VEINTIOCHO

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JUNGKOOK 

No tenía ninguna duda que lo que Seokjin acababa de ver haría su ronda entre el resto de los miembros de la banda y el equipo en cuestión de horas, si no minutos. Su bocota lo metía en problemas constantemente, e incluso su estrecha amistad con Jimin no le impedía ser un maldito chismoso. Por eso no me había molestado en gastar mi aliento pidiéndole que no dijera nada.

Bueno, quizás esa era una pequeña parte de la razón.

La mayor parte era Jimin, que me miraba con lo que parecía inquietud en sus ojos.

Se acercó a mí lentamente, con uno de sus brazos en alto como si estuviera tratando de domar un animal salvaje.

—Jungkook, lo siento mucho —dijo, deteniéndose antes de llegar a mí, ni siquiera a distancia de contacto.

—¿Por qué? No es culpa tuya.

—Iré a hablar con él. Le diré que no diga nada...

Alcancé su muñeca, bajando lentamente su brazo.

—No te preocupes por eso.

—Pero...

—¿Pero qué? ¿Honestamente crees que hablar con Seokjin hará que cambie de opinión? ¿Qué se calle por una maldita vez?

Jimin pareció pensarlo bien.

—Probablemente no.

—Exactamente. —Me encogí de hombros y lo agarré—. Así que no nos preocupemos por eso.

—No nos preocupemos por eso —repitió, mirándome extrañamente—. ¿Estás... quiero decir, estás bien con... esto?

Levanté una ceja.

—¿Esto?

—Gente sabiendo. Sobre nosotros.

Huh. Tal vez debería haberme preocupado. Después de todo, parte de mi cerebro me gritaba que lo que hacíamos sólo terminaría en desastre, que sabía que no debía jugar con fuego. Me sorprendí hasta yo mismo cuando entregué la llave de mi habitación, pero no podía decir que me arrepintiera. Ni un poco. No después de anoche.

¿Cómo diablos podría?

Di un paso hacia él, acercándome cara a cara, y le pasé la mano por el brazo.

—¿Estás bien con eso?

Bajo mis dedos, la piel de Jimin se erizó. Se sentía intoxicante, despertar esa reacción en un hombre tan fuerte y hermoso. Todavía no me había perdido de vista que él estaba aquí cuando podía escoger estar en cualquier lugar.

Pero yo había elegido mi cama, me había acostado en ella, y era demasiado tarde para arrepentirme. Tenía que confiar en que Jimin no me decía sólo lo que yo quería oír, que no me había perseguido por una noche o una aventura corta. Tenía que confiar en que él estaba de acuerdo con todo.

—He dejado bastante clara mi intención hacia ti, pero en caso que tengas dudas, estoy más que de acuerdo con que todos y cada uno lo sepan, siempre y cuando pueda tenerte —dijo Jimin, colocando su mano a lo largo de mi mandíbula y pasando su pulgar sobre mi labio inferior—. Pero yo te pregunté primero.

Maldita sea, si sus palabras no hacían que mi corazón se salte un latido. Ser querido por Jimin haría que cualquiera se sintiera como el rey del mundo.

Pero si esto iba a pasar entre nosotros, tenía que haber reglas. Cuando dije eso, se rió.

—Por supuesto. Reglas, claro. Dámelas, entonces.

—Número uno, esto no puede interferir con nuestros trabajos. No importa lo que pase, no puede causar problemas con la banda o con el equipo de management.

Jimin asintió.

—De acuerdo.

—Número dos, no habrá nadie más.

Una sonrisa cruzó lentamente el rostro de Jimin.

—Hecho antes que lo pidieras. ¿Eso es todo?

—No. —Llegué hasta donde la sábana aún cubría la mitad inferior de su cuerpo y, con un rápido tirón, la dejé caer al suelo—. Se requiere que estés a mi disposición sexual en todo momento. Noches largas, fines de semana, días completos de descanso...

—Mmm, no veo un problema con eso. —Jimin envolvió sus brazos

Alrededor de mi cintura y luego deslizó sus manos por debajo de mis pantalones de chándal, agarrándome el culo y amasando—. Pero eso va en ambos sentidos, ya sabes. Estaré a tu disposición si tú estás a la mía.

Rozó sus labios contra los míos una, dos veces, y cuando gemí un sí, me arrastró de vuelta a la cama para la ronda...

Maldición. Ya había perdido la cuenta.

Lujuria, Odio, Amor → JiKookWhere stories live. Discover now