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Cuando Horacio despertó, le costó apenas unos segundos darse cuenta del lugar en el que estaba.

Un pequeño sentimiento de vergüenza le invadió al pensar que se había quedado dormido en la cama de Volkov. Ya habían dormido juntos antes, cada noche de sus Incursiones, pero dormir en su habitación le resultaba muchísimo más íntimo, incluso más que la noche del búnker en la que se despertaron abrazados, y en el fondo agradeció que, al menos esta vez, el ruso no se encontrara en la estancia.

Se estiró un poco entre las suaves sábanas para despertar su adormecido cuerpo, y se quedó un rato tirado en la cama antes de levantarse, pensando en lo descansado que estaba y lo bien que había dormido. Entonces se dio cuenta de una cosa.

"Hostia, ¿qué hora es?".

Esa pregunta le hizo incorporarse para ver el despertador que reposaba sobre la mesilla de noche, sobresaltándose al ver la hora. Terminó de incorporarse con rapidez y se sentó al borde de la cama, dándose un segundo por el repentino mareo que le invadió.

Justo en ese momento la puerta de la habitación se abrió, dejando ver al imponente dueño de esta.

—Buenos días— dijo mirando al menor mientras se acercaba a uno de los muebles para luego centrarse en guardar unos papeles— Pensé que seguirías durmiendo.

Horacio boqueó durante unos segundos, soltando algunas sílabas de lo que habrían sido palabras si no se hubiera trabado tanto.

—No te preocupes— aclaró— De todas formas venía a ver si estabas despierto para que no te perdieras la comida.

—Gracias— atinó a decir— Y perdona, debí haberme ido a mi habitación en el primer bostezo.

El ruso sonrió ante la "broma" sabiendo que, por estar de espaldas al de ojos bicolor, no le vería.

—No hay nada que perdonar, hombre. Lo bueno es que conseguiste dormir— prefirió omitir el hecho de que él también había pasado una buena noche— Esta mañana se te veía tan a gusto que no he querido despertarte.

"Que vergüenza coño", pensó el de cresta.

—Gracias, supongo— susurró lo último para si mismo mientras se levantaba de la cama— ¿Tú vas a venir al comedor?

—No, el Gobernador requiere de mi presencia.

—Uy, ¿se viene bronca?

Volkov se acercó a la puerta al ver que el menor estaba listo, y la abrió dispuesto a salir con Horacio.

—¿Como que bronca?— preguntó levantando una ceja— ¿Por qué me tendría que echar la bronca?

El menor rodó los ojos divertido mientras pasaba por su lado para salir de la habitación.

—Es verdad, que tú eres un Inmune ejemplar.

—Claro que sí, el mejor de todos.

—El humilde le llamaban.

Volkov rió antes de volver a hablar mientras ambos recorrían el pasillo que daba al área central del Arca.

—Tenemos que ponerle al día de lo que vayamos a hacer en futuras Incursiones, al fin y al cabo no podemos hacer nada sin su supervisión.

Horacio chiscó la lengua.

—Eso es una tontería, en el exterior ese señor no tiene ningún tipo de potestad porque nunca podrá salir. Podríamos montar una fiesta multitudinaria con los radioactivos que él nunca se enteraría.

—Ya bueno, hay que ser profesionales. Tampoco queremos darle motivos para que nos acabe poniendo un chip a cada uno y así tenernos monitorizados.

El de ojos bicolor torció la cabeza para mirarle incrédulo, y después reír.

ɪᴍᴍᴜɴɪᴛʏ |Volkacio|Where stories live. Discover now