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Roronoa Zoro es un hombre peligroso.

Bah, ¿Qué clase de comentario era ese? Yo no era un hombre peligroso, yo era simplemente yo haciendo mi trabajo y siguiendo los pasos de mi padre aunque claramente yo sabía que no me iban a llevar muy lejos.

Económicamente si, pero su hablábamos de esperanza de vida, claro que no.

Miré hacia las cámaras de nuevo para notar que ya habían llegado así que me puse en pie, el día de hoy tenía un trabajo bastante sencillo, solo tenia que hacer una cosa que mi padre había comenzando hacia varios años, y me tocaba a mi finalizar.

Acabar con el linaje.

Era todo lo que debía hacer, sacar información y acabar con la vida de una jovencita que no había hecho más que interponerse en nuestro camino investigando todo a su lado y logrando seguir nuestro pasos, cosa que nunca nadie había hecho, lo habían intentado mil personas pero todos habían fracasado.

A excepción de ella.

Pero bueno, ¿Quién demonios la mandaba a meterse en nuestro camino? Claramente no debía hacerlo, investigar a la mafia era lo más idiota que alguien podría hacer en su vida.

Tomé el arma y bajé al encuentro no sin antes colocarme la máscara que dejaba únicamente mis ojos al descubierto.

La odiaba, odiaba ponerme una máscara por que claramente cuando alguien pasaba a mis manos era por que claramente no volvería a ver la luz del día jamás en su vida, pero reglas eran reglas.

Claro que solo tres personas podíamos romperlas.

Azote la puerta cuando entre al lugar y vi a los cuatro hombres de pie, acababan de atar a la chica a una silla de madera y me veían a la expectativa, supongo que esperando alguna felicitación.

-¿Cuatro hombres para una niña? ¿Es que acaso son unos débiles?- Frunci el ceño de inmediato al verlos, era imposible que cuatro personas hubiesen tenido que ir por una mocosa.- Larguense todos, yo me encargo de esto.

No había respuesta, claro que no habría respuesta, ninguno de ellos tenia permitido hablar si no era necesario.

Me giré hacia la mocosa, sus piernas estaban a la vista por que llevaba solamente un short bastante corto como para una mocosa, llevaba un sueter encima y unos tenis negros bastante gastados, llevaba tierra sobre las rodillas que estaban raspadas y podía identificar sangre manchar su ropa.

Me gire hacia los hombres hasta que los vi desaparecer de mi vista y cerrar la puerta de la habitación tras de ellos, esta habitación era la habitación especial para las peores torturas, aquí había un poco de todo para poder generar dolor de cualquier forma imaginable.

Pero era una chica, no necesitábamos mucho para hacerla soltar la sopa por que claramente ella no iba a resistir mucho ante el dolor que podríamos infringirle, es más, con atemorizarla sería suficiente.

Aunque hasta el momento no había escuchado ni un solo sollozo.

Escuche la puerta ser abierta y miré al idiota que se había atrevido a entrar.

-Tranquilo que soy yo.- Su voz me tranquilizó, claro que Luffy estaría aquí, esto era muy importante.- Viene en camino, dice que también quiere estar aquí.

¿Era enserio? ¿El rubio aquí? Miré a la chica en completo silencio sobre la silla y me reí por lo bajo.

-¿Esta seguro ese idiota? Jamás ha querido estar presente en estos casos.-  Señale a la mujer sobre la silla, el rubio jamás había querido estar presente cuando eran mujeres quienes estaban en la silla.

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