Capítulo final

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Había muerto, sí, en la forma más hermosa que alguien pudiera haberlo hecho. Con la satisfacción de llegar al punto más culmine del éxtasis, de la mano de su cuerpo en conexión plena de los tres estados de un sujeto. Con la carne, el espíritu y la conciencia de que murió, pero amando y siendo amado con tanta fuerza, que ese amor le quitó el alma.

Y ahora viajaba perdido en su propia fuente de luz, reflexionando que no podía haber lugar para el arrepentimiento cuando llevaría a Harry por siempre anclado a su espíritu, porque para eso eran los vínculos. Sonara antiguo o no, la naturaleza tenía sus propios principios, y Draco en su estado de inconsciencia, creía que el vínculo entre ellos jamás se rompería, por algo, siendo ahora una estela en el universo, le dolía y requemaba la cicatriz en su glándula que intentó tocar con los dedos pero no pudo.

¿Qué demonios? pensó. Cuando intentó mover la otra mano, sintió que estaba sostenida por algo, como si la tuviera conectada a una fuerza invisible.

Comenzaba a entrar en pánico, su mente trabajaba demasiado rápido como para detenerse en algún pensamiento lógico, entonces, cuando Draco quiso gritar, ella apareció.

Caminaba hacia él, con un halo divino y una etérea serenata nocturne de Chopin, dándole más misterio a esa dama de cabellos de fuego. Ella sonrió en el momento que el piano subió las notas y dijo:

Draco... no es tu hora.

Él la miró perplejo, y preguntó:

¿Eres un ángel?

Ella sonrió aún más y le contestó:

No. Soy alguien que está tratando de acomodar este desastre.

¿Eres Dios?

Ella rió más fuerte, la melodiosa risa llenó de calidez el cuerpo de Draco.

Tampoco, digamos que soy un guardián, y estoy dentro de tí desde que me aceptaste en tu esencia.

Oh.

Dijo Draco confundido.

Draco... escuchame, ahora tienes que volver. Él te necesita...

¿Quién eres? Insistió.

Alguien que está eternamente agradecida contigo. Amalos, ahora son parte de tí. Amalos como lo hago yo desde aquí.

Ella se toca el corazón y dibuja un espiral de luz dorada hacia el de Draco.

Draco lo recibe, el pecho se llena de esa poderosa luz y cuando se da cuenta, el llanto brota de sus ojos.

Yo no quise... nunca quise sacarte nada.

Hay culpa en esa frase, una culpa inexistente, pero que de alguna manera Draco tiene la necesidad de afrontar.

Un corazón, dos vidas HarcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora