Capítulo 1O.

22.4K 824 54
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— Tengo hambre. — replicó Max, en la esquina del comedor.

Nunca lo había visto así, siempre fue un muchacho limpio y pulcro, zapatos boleados, camisa y pantalones planchados, su cabello siempre peinado para atrás, la cara limpia y tersa, siempre tan apuesto, lo miraba y era todo lo contrario. Un muchacho andrajoso y malhumorado todo el tiempo.

— Si, bueno. Todos tenemos, Máx. — comencé a hablar. — No hemos comido en tres días. — Dije con tono insoportable.

— Wow, ¿en serio, Norah? ¡No lo había notado! — Comenzó irónico. — He estado tan ocupado con mi egocentrismo y mi persona, que lo he olvidado. — exclamo. — ¿Porque no nos deslumbras un poco más con tu apreciada inteligencia? — Siguió con ironía.

— ¿Por qué no te pierdes, estúpido? — grite molesta levantándome de la silla, azote mis palmas contra la mesa de madera, lo vasos que estaban ahí cayeron ante el golpe — ¿Sabes qué? — grite de nuevo. — No estamos en buen momento como para que empieces con esa estúpida actitud, ¿porque no solo te largas allá afuera a buscar comida? A ver, si te atreves a arriesgarte que den un tiro, solo por un pedazo de pan duro.

— ¿Qué más da, ah? — Bramó. — Qué más da morir de hambre o morir de frio ¡o morir de un tiro! De igual manera morirás.

— ¡Entonces, lárgate! — grite.

— ¡Eso haré! — grito también.

— ¡Siéntate! — Bramo mi padre señalando la silla.

— ¡Voy a buscar comida!

— No vas a ningún maldito lado, y ¡Ya basta, maldición! — Grito esto último. — ¿Vas a dejar que el hambre te gane y pelees con todos aquí? — Max se encogió de hombros. — Aun soy tu padre. — Sentencio. —Y vas a respetarme. Así que siéntate en la maldita silla. Ya veremos luego que comemos.

— ¡Cielos, padre! — Exclame. — Primera vez que te veo imponente. Mi padre giro a mirarme con molestia — Siempre te vi tan invisible... — Seguí

No cabe duda que el hambre te cambia por completo, te hace ver a tu familia como enemigos, personas indiferentes que se comen unas a otras, cuando deberíamos estar más unidos que nunca. —... Tan pasivo y ahora quieres hacer de rol de padre estricto — Reí sin ganas — No te queda.

— Ya basta, Norah.

— ¿Y por qué ahora quieres comportarte como un padre? — pregunte.

— Norah... — Comenzó mi madre con severidad a mirar aquella falta de respeto. Yo gire a mirarla. — Ya basta. — Continuo.

— ¿Saben qué? — grite. — También tengo hambre, y no voy a morir de eso, es la muerte más estúpida que conozco. — Dije con severidad. Camine a la puerta y salí de ahí. — ¡Norah! —grito mi madre mientras me alejaba, salí de los departamentos y caminaba por la acera, el viento frio pegaba en mi cabello y mi piel tibia. Caminaba mirando de un lado a otro mientras las personas pasaban de la misma apariencia o peor que la mía, al menos ya no me sentía mal por cómo me veía, había personas peores, excepto unos que otros que aún se mantenían limpios, no sabía cómo.

La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora