Capitulo 20: No Santuario

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ANTES (Parte 2)

Abrazarme al cuerpo tembloroso de Carl parecía una idea tonta, a sabiendas que no podíamos estar escondidos debajo de mi cama para siempre. Los gritos en la calle y los destrozos hacían retumbar nuestras paredes. El miedo estaba apoderado de nuestros cuerpos, las lágrimas salían de mis ojos al sentirme vulnerable. No sabía como proteger a mi hijo de esto.

Un estruendo se escuchó en la parte baja, seguido de lo que parecía ser un lamento desgarrador. Alguien gritaba por su vida, pidiéndonos ayuda a nosotros, que nos orinábamos del miedo. Puse mis manos temblorosas en las orejas de mi hijo, en un intento vano de que no escuchase. Solté un sollozo sin poder controlarlo cuando seguía escuchando vidrios quebrarse, probablemente mis ventanas.

Tres disparos bastaron para helar mi sangre. Juraba que mi cara se tornaba blanca y la cena estuvo apunto de regresarse por mi boca. Carl y yo logramos escuchar como alguien subía por las escaleras y abría todas las puertas del pasillo. Cerré mis ojos con fuerza después de ver unas botas tipo militar caminar por mi habitación.

Mi hijo soltó una pequeña exclamación que intenté retener poniendo mi mano en su boca. Las gotas de sudor bajaban tortuosamente por mi cara cuando las sábanas fueron levantadas y alguien agachó su cuerpo para revisar ahí.

La luz cegadora de la linterna me distrajo, pero la voz que escuché me tranquilizó.

—Renée, gracias a Dios están bien —suspiró en un susurro Shane, extendiendo su mano a Carl —Tenemos que irnos. Rápido.

Arrastré nuestros cuerpos fuera de la cama y al estar de pie mi primer instinto fue abrazarlo con fuerza mientras seguía que las lágrimas cayeran de mis ojos. Era mi salvador. Desde lo qué pasó con Rick jamás nos había abandonado, ni siquiera en estos momentos.

Rick.

—¿Qué pasará con mi marido? —pregunté en un susurro.

—Te prometo que me encargaré de ello, Renée. Es el hospital, allá está mejor que aquí —tranquilizó poniendo su mano en mi cara —Ahora debes ser rápida. Carga ropa tuya y de Carl, sólo lo justo. Yo iré a la alacena.

—¿Lori está bien? —pregunté separándome para ir por una maleta que tenía en el closet —Shane, ¿ella...?

—Está en el auto. Por eso debemos darnos prisa. Esas cosas se acercarán.

—¿Qué cosas? —escuché a Carl preguntar mientras yo empacaba.

—Necesito que seas muy valiente y ayudes a tu mamá. Ahora eres el hombre, en estos momentos que tu papá no está. Debes cuidarla, ¿ok? Date prisa.

Puse mi mano en la cabeza de mi hijo mientras me abría paso para llegar a su cuarto, tratando de ser rápida y meter al menos tres cambios de ropa. En mi mente estaba contando del uno al cien. Llegaba apenas al 70, cuando una explosión en la casa de al lado me hizo soltar un grito.

Shane llegó corriendo, tomando mi maleta y ordenándome que bajara por las escaleras. Tomé fuertemente la mano de mi hijo. Necesitábamos un lugar seguro lejos de este caos. Mi visión se tornaba roja y comenzaba a sentirme como una pequeña escondiéndose.

El auto estaba estacionado frente a mi porche, de mala manera, pude notar a Lori comiéndose las uñas. Abrí la puerta de pasajero para que Carl se metiera primero, y cuando yo estaba apunto de hacerlo unas manos se pusieron en mis hombros.

Volteé instintivamente, mirando cara a cara a quien fue mi vecina. Una anciana, con su ropa de pijama llena de sangre y una gran herida en su cuello, casi desgarrado. Gruñía mientras intentaba acercar su boca a mi cara, como si quisiera morderme. Sus ojos cafés ahora estaban grises, y en vez de la voz tranquilizadora que solía tener ahora soltaba gruñidos. Era un monstruo.

𝕸𝖚𝖊𝖗𝖙𝖔𝖘, 𝖕𝖊𝖗𝖔 𝖏𝖚𝖓𝖙𝖔𝖘 ☆Where stories live. Discover now