha preparado su hermana.

—Es su lado protector, preciosa —Gloria sonríe a Lidia—, tu hermana no puede actuar diferente cuando se trata de ti, sin importar que esta vez he sido yo, la que te ha salvado de ese degenerado.

—Pareciera que lo haya hecho con un propósito y no precisamente por salvar su vida.

—¿Qué pasaría si fuera así? —Gloria la encara.

—Que tendría que dar muchas explicaciones de ser eso positivo —Gloria sonríe.

—Me gustas —Mariana se desconcierta ante el cambio brusco de conversación— cualquiera mataría por tener a una persona como tú a su lado.

—Eso es un elogio que se podría interpretar de muchas maneras, disculpe la franqueza.

Mariana sonríe coqueta a la psicóloga y muerde su labio inferior, por un momento Gloria se perdió en este gesto y se regañó internamente ante de mostrarse tan débil ante esta mujer.

—¡Mariana! —Lidia se ruboriza por el descaro de su hermana— discúlpala Gloria, se vuelve loca por las faldas.

Mariana mira a Gloria, luego a su hermana, intercala varias veces la mirada entre ambas féminas y sus ojos se detienen en la mayor.

—No me psicoanalice.

—No lo hago, es algo que me sale natural, es mi profesión —dice Gloria suspirando con alivio.

Mariana las vuelve mirar a ambas y sacude la cabeza.

—Es mejor que deje de pensar cosas que no corresponden con este día. Bienvenida sea usted a nuestra casa.

—Gracias y preferiría que me tutearas.

—Como tú desees Gloria.

Recorre a la señora con la mirada, si no estuviera tan perdida por Samanta estaría segura que le podría dar a ese cuerpo atlético más de una atención.

—Que empiece la fiesta —dice girándose y buscando a Samanta con la mirada.

—¡Si! —grita Lidia emocionada.

—Agua para ti, Lidia —dice la ojiverde mirando con profundidad a la actriz.

—Se acaba de dar cuenta —susurra Eleonor al lado de Samanta.

—Si —dice la pelicorta sintiendo su flujo sanguíneo alterado al perderse en la sonrisa seductora que le está regalando la cumpleañera precisamente a ella.

—Mantén las bragas secas, Samanta —bromea Maritza colocándose a su lado y ofreciéndole otra copa de vino, al ritmo que va con la bebida terminara ebria.

—Me es imposible cuando actúa de esa manera tan descarada —dice la actriz y Eleonor la mira con los ajos abiertos como platos.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora