14 - Renacida como un fénix

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¡Hola, corazones!

Espero que este capítulo tome por sorpresa a más de una, ya que no estaba previsto tan pronto, y que contribuya a alegrarles el fin de semana. Eso sí, a partir de aquí... ármense de paciencia.

Muchas gracias por sus votos y por compartir sus ocurrencias. Disfruten. ¡Un besote! 

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Renacida como un fénix

LAURA

A pesar de haberme separado de Ana, no estaba lista para recibir ese portazo en la cara, mucho menos que me arrancara de su vida con tanto desdén. Me había dolido que se acostara con mi hermano y que me lo negara habiendo evidencias de ello, pero podía tolerarlo porque ella ya no me debe explicaciones. Yo seguía dispuesta a mantener una bonita amistad con Ana porque, por encima de todo, es maravillosa y significa mucho para mí. Nunca olvidaré que ella me iluminó cuando estuve perdida en la oscuridad.

El infierno gélido que Ana desató sobre mí me persiguió hasta salir de su casa. No esperé el ascensor, seguí corriendo por las escaleras hasta que el nudo en la garganta me estranguló lo suficiente como para ahogarme y desestabilizarme. Caí en el rellano de dos plantas más abajo, donde la asfixia ganó terreno. Con los ojos sumergidos en lágrimas y mi respiración apagándose, tuve unos segundos para pedir ayuda, pero no lo hice.

En ese momento, perder a Ana fue tan duro como perder a mi hermano. Los recuerdos de todas nuestras vivencias románticas se desvanecían como nubes de polvo que eran aspiradas por la caja donde Ana enterró nuestro amor para darle sepultura en la basura. Nada más y nada menos que en la basura para enfatizar que la bonita relación que cultivamos había perdido todo su valor. Deseé morirme en ese rellano donde mi cuerpo, que yacía como otro despojo sin valor para Ana, se retorcía en busca de oxígeno, por eso me abandoné a mi suerte. Tal vez yo había sido la única culpable de que Ana sufriera hasta que su corazón se convirtiera en piedra. Tal vez merecía pagar con mi vida el daño que le había causado sin querer.

Mi vista, perdida más allá de mi temblorosa mano y del suelo que enfriaba mi piel, empezó a nublarse. El Death Note reposando delante de mi cara y el tatuaje de mi muñeca eran la señal de que estaba recibiendo mi castigo, así que me resigné. Ese sería mi destino, morir allí sola, siendo consciente de que había perdido a dos personas que me importan por culpa de mis actos. Me llevaría conmigo imágenes duras como la de haber encontrado el panel de corcho sin las fotos de Ana o, peor aún, como la de su severa expresión de indiferencia mezclada con odio.

Cuando todo se oscurecía y la agonía triunfaba, Ana resplandeció como una estrella en el abismo que me absorbía. Su voz, dotada de un encanto divino, dibujó un camino luminoso que conducía hacia ella. Sus palabras me alentaron a continuar, me guiaron para que controlara mi respiración igual que me habían ayudado cuando sufrí un ataque de ansiedad al perder a mi hermano. Inspirada por mi rayo de luz, por mi sol, la obedecí con el único fin de alcanzarla y pedirle perdón.

Ana nunca lo sabrá, pero, incluso odiándome hasta el punto de negar mi existencia, su alma luminosa me salvó la vida. Poco a poco, recobré el sentido y pude incorporarme. La rodilla me dolía por el golpe que me había dado en la caída, pero ese dolor era insignificante frente al que se había grabado en mi corazón.

Esa herida sangrante seguirá abierta hasta que Ana me dé una oportunidad como amiga. Mi aflicción no cicatrizará hasta que no queden resentimientos entre nosotras. Yo siempre la querré y desearé que sea feliz.

***

—Moon, ¡¿qué te ha pasado?! —Aiko se levanta del sofá de un salto y me socorre cuando entro en el apartamento—. ¡¿Por qué lloras?! ¡¿Por qué cojeas?! —Pocas cosas perturbarían su predominante estado de serenidad de esta manera.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora