𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬

975 37 3
                                    

"¡𝙳𝚎𝚌𝚒𝚍 𝚙𝚊𝚝𝚊𝚝𝚊 𝚊 𝚕𝚊 𝚍𝚎 𝚝𝚛𝚎𝚜!"

"¡𝙳𝚎𝚌𝚒𝚍 𝚙𝚊𝚝𝚊𝚝𝚊 𝚊 𝚕𝚊 𝚍𝚎 𝚝𝚛𝚎𝚜!"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

CONNELL HOLLANDER

Las semanas que vinieron después de mi firma de contrato y la revolución emocional que tenía tras ver la exposición y todo lo que conllevó a eso, fueron demasiado agotadoras. Me mataba a estudiar por las mañanas en la biblioteca y entre clases porque por la tarde estábamos a tope con los últimos entrenamientos de hockey y con las clases de patinaje para el evento de recaudación que se celebraba ya. Sumándole a los entrenos que ya teníamos de por sí para la temporada y las reuniones que estaba teniendo para ultimar cualquier cosa que se hubiera quedado suelta en la reunión con el señor Harrison, apenas tenía tiempo para poder sentarme a pintar tranquilamente sin que nadie me fuera a molestar.

Al menos me alegraba saber que los cuatro estábamos igual. Gael y yo solo coincidíamos en los entrenamientos y tampoco es que pudiéramos hablar mucho de nuestras cosas porque estábamos terminando de organizar el partido. Con mi hermana solo coincidía a la hora de cenar y siempre preferimos ponernos a ver nuestro programa favorito hasta que mamá llegaba y nos decía que teníamos que quitar eso porque no nos enseñaba nada. Cosas de madre, supongo.

Con Nicole todo volvió a la calma. Coincidíamos en la pista de hielo y me alegraba saber que esa guerrilla que teníamos entre nosotros, volvía a ser palpable. Lo que pasa que ahora me gustaba más porque existía una relación entre nosotros y eso hacía que tuviéramos que mantener las manos quietas para no hacérselo saber a todo el mundo. Existía una tensión juguetona cada vez que estábamos en el hielo y me encantaba ver que ella no tenía ningún problema en entrar al trapo. Es más, a veces me sorprendía viéndola tomar las riendas y ser ella la que intentaba ponerme nervioso bajo aquella decena de ojos que nos observaban con curiosidad. No es que tuviéramos miedo de que la gente de la pista lo supiera, pero nos gustaba mantener nuestra intimidad para nosotros y para la gente que nos rodeaba. Y más ahora que yo acababa de firmar un contrato con un equipo que ya tiene su fama mundial y que Nicole estaba a punto de representar a nuestro país en las próximas olimpiadas. Así que, cuanta menos gente estuviera enterada de lo nuestro, más tranquilos íbamos a estar los dos.

Gael dio dos golpecitos en la ventana de mi coche y yo quité el seguro de las puertas para que pudiera entrar. Dejó su macuto en los asientos traseros y chocamos el puño cuando terminó de acomodarse. Llevaba puesto el chándal del equipo, al igual que yo, y había conseguido peinar esa melena de pelo del demonio que era imposible. Aunque hay que admitir que siempre conseguía hacerlo parecer un peinado chulo, a pesar de que no le pasara ni un triste peine por las mañanas.

—Deja de mirarme así —gruñó mi mejor amigo. Digamos que no tenía muy buen humor en días como estos.

—¿Estoy viendo a Gael Murphy peinado o todo esto es un sueño? —le pincho. Su mirada se clava en mí con fiereza.

—Eres un poquitín capullo, ¿no?

—Se hace lo que se puede —me encojo de hombros.

Gael aparta la mirada de mí y la centra en la carretera. Yo sonrío satisfecho al ver que, una vez más, he conseguido sacarlo de sus casillas desde buena mañana. La verdad es que esto debería servir como una técnica antiestrés.

SALVANDO MR SKI LOUNGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora