CAPITULO 3

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—Ya recordé que vine a hacer acá — continuó antes que ella dijera alguna cosa. —¿Como se te ocurre vender tu cuerpo por Internet?, estas conmigo en el estudio, eres consciente del tipo de persona que hay por el mundo y te pones en riesgo de esa forma...

—No lo entenderias — intento defenderse Samanta.

—Pues no, si necesitabas dinero me lo podías pedir a mi...

—Las prácticas profesionales no son pagas...

—¿Y?... desde ahora las tuyas si. Por otro lado... —Draven suspiro. — Sam... ¿puedes hacerte pasar por mi novia por algún tiempo?.

—¿Qué?— inquirió confusa.

—Se que es una locura pero a mi madre le han descubierto cáncer, quiere verme... en realidad quiere que pasemos junto a ella algunos días, eres la única que medianamente me conoce y a la que conozco como para fingir una relación. Como escuchaste creen que soy gay, y aunque a mi no me moleste la presunción de mi sexualidad, mi padre es dificil de llevar... en conclusión, voy a hacer esto por que mi madre se muere, pero no planeo regresar ni siquiera en su velorio.
Ella sabe que es la única vez que me verá y estuvo de acuerdo en no insistir después... te pagaré.

—No tienes que pagarme... entiendo... puedes confiar en mí.

—Genial...

Draven saco su billetera y de allí bastantes billetes.

—Depositare más en tu cuenta... tengo los datos en mi despacho. Compra comida con esto, te veo en el estudio.

—Pero...

—Nada...

Draven se fue.

Posteriormente, Samanta hizo una lista de cosas que necesitaba, después fue al baño a darse una ducha.

Mientras jabonaba su cuerpo, recordó los besos con su jefe y su piel se erizo.

Deseo volver a sentir sus manos recorriendo su cuerpo y su corazón latir tranquilamente mientras el estaba preso del sueño.

Al salir del baño, busco ropa cómoda y fue de compras al supermercado.

Realmente pudo comprar muchas cosas y decidió conseguir algo para Draven y así agradecerle pero no sabia que, exactamente.

Luego de dar vueltas por el lugar, decidió invitarlo a cenar. Por lo que, eligió pastas y vino.

Pagó, volvio a su casa para luego ir al estudio, donde Draven ya había recibido a un grupo de cinco colegas. Es decir, a otros abogados de su firma.

Por lo general, se reunían a debatir los casos que llevaban particularmente para resolverlos entre todos, aunque la palabra final la tenía él como jefe de la firma.

Samanta soñaba con ser parte de ellos y dar opiniones objetivas como abogada, sin embargo, le tocaba mirar desde lejos.

La sala de reunión estaba cerrada con grandes ventanas de vidrio grueso.

Draven la vió mientras hablaba caminando de un lado hacia otro en la sala y le guiño un ojo, acompañado de una amable sonrisa.

Ella también le sonrió.

Luego de la reunió, Draven fue a su encuentro, mientras Samanta acomodaba las citas de los días posteriores.

—Sam... debes cancelar las citas mías que quedan en el mes, recuerda que viajaremos...

—Esta bien... lo haré ahora mismo.

—De acuerdo. ¿Compraste lo necesario para tu casa?.

—Sí... si...

—¿comiste?.

Ella levantó la vista. —No... yo...

—Bien, vamos a almorzar...

Draven estiro su mano, invitandola a tomarla.

Ella lo hizo y se levantó para seguirlo hacia el restaurante donde él comía todo los días.

—¿Te parece que pidamos pastas?. — inquirió ya en la mesa.

—Yo... — deslizo tímida Samanta. — Quería invitarte a cenar pastas esta noche.

Draven quito su vista de la carta de comida, y la clavo en ella.

—Pero si tienes algo que hacer... no hay problema... no tienes que pensar mal, solo es para agradecerte...— intento explicar ella.

—Calma... te pones muy nerviosa... acepto la invitación... entonces pidamos otra cosa... ¿Qué tal pescado?... voy a pedir pulpo... ¿tú?.

—Pollo...

Samanta sonrió estúpidamente, mientras pensaba en la cena... es que, si bien estaba almorzando con él, le daba ilusión estar de una forma más íntima en la soledad de su casa.

—¿Ya quitaste el anuncio de Internet?— inquirió Draven luego de decirle al mozo lo que comerían.

—Hazlo...

Samanta solo asintió, ya que su atención se desvio a un lado donde un pianista tocaba una hermosa melodía.

Draven lo notó. —Este lugar me gusta por que la gente no habla tan alto y la música te relaja. Además tocan aunque sea mediodía...

Ella sonrió. —me gusta... la tranquilidad del lugar...

Entonces, él deslizo su mano hasta atrapar la de ella.

Aquella acción sorprendió a la joven que lo miró algo atónita.

—¿Te has acostado con alguien por dinero?...— inquirió.

Ella negó de inmediato.

—El posteo de Internet que vi era desde hace algun tiempo, un plazo relativamente corto, pero un mes me parece una exageración para recién descubrirlo ahora...

—Nadie... — Samanta se avergonzó. —Nadie se intereso. — deslizo bajando la vista.

Él sonrió sutilmente. —Mejor así. — susurró.

Les llevaron la comida y Samanta dibujo en su rostro una sonrisa burlona mientras lo observaba cortar uno de los tentáculos del pulpo.

—¿Qué te pasa?— deslizó él al notarlo.

—Los pulpos tienen su miembro reproductor en unos de los tentáculos... con suerte te vas a sentir satisfecho antes de comer su pene... — rió.

—De acuerdo, ahora me darás tu pollo...— deslizo Draven. 

—¡Oye no!... es mío...

Ambos rieron.

Luego, Samanta corto un pedazo de su pollo.

—Abre la boca— le dijo.

—Esa es mi línea— se burlo él.

—Solo hazlo...

Draven obedeció y comió lo que ella le estaba dando.

Mientras masticaba, se miraron directamente a los ojos.

A él jamas le habían dado de comer en la boca.

—Nunca he hecho esto pero... ¿quieres bailar?. — deslizo él.

Ella acepto dejando sus cubiertos a un lado.

Se pararon y acercaron hasta el pianista, donde se ubicaron en una zona donde no había mesas y así, Draven la tomó de su cintura mientras unía una de sus manos con la de ella.

Empezaron a danzar sin decir ni una palabra, hasta que él la dio vuelta, y pego la espalda de la joven a su pecho.

Samanta podía sentir como su trasero se frotaba sutilmente con lo que pensó que tenía en su bolsillo, ya que considero que era muy grande lo que sentía para ser su virilidad.

—¿Qué fue lo que hicimos anoche?— susurró en su oído, mientras sus manos la mantenían presionada a él.

ARDIENTE LUJURIA. Where stories live. Discover now