¡Embarazada y en problemas!

335K 23.5K 2.3K
                                    






—Ten cuidado —le advirtió —, las mujeres embarazadas son peligrosas.


Él más alto soltó una risita, alejándose de los barrotes que nos separaban. Me levanté con algo de dificultad, y con los brazos cruzados sobre mi enorme vientre me acerqué hasta esos dos policías que me miraban con curiosidad.

Con el ceño fruncido, y los labios apretados intenté parecer una mujer relajada, pero no podía, era casi imposible.


Ellos dos seguían riendo, contándose la anécdota que quedaría para siempre en sus vidas.


— ¿Así que lo atacó?


Estaba cansada de que hablaran de mí como si no estuviera presente.


Miraron por encima del hombro.


— ¿Qué es ese ruido?


Sacudieron la cabeza y bajaron el tono para escucharlo mejor.


El más joven dio unos pasos hacia delante, casi con cuidado. Parecía que había encontrado el origen de donde provenía el extraño ruido que cortó sus risas.


¡Gruñidos!


—Jefe, creo que... ¡aaah! — demasiado tarde, estaba tan cerca de mí, que pasé los brazos por los barrotes y aferré mis dedos a su azulada y arrugada camisa. — ¡Jefe, que la embarazada me está atacando!


El hombre corrió para ayudarlo.


— ¡Sácame de aquí! — Grité.


Eché hacia atrás mi trasero, era la única forma de no pegar mi vientre contra los barrotes para no hacer daño a mi bebé.


—Señora Evans, cálmese — me estaban tratando como una fiera apunto de devorar a su domador. —Le prometo que hablaremos.


— He dicho —lo peor del mundo era meterse con una mujer embarazada— ¡que me saquéis de aquí!


Se le hizo un nudo en la garganta a mi "victima". ¿Tan difícil era entender que yo estaba allí por error? Sí, en una maldita comisaria y muuuy embarazada.


— ¡Pida refuerzos! —Gritó a la vez que intentaba librarse de mis manos.


«Maldición» El anillo de casada se me estaba quedando clavado en el dedo.


El muy imbécil obedeció. Sacó el walkie talkie que llevaba en busca del que sería el jefe de policía, pero la voz de una persona nos paró a todos.


Que vergüenza.


Lo habían llamado.


— ¿Qué está pasando aquí? —Sus azulados ojos se encontraron con los míos. Le prometí no meterme en problemas al menos durante esos nueve meses...pero fue difícil. — ¿Freya?


Sonreí.


—Hola, cariño —toqué mi cabello. —Me han detenido.


Dije como si fuera de lo más normal.


Ethan no podía creérselo


— ¿Qué has hecho?


Me encogí de hombros.


Nadie me creería.








7 horas antes...




Adentré la enorme cuchara en el quinto helado que me comía esa mañana. Aburrida, sin poder ir a trabajar...solo me quedaba ver la teletienda y comer dulces sin poder parar.


Ethan era quien mejor llevaba el "embarazo"; normal, quien llevaba al bebé era yo.


La puerta principal se abrió, sobresaltándome y dejándome sin aliento. La preciosa camisa que me regaló la madre de Ethan quedó cubierta por una enorme mancha azulada.


«Torpe»—Pensé.


— ¡Freya! —Ginger gritó. Había sido una mala idea darle la llave de nuestro hogar. —Tienes que ayudarme.


Me limpié los labios con la lengua.


Resoplé.


—Ginger, si dejan propinas es porque están agradecidos con el servicio —sacudí la cabeza—, no porque quieran acostarse contigo.


—Es mucho peor que eso —me estaba asustado. Ella ni siquiera podía respirar. —Byron ha desaparecido.


— ¡¿Qué?! —Alcé la voz.


Y no mentía, estaba segura que decía la verdad.


—Por favor —suplicó con la voz temblorosa.


Bajé la cabeza, encontrándome un pequeño obstáculo.


—Pero...—le prometí a Ethan que permanecería en casa hasta que él llegara del trabajo. Pero por otra parte era ¡Byron! —Coge las llaves del coche, vamos a buscarlo.



¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora