Capítulo 36.

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—¡¿Dónde estabas?!

Lidia sale disparada al ver a su hermana entrar por la puerta en media mañana, luego de haberse desaparecido por más de veinticuatro horas. La golpea varias veces en el pecho, pero sin llegar a hacerle daño, luego se tira a sus brazos, sollozando, Mariana la sostiene con fuerza, ahora sabe que cometió un error, al escabullirse de la manera en que lo hizo, su hermana no merecía pasar por ello. Gloria y Eleonor las observan en silencio, los ojos de la empresaria se detienen en la madre de la adolescente y luego los cierra, tiene que enfrentar esa tormenta.

—Necesitaba estar a solas cariño, ¿recuerdas cuando me encerraba en la habitación?

—Pero sabía que estabas ahí, no vuelvas a desaparecer así, por favor, prométeme que no lo harás más.

Mariana mira a la menor a los ojos, besa su frente y la vuelve a abrazar.

—Prometo que nunca más lo haré.

Mariana vuelve a mirar a Gloria y suspira, ha llegado la hora de hablar con esa señora y prepararse para la reacción de su hermana.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —pregunta Lidia separándose de ella y tragando en seco para tratar de deshacer el nudo que se había formado en su garganta.

—En casa de Samanta, en la que fue nuestra habitación, bueno, en la que es nuestra habitación.

—¿Ella sabía?

—No, lo supo después, bien tarde en la noche cuando llegó a su casa.

Lidia sonríe y la abraza fuerte por la cintura, luego mira a su abuela y va hasta ella, la empresaria se da cuenta que, por mucho que no lo quiera aceptar, la intromisión de Eleonor en sus vidas ha llegado en el momento más necesario y para bien.

—Lidia —dice Mariana acercándose—, tengo algo muy importante que hablar con Gloria.

—No te vayas a meter con ella, que te conozco —pide la menor algo alterada.

—¡No! No pienses eso —Eleonor se ríe—, es un tema importante, no te preocupes.

—Gloria, cualquier cosa que haga o diga para insinuarse a ti, me lo dices —pide la menor con gesto serio como si fuera el tema más importante de todos.

—Tienes mi palabra —dice Gloria sonriendo y poniéndose de pie, lucha contra las ganas de abrazar a su hija, cada vez es más difícil aguantar y ocultar todo lo que siente.

—Podemos demorar y esto te lo digo para que no te preocupes.

Los ojos de Lidia se humedecen, Mariana la abraza y besa.

—Regreso rápido, preciosa.

Gloria no necesita señales, se despide y sale de la casa junto a la mayor de las hermanas.

—Vamos a mi consulta —dice la castaña—, es el lugar más indicado.

Mariana no dice nada y así se mantiene todo el trayecto hasta llegar al centro de la ciudad, Gloria respeta su silencio, sabe que la joven tiene mucho que digerir.

—Aquí la psicóloga eres tú —dice Mariana sentándose delante de Gloria—, deberías iniciar la conversación.

—No estamos en una consulta, estamos aquí para hablar de tu hermana, la cual es mi hija.

Mariana traga saliva y se remueve en la silla buscando una mejor pose, pasea la mirada por la cálida consulta y luego se detiene en Gloria que la mira expectante.

—¿Con qué derecho? ¿Por qué ahora, después de tantos años? ¿No te has detenido a pensar en tomo el daño que esto puede ocasionar a Lidia?

—Derecho sé que no tengo, lo que tengo es una inmensa necesidad por recuperarla que no me cabe en el pecho. Fueron muchos años sufriendo su ausencia, Mariana, no es nada fácil saber que tienes una hija y no poder acercarte a ella, solo porque a un psicópata así lo desea.

Bajo el reflejo de tu actuación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora