22 - Ardemos en la playa III

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¡Hola, familia!

El capítulo de hoy me recuerda un juego que jugamos en el grupo, pero que casi nadie se atrevió a jugar. ¡Qué pena! Al menos, los personajes sí se atreverán. Espero que se diviertan y que formulen sus teorías descabelladas no tan descabelladas.

Muchas gracias por los comentarios de apoyo que me dejaron en la actualización anterior, son unos amores. Y también por sus votos y sus ocurrencias, que me hacen reír mucho.

¡Feliz domingo! ¡Un besote!

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Ardemos en la playa III

ANA

La percepción del tiempo se desvanece en compañía de mis amistades. Dentro del agua, nos divertimos intercalando bromas y anécdotas a la vez que jugamos con la pelota de voleibol. Como siempre, las más atrevidas compartieron sus historias más picantes y alocadas. Yo fui una de ellas, que, con la finalidad de incordiar a las desquiciadas, conté que hice el amor con una chica en el vestuario del polideportivo. No fue necesario mencionar a Laura para que cualquiera dedujera que ella había sido la chica. La pequeña psicópata, sometida por la tensión, no hallaba dónde meterse en presencia del "amor de su vida", y eso estimuló mi risotada.

Hambrientas y agitadas por tanta diversión, acordamos tomar un respiro para saciarnos y recuperar el aliento. Tras regresar a nuestras respectivas toallas, la mayoría formamos un círculo para jugar a las cartas mientras devoramos nuestros bocadillos. Para mi sorpresa, Aiko muestra interés por aprender las sencillas reglas del juego, que Laura le explica, y participa destilando confianza. No sé si de verdad es una apasionada de los juegos o si pretende seguir puliendo el perfil de su falso personaje amistoso para endulzar a mis amistades. En cualquier caso, es una suertuda que gana casi todas las partidas y se gana la admiración de ellas. ¿Será una tramposa que me ha estado mirando las cartas? Debí cambiarme de sitio cuando se sentó a mi lado.

Por si no era suficiente, cuando pasamos al postre y los helados circulan de mano en mano, Aiko saca un táper de su bolsa térmica y se toma la molestia de ofrecer personalmente un dulce preparado por ella a cada uno.

—Sí, son mochis hechos por mí —responde Aiko a la consulta de Juana—. ¿Quieres? —Sonriente, se agacha frente a mí.

—¿Jugando a la ruleta rusa? ¿Qué probabilidad tengo de que me toque el mochi envenenado? —Debí alertar a mis amigas para que rechazaran cualquier cosa cocinada por esta demente—. ¿O todos lo están para asegurarte de que te llevas por delante a tu objetivo?

—¡Ja, ja, ja! Paranoica —pronuncia, como si citara la conversación que mantuvimos por el camino, pero luce más inocentona que en esa ocasión. No me extraña que se reserve su cara socarrona para cuando estamos a solas—. Tienes un sentido del humor extraño y perverso, pero no lo tomaré como algo personal. Prueba uno, por favor. Hay de chocolate —resalta, denotando que conoce mis gustos.

—Gracias, pero voy a pasar. Tengo suficiente con el helado. —No me arriesgaré.

—Pues están muy ricos, Ana —comenta Dayana, que engulle el suyo sin miedo—. Por cierto, ya que habéis hablado sobre mataros indirectamente, me ha venido a la mente un juego que me encanta. ¡Venga, juguemos a Follar, casarse, matar!

—Ay, no... Ya empezamos —dice Adriana, que niega con la cabeza.

—No llores, Adriana. Será divertido —asegura Dayana, cuya sonrisa se torna maliciosa.

—¿De qué trata? —pregunta la loquilla, que posa la mano sobre la pierna de su mentora en cuanto esta se sienta entre nosotras.

Fuck, marry, kill! ¿No lo conocéis? —contesta Dayana, exagerando su asombro.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora