Alivio y propuesta

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Steve tragó saliva, sintió las manos de Tony apresándole el cuello, atrayéndolo hacia él. Enseguida, sus labios se encontraron y sus dientes chocaron ante lo intempestivo. Un calor asfixiante se diseminó por sus cuerpos, el deseo puro e incontrolable fluyó por sus venas como un veneno. Tony se abrazó al cuerpo de Steve, que había cedido un poco de su peso contra él, mientras aquel beso apasionado seguía su curso.

Hubo un instante, uno pequeño, en el que sus labios se separaron, en el que jadeantes tomaron una bocanada de aire. Un aire enrarecido por las feromonas, ahora mezcladas. Steve se dio cuenta de ello, aún había un pequeño resquicio de cordura en él, quizás el supresor que había usado estaba ayudando, y le daba un poco de voz a su mente. Apoyó las manos en el colchón y se apartó de Tony, quien luchó por retenerlo.

—Steve...—suplicó con los brazos hacia él.

Éste dio un par de pasos hacia atrás y chocó contra un mueble, trastabillo. Dios, era difícil. Esa imagen de Tony en la cama, desnudo, pidiéndole estar con él... Dejó que el tropiezo se concretara y se sentó en el suelo.

—Tony... no... —dijo hundiendo el rostro entre sus manos, tratando de esquivar la tentadora visión —Sé... sé que te sientes mal... pero no podemos hacerlo... no así.

—¿Por qué? —escuchó la jadeante voz de Tony —. No lo soporto... necesito... Steve...

—Lo sé, lo sé.

Steve evitó levantar la vista, pero bajó las manos. Lo sabía, porque él también lo sentía, pero tenía tres razones poderosas para evitarlo. En primer lugar, hacerlo así, aun cuando Tony se lo pedía, no lo convertiría en alguien mejor que ese tal Víctor. En segundo lugar, ocurría algo con los omegas marcados, una consecuencia del lazo. Tener sexo durante el celo con otra persona que no sea su alfa, implicaba consecuencias físicas indeseables: malestar interno, náuseas, dolor... no era su intención lastimar a Tony así. Y esa era la tercera y más poderosa razón de todas, él quería a Tony, de verdad y honestamente. Y deseaba que su primera vez juntos fueran conscientes de cada momento, el celo estaba bien en ciertos momentos, era un placer único que muchas veces conllevaba la procreación de una nueva vida; pero lo que él quería era más que eso, era hacer el amor y pensaba que Tony también merecía eso.

Pero...

... ¿cómo luchar contra los instintos, contra aquello que está en lo más profundo de nuestro ser?

—Steve... me duele... —suplicó Tony de nuevo —... ayúdame.

El ex soldado levantó la vista. Sólo había una manera de enfrentar aquello, de la misma manera que en antaño enfrentaba las misiones: con voluntad. Se incorporó y exhaló.

—Te ayudaré —dijo y volvió a acercarse a la cama.

Tony sonrió y estiró los brazos buscando el beso prometido. Por supuesto que lo recibió, y un poco más, el roce de los dedos de Steve en su piel y sintió derretirse. Se sentía maravillosamente bien, así que no protestó cuando el beso se rompió y esos dedos se cerraron entorno a su erección.

—Te aliviaré, Tony —dijo Steve —, sólo eso.

Tony no respondió, Steve ni siquiera estuvo seguro de haber sido escuchado. Puso toda su fuerza de voluntad a prueba. Aunque no pudo evitar sentir la presión dentro de sus pantalones, se hizo el propósito de no quitárselos. Plantó en su mente, una oración: "aliviar a Tony" y la repitió una y otra vez. El castaño se dejó llevar por el masaje, por la presión aquí y allá; y no fue necesario mucho tiempo para que se corriera; ya estaba en el borde, para empezar. No sólo eyaculó, también pudo sentir la humedad creciente entre sus piernas.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora