28 - Tiempos de paz

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¡Hola, amores!

Espero que estén disfrutando de un fin de semana magnífico. Les traigo un capítulo para aportar más sazón a su domingo. Disfrútenlo.

¡Un besote!

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Tiempos de paz

LAURA

Regreso a la casa después de pasear con Marta. Sonriente, abro la puerta y encuentro a mi Ai en plena sesión de meditación en medio de la sala. Sentada sobre una esterilla con las piernas flexionadas y las manos relajadas sobre sus rodillas, Aiko abre los ojos despacio, como si despertara de su letargo milenario, y su expresión carente de alma se suaviza con una tenue sonrisa. Me encanta verla con sus mallas y su top negros porque parece un ángel de combate.

—Lo siento por interrumpirte.

—Moon, tú nunca me interrumpes. Además, estaba a punto de ir a ducharme. —En realidad, creo que mi Ai no se habría movido de esa posición hasta que yo volviera. Es probable que alargara su meditación para conservar la calma, ya que debía estar muy preocupada porque salí con mi verdugo de la infancia.

—Así que te atreves a mentirme de nuevo —articulo con un tono sugerente y, tras arrodillarme en la esterilla, me inclino sobre mi Ai e insinúo un beso con cierta coquetería—. Di la verdad, me esperabas para que nos duchemos juntas.

—Tal vez... —Aiko secuestra mis labios con los suyos y, de pronto, tira de mi muñeca a la vez que me empuja hacia un lado. Antes de que pueda reaccionar, beso la esterilla con la espalda y mi traviesa Ai se sienta encima de mi vientre—. Tendrás que ganártelo. Has sido mala. Has bajado la guardia y yo no he podido parar de pensar en si estabas bien. ¿Y ese vestido? —A pesar de que su carita luce tierna y serena, huelo su enojo e incluso una pizca de celos, y eso me gusta.

—¡Qué linda eres! —Cuando deslizo la yema de los dedos por sus muslos, ella captura mis manos y las retiene por encima de mi cabeza.

—No conseguirás lo que quieres con piropos y caricias manipuladoras, Moon. Esta boquita —dice, acercándola a la mía hasta casi rozarla. Aunque estiro el cuello para cazarla, Aiko me tortura al dejarme con las ganas de besarla— tendrás que conquistarla de otra manera.

—Tú sí que eres mala. Se supone que todo de ti me pertenece, pero me prohíbes disfrutarlo a mi antojo —protesto, a lo que ella responde negando con la cabeza—. Mi amor, te dije que estaría bien y estoy bien. Aunque ya no me vengue como antes, no soy tonta. Sé mejor que nadie lo que me hizo Marta, pero las personas pueden cambiar y se les puede dar una oportunidad para que lo demuestren. Ella ha reconocido que es homofóbica, pero se está esforzando para no ser así. Hoy he visto a una Marta muy diferente a la que recordaba, una Marta arrepentida. Ella me regaló el vestido como gesto de amistad.

—Moon, no todo el mundo es Ana Álvarez. De hecho, ya has visto que la propia Ana recayó en algunos de sus viejos y desagradables hábitos. La verdadera naturaleza de cada uno nunca desaparece, forma parte de su código genético, y, tarde o temprano, se manifestará de una forma o de otra —afirma Aiko con una certeza incuestionable.

—Pero incluso tú hiciste algo por Ana —contradigo, ya que nuestros puntos de vista no coinciden del todo como antes—. Lo hiciste porque sabes que, a pesar de que Ana recayó en parte de esos hábitos repugnantes y de que te agredió y de que ha sido dura conmigo, tiene buenos sentimientos y no merecía que se siguieran burlando de ella. Si la hubieras catalogado como una diabla, no la habrías tenido en cuenta a la hora de castigar a Tomás y Catalina.

La hermana de mi exnovio [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora